Capítulo III: Te rendirás...

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​El mes pasó lento, demasiado lento para Nadir, a pesar de las últimas semanas las pasó ocupado, entregando los últimos trabajos de final de semestre en la preparatoria; algunos días, unos compañeros se quedaron en su casa y otros días, él se quedaba en la casa de alguno de ellos, todo por las exposiciones finales y trabajos en equipo.

Pero, algo bueno había ocurrido, poco a poco y, con ayuda de los consejos de su hermana, había logrado llevar una relación menos problemática con su madre, quien ahora parecía verlo como un hijo ejemplar, e incluso, halagó el trabajo que había hecho Paola con él ante su padre; pero el hombre, tan ocupado cómo siempre, solo dijo "Qué bien cariño, me alegro..." y siguió en sus cosas.

El día de su cumpleaños, le hicieron una fiesta en su casa y el regalo más ostentoso fue el de su padre, quien, gracias a la intervención positiva, tanto de su hermana como de su madre, le compró lo que le había pedido desde hacía tanto tiempo, una motocicleta BMW HP4, lo que dejó impactado no solo a Nadir, sino a todos sus amigos, en ese momento. Nadir entendió por qué su hermana le había insistido en sacar un permiso de conducir con urgencia, pero sabía que esa solo sería provisional, pues obviamente, ese permiso, en ese preciso momento que cumplía dieciocho, ya no servía, pero con él, podría tramitar la licencia de conductor inmediatamente. Otro de los regalos que le gustó, fue una chaqueta de motociclista y unos guantes que su madre le regaló; jamás había imaginado que ella le diera algo así, después de todo, por años dijo que las si le daban una moto, podría matarse. 

La fiesta duró hasta las tres de la mañana, muchos de sus amigos, quienes ya también eran mayores de edad, bebieron, pero Nadir, aunque probó, no lo hizo para quedar ebrio, lo que menos quería era darle una mala impresión a Yoshua al día siguiente; pero esta acción, su madre la vio cómo algo increíblemente madura, así que, cuando la fiesta terminó, su mamá lo abrazó, se puso a llorar y le dijo que finalmente se había convertido en un hombre. Palabras que Nadir no entendió, pero le agradaba que su madre se sintiera bien, o al menos eso parecía.

Nadir estaba feliz, no por la fiesta, no por su cumpleaños, ni siquiera por su regalo, sino porque, al día siguiente, vería a Yoshua y no podría negarse a aceptar salir con él.

El pelinegro se obligó a dormir y levantarse temprano, le avisó a su familia que iría a sacar la licencia esa misma mañana, aprovechando que era viernes y no habría mucha gente; además, llevaba su permiso y la nueva credencial de mayoría de edad, por lo que no habría problema en sacarla y así fue.

Casi a medio día, Nadir ya contaba con la licencia de manejo que le acreditaba para cualquier automóvil particular y motocicletas, por lo que se sentía dueño del mundo. Volvió a su casa, presumió su licencia y se preparó para la cita con el dentista. Esa ocasión iría solo, por lo que no se preocupó en nada más que su aseo personal, especialmente el bucal. Las horas de espera se le hicieron largas, su cita sería casi la última, así que tendría que irse entre cinco y seis.

Cuando por fin llegó al consultorio, dejó la motocicleta afuera, entró con el casco en la mano, portando su chaqueta oscura que lo hacía ver delgadamente atractivo.

-Buenas tardes – sonrió – Nadir Mora, tengo cita.

-Claro – la joven lo miro y se sonrojó, era la primera vez que lo miraba tan arreglado – te anuncio.

-Gracias – dio la vuelta y buscó lugar para sentarse.

Las dos jovencitas que estaban en la sala lo observaron de pies a cabeza y le sonrieron coquetamente, pero las personas que las acompañaban, obviamente las madres, las miraron con molestia; el pelinegro respondió con una sonrisa y suspiró, jamás imagino que eso le pasaría, especialmente porque nunca antes le sucedió en el consultorio, aunque, debía admitir que siempre iba en "fachas".

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