Estábamos sentados en el tren que nos llevó a nuestro destino, tomabas un expreso y yo café con leche.
Me contaste una y otra vez el chiste del leproso que subía el edificio y yo seguía sin entenderlo, no daba risa y empezaba a pensar que la gracia de la broma era escuchar tus carcajadas.
Mientras escuchaba tus historias sin sentido,
pensaba en lo afortunado que era por
tenerte a ti. La del mes de mayo.
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