El francotirador

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Las delgadas líneas perpendiculares, que envían el infierno al que se ponga delante de ellas, apuntaban directo a la mitad que marcaban dos puntos brillantes en medio de la oscura noche.

Era una noche fría y la luna iluminaba el bosque por entre los árboles, se lograba ver claramente, o eso creímos. Un viento hablador, cruzaba presuroso por entre los altos y majestuosos coihues, Damián, Ramiro y yo, oímos el rugir de la bestia despiadada que sostenían mis manos, nos acercamos, y vimos al ciervo con un orificio en su frente, nos pusimos muy felices, y decidimos, llevarlo al lugar donde aviamos establecido nuestro campamento, pero ni entre los tres pudimos moverlo, era demasiado pesado, debía ser un macho muy grande para no poder arrastrarlo.

Así que decidí encender mi linterna, para poder contemplar mejor al ciervo, pero lo que vimos, no era un ciervo, ante nosotros, contemplamos, una bestia de pelaje grueso y negro-rojizo, muy musculosa, y mucho más grande que el ciervo más grande que haya visto nunca, sus cuernos, eran como los de un ciervo pero de oro solido, mucho más puntiagudos y ramificados, sin considerar, que de un grosor mucho mayor, de la herida, no corría sangre, caía un liquido muy espeso y negruzco que antes de caer al suelo se convertía en vapor, asustados retrocedimos, y nos miramos desconcertados, pero de pronto un gruñido muy fuerte, aterrador y que denotaba una ira inmensa se escucho por todo el lugar, nosotros quedamos rígidos de miedo, no pudimos movernos un centímetro, hasta que la tierra comenzó a moverse y en el horizonte, entre los coihues caídos, se suscito una figura similar a la de la criatura, pero mucho más grande, que corría hacia nosotros, quienes huimos en diferentes direcciones, tratando de escapar, pero Damián no logro hacerlo, aunque sus piernas no estaban dispuestas a quedarse ahí, y siguieron caminando aun cuando su torso yaciera entre los grandes colmillos, que se veían claramente, con el fuego que salía de su nariz.

Ante la traumática escena, Ramiro cayó sobre sus rodillas, y tras un grito descontrolado y triste, comenzó a disparar su arma a la bestia, la cual pareció reírse, con una sonrisa macabra que dejaba a la vista sus dientes, ensangrentados, y comenzó a acercarse lentamente a él, yo no pude ver, y Salí corriendo, pero entre lagrimas, escuche sus gritos de dolor pidiéndome ayuda, pero que podía hacer yo solo correr.

Tras correr un trecho corto y notar que la criatura de pronto dejo de seguirme, me tranquilice un poco, y comencé a mirar hacia atrás. Pero al mirar hacia delante, un hombre, me miraba desconcertado, se acercó y me pregunto que me ocurría, se notaba un campesino, y pensé que el podría saber algo, así que le conté, pero el sujeto se rió y pensó que yo estaba delirando por fiebre. Me tomo del brazo y me condujo diciendo: -No se preocupe tengo mi carreta aquí cerca, oí dispararos y corrí a ver que pasaba, lo llevaré a que se recueste un poco y tome un trago de agua fría, acompáñeme.

Yo dócilmente lo seguí y al llegar a un camino comencé a  ver luz, una luz muy brillante, y luego comencé a ver la carroza, pero no era un viejo armatoste de madera como yo pensaba, era un lujoso carro con ruedas de Ebano, y detalles en oro, en ese momento algo comenzó a inquietarse dentro de mi, pero no pude ver lo que pasaba asta llegar al pie de esta y ver a quienes tiraban esta lujosa carroza, eran replicas exactas de los seres que había visto anteriormente, solo que sus cuernos eran diferentes, uno tenia cuernos, de carnero, otro de toro, y otro de unicornio, y faltaba un lugar, el cual yo sabia quien ocupaba, raudamente me solté y al darme vuelta para retroceder, y escapar, choque de bruces con la musculosa pata de la criatura, al caer note que el carruaje era mas grande, y que el campesino ahora vestía un lujoso traje su hermosa cara hacia juego con su ropa y su cabello rubio, solo algo inquietante había, sus ojos y boca, eran negros como la noche mas oscura de todas las del Armagedon, yo me arrastre de espalda, asta salir del camino, y contemple la escena, de pronto el hombre era enorme y tenia en sus manos a la criatura que había matado, de sus ojos comenzó a salir un liquido negro y lloro este liquido amargamente por un largo rato mientras caía sobre la criatura.

Tras esto comenzó a moverse, y a convulsionar, la bala salio expulsada y en un instante, la bestia estaba viva y mirándome, mientras mostraba sus enormes dientes, la criatura grande volvió al carruaje y se coloco el arnés, mientras el sujeto me decía: -Querías dártelas de francotirador delante de tus amigos, y mataste a mi amado hijo, el sol de mi vida, pero al disparar esa arma, el que murió en realidad, fuiste tu.

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