Capítulo IV: Te amo...

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Era sábado, el día que Nadir había estado esperando por más de un mes, el día que podría conocer más de la persona que le había robado el aliento. Agradecía que ya no tenía trabajos en equipo y, había exentado las últimas materias, por lo que no tenía tareas, pero eso, era algo que su madre no sabía.

Bajó a desayunar temprano, para alcanzar a su madre antes de que fuera a hacer su reunión sabatina que duraba hasta entrada la tarde, con el patronato de mujeres "pro juventud", cómo se llamaban. Para él, simplemente era dónde las mujeres, que se consideraban 'de la alta sociedad' y que, además, no trabajaban, porque los esposos eran acaudalados, pasaban el día chismeando y comiendo en un club social.

-Buenos días, mamá – saludó a su madre de beso en la mejilla – buenos días, padre – saludó a su padre quien estaba leyendo el periódico.

-Buenos días, Nadir – sonrió la mujer ampliamente – hoy te levantaste muy temprano.

-Cómo debe ser – dijo el hombre tras el periódico – estoy orgulloso que estés tomando actitudes positivas en tu vida.

-Gracias – dijo el pelinegro – la verdad quería alcanzarlos porque necesito pedir permiso...

-Pedir permiso también es un buen hábito –aseguró su padre – significa que, aún y que ya eres mayor de edad, nos consideras en tu vida.

-¿Permiso para qué? – su madre lo miró con curiosidad.

-Bueno, exenté varias materias – dijo al aire.

-Que bien hijo – el hombre bajó el periódico y bebió de su café.

-Sí, eso nos enorgullece – sonrió más la mujer, quien sentía que podría presumir de eso en su reunión ese día.

-Sí, pero, aun me falta una materia – mintió el pelinegro – gracias – dijo a la señora que le sirvió su desayuno – así que, tengo que ir a hacer el trabajo en casa de un amigo hoy.

-Sabes que si es para tarea, no tienes ni que pedir permiso, sólo avisar – habló con seriedad su padre.

-Sí, pero, es que no sabemos si podamos terminar hoy mismo – prosiguió con su mentira – porque yo le voy a adelantar al proyecto, ya que, el chico de la casa dónde nos reuniremos y mi otro compañero de equipo, no exentaron una de las materias que yo sí, y, hasta las cuatro van a desocuparse para empezar a trabajar en lo nuestro, junto conmigo...

-Ya veo – su madre bebió del jugo – ¿entonces?

-Así que, quería saber, en caso de ser necesario, ¿hay algún problema de que me quede en su casa?

-Si es para un trabajo, tienes mi permiso – dijo el hombre – además, ya eres adulto para saber lo que haces.

-Está bien – accedió la madre también – pero, si puedes, márcame en la tarde, para saber que estás bien, ¿de acuerdo?

-Si – sonrió el pelinegro – no te preocupes madre.

Su padre se levantó después de eso – se me hace tarde – besó a su esposa y le dio una palmada en el hombro a Nadir – nos vemos.

-Tu padre, siempre dice que se le hace tarde, aunque su noticiero es a las tres – su madre negó y luego miró su reloj – ¡Jesús! – exclamó asustada – a mí también se me hizo tarde, tengo que llegar temprano porque me toca organizar el té – se puso de pie y corrió por su bolsa a la sala, volviendo con rapidez – toma – le tendió varios billetes de alta denominación – si necesitas más, márcame para enviártelo con Nestor – se inclinó y besó la mejilla de su hijo – cuídate.

-Si – asintió el pelinegro y tomó los billetes.

Empezó a desayunar tranquilamente, desde que empezó a cambiar su actitud, cómo su hermana le dijo, ya no le armaban un escándalo por decir que se tenía que quedar en casa de un amigo, aunque claro, antes de eso no pedía 'permiso' simplemente avisaba e incluso, hasta última hora lo decía o un segundo antes de cerrar la puerta tras él; las peores ocasiones, solo llegaba al día siguiente, pero los sermones de su madre no se dejaban esperar. Su hermana tuvo mucha razón, solo era cuestión de darles gusto y todo sería más sencillo, incluso para él.

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