Luna Pálida

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En la última década y media se ha vuelto sumamente fácil obtener lo que uno busca con tan sólo darle a unas cuantas teclas en el teclado. Gracias al Internet, uno puede usar una computadora para cambiar la realidad sin dificultad. Sólo pon unas palabras en un motor de búsqueda y tienes una abundancia de información a tu disposición. Ha llegado al punto de que es difícil imaginar la vida sin semejante herramienta.

Pero si vamos una generación hacia atrás, cuando las palabras «streaming» y «torrent» sólo se usaban en conversaciones sobre el agua, la gente se intercambiaba software cara a cara en reuniones. Se daban juegos y aplicaciones en disquetes de 5.25 pulgadas, las cuales tenían sus títulos escritos con Sharpie.

Aunque claro, la mayoría de esas reuniones eran para que ciertos individuos ahorrativos y con mentalidad comunitaria se intercambiaran juegos populares como King's Quest y Maniac Mansion. Sin embargo, sí hubo algunos programadores talentosos que diseñaban autónomamente sus propios juegos para luego compartirlos.

Aquellos que recibían esos juegos seguían compartiéndolos con otros, y si uno de esos juegos estaba bien hecho, llegaba a difundirse por todo el país. Hasta se puede decir que estos tipos de repartimientos en los 80 eran prácticamente el equivalente a los videos virales de hoy día.

Pero el juego del cual les hablaré hoy nunca logró difundirse de esa manera; sólo fue repartido por la bahía de San Francisco. Ese juego se llamaba Luna Pálida. Ya no existen copias, y cualquier computadora que alguna vez tenía instalado ese juego no es nada más que chatarra enterrada bajo capas de basura y poliestireno. La razón por ello es el hecho de que el juego contenía varios aspectos abstrusos en su diseño.

Luna Pálida era un juego de aventura conversacional, como Zork o The Lurking Horror. Apareció en un tiempo donde tal género ya no tenía mucha popularidad. Al iniciar el juego, se presentaba una pantalla totalmente negra, salvo por unas cuantas líneas de texto:

-Te encuentras en una habitación oscura. La luz de la luna brilla por la ventana.

-Hay ORO en la esquina, justo al lado de una PALA y una SOGA.

-Hay una PUERTA hacia el ESTE.

-¿Orden?

Y así comienza el juego, el cual fue descrito una vez como «enigmático, sin sentido y totalmente injugable» por un escritor de una revista ya descontinuada. Las únicas órdenes aceptables eran TOMAR ORO, TOMAR PALA, TOMAR SOGA, ABRIR PUERTA e IR AL ESTE. Una vez entrados esas órdenes, se presentaba al jugador lo siguiente:

-Toma tu recompensa.

-LUNA PÁLIDA TE SONRÍE.

-Te encuentras en un bosque. Hay caminos que van hacia el NORTE, OESTE y ESTE.

-¿Orden?

Lo que frustró a los pocos que jugaron a este juego fue su inestabilidad desde la segunda pantalla. El juego sólo aceptaba una de las tres direcciones ofrecidas. En este caso, si se indicaba que se vaya a cualquier dirección que no sea el NORTE, la computadora del usuario se colgaría, requiriendo que se apague para luego encenderla nuevamente.

Y todas las pantallas que aparecían después de esa repetían el mismo texto, la única diferencia siendo las direcciones ofrecidas. Los comandos típicos de los juegos de aventura conversacionales no parecían hacer nada; las únicas órdenes aceptables, además de los de movimiento, eran USAR ORO, el cual presentaba el siguiente mensaje:

-Aquí no.

USAR PALA, el cual presentaba:

-Ahora no.

Y USAR SOGA, el cual presentaba:

-Ya haz utilizado eso.

La mayoría de los que jugaron al juego lograron pasar unas cuantas pantallas antes de botar el disquete por la frustración que causaba reiniciar el sistema constantemente. Sin embargo, hay un aspecto del mundo de las computadoras que siempre, sin importar la época, sobresale: hay personas que simplemente tienen demasiado tiempo libre.

Un joven llamado Michael Nevins decidió persistir con el juego para ver qué había al final de Luna Pálida. Después de reiniciar la computadora treinta y cinco veces durante un periodo de cinco horas, Nevins logró alcanzar un mensaje distinto:

-LUNA PÁLIDA SONRÍE AMPLIAMENTE.

-No hay más caminos.

-LUNA PÁLIDA SONRÍE AMPLIAMENTE.

-El suelo está blando.

-LUNA PÁLIDA SONRÍE AMPLIAMENTE.

-Aquí.

-¿Orden?

Pasó otra hora antes de que Nevins descubriera la combinación correcta de comandos: CAVAR HOYO, COLOCAR ORO y TAPAR HOYO. Al escribir esas órdenes, salía un último mensaje:

-Felicitaciones.

-- 40.24248 --

-- -121.4434 --

Después de eso, el juego no aceptaba más órdenes, y el usuario tenía que reiniciar la computadora una última vez.

Luego de pensarlo por un rato, Nevins llegó a la conclusión de que los números eran coordenadas de latitud y longitud, las cuales llevaban a un bosque extenso localizado en el parque nacional Volcánico Lassen. Ya que él tenía más tiempo libre que juicio, decidió ir allí, determinado a descubrir qué secreto aguardaba Luna Pálida.

Al siguiente día, él fue al bosque armado con un mapa, una brújula y una pala. Notó cómo el camino que tomaba seguía las mismas direcciones que él tomó en el juego, y a pesar de que inicialmente tenía sus dudas, esa similitud confirmó sus sospechas de que al final de esta aventura se iba a encontrar con el tesoro enterado de un excéntrico.

Ya cansado de buscar las coordenadas, Nevins se alegró cuando se tropezó con una superficie desnivelada. Ya que estaba tan emocionado cuando desenterró ese «tesoro», se quedó un poco más que sorprendido cuando vio la cabeza de una niña rubia en un estado avanzado de descomposición.

Nevins notificó la situación a las autoridades. La niña fue identificada como Karen Paulse, de 11 años. Ella fue reportada como desaparecida en San Diego hace un año y medio.

La policía intentó localizar al programador de Luna Pálida, pero debido al hecho de que los participantes de las reuniones donde se repartían estos juegos eran anónimos, nunca se logró descubrir la identidad del sospechoso.

Han habido coleccionistas que han ofrecido cifras de hasta seis dígitos para una copia auténtica del juego.

El resto del cuerpo de Karen nunca fue encontrado.

Creepypastas No Tan ConocidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora