Morfeo, tu cómplice

91 11 12
                                    

A veces cuando despierto, reprimo mis ganas de abrir los ojos al contacto con la luz proveniente de mi ventana. Imagino que estas a mi lado, aún durmiendo, que cuando despiertas me abrazas, que me besas.
Abro los ojos y no estás aquí.
Tu ausencia me deja una sensación extraña, un hueco en mi corazón.

A pesar de que siempre me ha gustado ser independiente, sin tener que esperar algo de alguien, tu le das otro sentido a la independencia, sé que no te necesito, pero, te quiero a mi lado.

Me haces bien, mirarte, ver la comisura de tus labios extenderse al sonreír, encontrar sin querer tus bellos ojos con los míos y huir de tu mirada tímidamente mientras mis mejillas se ruborizan.
Poco a poco, comienzo a acercarme a ti, con la intención de ser tu amiga, jugando, bromeando.
Platicando camino a casa contigo, me siento plenamente en paz, sin querer, ahuyentaste los demonios de mi pasado, dándome tranquilidad en cuerpo y alma.

Ya no me atormentan los recuerdos, he dejado de llorar hasta quedarme dormida, a veces encuentro refugio en un silencio abrazador de lo más reconfortante, dejando que mi mente vuele y dando rienda suelta a los personajes de mis libros, dándome pauta para cantar en la ducha e incluso bailar en ella, ayudandome a caer en los brazos de morfeo.

Y sin querer, justo antes de cerrar mis ojos y caer dormida, dedicarte mi último pensamiento del día.

Cafeína para el corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora