Capítulo 34.

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2 meses después...

—Emma no me parece una buena idea—.
—¿Por qué no? ¡Será divertido! Hace días que no salimos—.
—¿¡Tal vez porque estas a días de dar a luz!?—. Dijo él con desesperación.
—¡Eres un aguafiestas Max! ¿Quieres que me quede aquí encerrada aburriendome?—. Empecé a cepillarme el cabello.
—Emma, por el amor de Dios ¿qué parte de que estás a punto de dar a luz no entiendes? ¡Debes guardar reposo absoluto! No ir a una estúpida boda...
—Quiero distraerme un poco ¡No estar encerrada aquí!—.
—¡Puedes distraerte aquí! Viendo una película, leyendo un libro o... o conmigo—. Movió las cejas provocativamente.
Solté una carcajada.
—¿Ah sí?—. Dejé el cepillo a un lado y me acerqué a Max.
—Si...
—¿Y cómo piensas distraerme?—. Le pasé las manos por sus brazos hasta llegar a sus hombros y acercar mi rostro al suyo.
—Hay diferentes maneras...
—¿Como cual?—.
—Esta—.
Dijo antes de bajar sus labios a los míos y besarme demasiado lento como para tentarme.
—Habrá mas si decides quedarte aquí—. Dijo sobre mis labios. Me estremecí ante su tono de voz grave, luego recordé mi objetivo inicial y me mantuve firme.
—Pero yo quiero ir a la fiesta—. Susurré.
Se apartó de mi con brusquedad y soltó un resoplido.
—Emma...
—Dijiste que Rose y Leo eran tus amigos y ellos nos invitaron, ya hasta les compré un regalo—.
—¿¡Qué!? ¿Un regalo? ¿En qué momento?—.
—Eso no importa, anda vamos—.
—Pero el niño...
—Se portará bien, todavía le gusta estar aquí adentro así que te aseguro que no saldrá hoy—.
Me miró con escepticismo por unos segundos y luego suspiró.
—Debo de estar lo suficientemente loco para aceptar esto... pero está bien, vamos—.
Solté un gritito de alegría y lo besé en la mejilla.
—¡Excelente! Iré a cambiarme—.
—¡Hey!—me tomó de la mano—sabes lo que pienso de los besos en la mejilla—.
Sonreí y tomé su rostro entre mis manos para besarlo como tanto nos gustaba.
—¿De verdad quieres ir a esa fiesta? Podemos quedarnos aquí y repetir ese beso hasta perfeccionarlo—. Preguntó con la respiración entrecortada.
—Si y no te preocupes, ya lo perfeccionaremos cuando regresemos... por ahora cambiate, me encanta verte de etiqueta—. Le guiñé un ojo y luego salí de la habitación.

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—Haces que la ropa de embarazada se vea sexy—. Susurró Max en mi oído y yo le di un golpe en la mano.
—¡Max! Estamos en una iglesia, guarda tus sucios comentarios... para la noche—. Le sonreí ampliamente mientras él se frotaba la mano.
—No son sucios, es la verdad—.
—Shhhh... ya va a empezar—.
Tomó mi mano entre las suyas otra vez y continuó jugando con mi anillo. Estábamos en la parte de atrás viendo como Rose entraba tan feliz y radiante del brazo de su padre, quien la llevaba por el pasillo hasta su futuro marido.
La ceremonia fue breve pero emocionante... esta bien, por emocionante me refiero a que lloré al ver como unían sus vidas para siempre y Max tuvo que abrazarme durante sus votos para tranquilizarme.
—¿Estás bien? ¿No quieres ir a casa?—. Preguntó cuando salimos de la iglesia.
—No, quiero ir a la recepción—.
Puso los ojos en blanco.
—¿Ya te dije lo guapo que te ves de traje?—. Eso le provocó una sonrisa.
—Como unas diez veces—. Abrió la puerta de su auto para mi.
—¿En serio? Bueno pues ya son once, me encantas de traje—. Jalé su corbata para besarlo rápidamente y entrar al auto.
Pude verlo sorprendido durante unos segudos pero se recuperó, cerró la puerta y rodeó el auto para sentarse a mi lado e ir en dirección a la casa de los padres de Leo.

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Veinte minutos mas tarde entrabamos al jardín de la casa, el cual era inmenso y hermoso, en cada lugar al que miraba me encontraba flores diferentes.
Sonreí ante el aroma que inundaba el lugar y miré a Max.
—¿Hora de irse?—. Susurró.
Le puse mala cara.
—No, aguafiestas—.
Pude ver a los novios sonrientes en la entrada.
Rose se veía increíble en su vestido de novia que abrazaba sus curvas en un color blanco perlado debido a los brillos de pedrería que lo adornaban. Llevaba un peinado recogido por una horquilla de diamantes que dejaban sueltos unos mechones de su cabello rubio.
Leo estaba a su lado en un traje negro, camisa blanca y una pajarita. Él era alto, fornido, de cabello castaño oscuro y ojos verdes.
Cuando nos acercamos a ellos sonrieron al reconocer a Max.
—Hey chicos ¡Felicidades!—. Saludó él mientras abrazaba a Leo y luego a Rose.
—Gracias hombre, por fin logré hacerlo oficial—. Respondió Leo al pasar una mano por la cintura de su esposa provocándole una risita.
—Ella es Emma—. Me presentó Max.
—¡Ah! Por fin tengo el placer—Leonardo me regaló una sonrisa antes de estrechar mi mano—Max no paraba de hablar de ti en la universidad, que gusto ver que hayan arreglado las cosas y por cierto, felicidades por su bebé—. Terminó al ver mi vientre.
—Gracias e igual que gusto conocerte, les deseo lo mejor en su matrimonio—. Sonreí a ambos.
—Hola—ahora fue el turno de Rose para presentarse—finalmente nos conocemos correctamente, ese día... no era mi mejor momento, lo siento, no quise causarles inconvenientes—. Se veía sumamente apenada.
—No hay problema Rose, ya ha quedado en el pasado—le pasé la caja de regalo—esto es para ustedes, felicidades—.
—Gracias Emma, que detalle de tu parte—. Ahora ella sonrió.
—Pasen, su mesa está por aquí—. Nos indicó Leo.
—Gracias, nos vemos en un rato—. Respondió Max rápidamente y me llevó hacia la mesa.
—Dios... no sé como tardaron tanto en indicarnos nuestra mesa, ya deberían saber que las embarazadas no pueden estar mucho tiempo de pie y menos estando en el último trimestre—. Murmuró con fastidio.
—Max ¿quieres callarte? Estoy bien—. Puse los ojos en blanco y me solté de su agarre.
—Perdón Emma, es sólo que... no lo puedo evitar—.
—Pues inténtalo—. Lo dejé atrás y caminé hacia la mesa que nos habían indicado, ahí me encontré a los padres de Max, quienes me miraron sorprendidos.
—Emma ¿no deberías estar en casa reposando?—. Me reprendió Sonia cuando llegué y los saludé.
—Quería salir por un poco de aire fresco—. Respondí cuando Max llegaba a mi lado.
—Max ¿cómo has podido poner en riesgo a Emma al traerla aquí? Sabes lo que...
—¿Traerla? Pero si ella fue quien... cariño siéntate por favor ¿qué te he dicho sobre estar mucho tiempo de pie?—. Apartó la silla para que yo me sentara.
Suspiré y lo hice.
Dos segundos después él se sentó a mi lado.
—¿Y bien? Estoy esperando tu explicación—.
Sonia estaba en serio molesta con Max así que se enfrascaron en una discusión sobre el peligro que yo corría al venir aquí, mientras tanto Ben sólo sonreía y decía que dejaran que me divirtiera un poco... lo cual provocó una mirada de desaprobación de su esposa e hijo. Mientras tanto llegaron otras personas a nuestra mesa con quienes pude empezar una conversación y así evitar a Max y a su madre.
Poco después nos sirvieron una cena exquisita y solo así terminaron los alegatos mamá/hijo.
La fiesta continuó; Leo y Rose pasaron al centro de la pista para su primer baile.
—¿Cariño?—. Me incliné hacia Max y él me miró con alegría.
—¿Ya quieres irte?—.
Negué con la cabeza.
—¿Qué ocurre entonces?—su mirada se volvió ansiosa—¿ahora verdad? ¿ya viene?—. Se puso de pie.
—No Max cálmate, aún no viene ya te dije que aún le gusta estar aquí dentro—.
Dejó salir el aire que estaba conteniendo y se sentó nuevamente ante la vista atenta de varios invitados de nuestra mesa y las que estaban cerca.
—Perdón cielo, es sólo que estoy muy nervioso—.
—Me doy cuenta—le besé en la mejilla—sólo quería ver si... ¿querías bailar conmigo?—.
Parecía cansado cuando me miró y arqueó una ceja.
—¿No se supone que es el chico quien saca a bailar a la chica?—. Sonreí al ver que recordaba aquello de la fiesta de Josh.
—Bueno hay veces en que la chica debe tomar medidas extremas ¿entonces si? ¿Bailamos?—.
—Emma...
—Anda Max, un baile y después nos vamos—.
La emoción brilló en sus ojos.
—Vamos entonces—.
—Pero no ahora—.
—¿No ahora?—.
—No, en un ratito ¿vale?—.
Suspiró.
—Está bien—.
Ese "ratito" se extendió hasta las diez de la noche cuando terminaron las tradiciones del lanzamiento de ramo, el brindis, los discursos familiares, el corte del pastel de bodas, entre otras cosas.
—¿Bailamos señor Storm?—. Pregunté.
Max sonrió ampliamente y se puso de pie para tenderme su mano.
—Por supuesto... futura señora Storm—. Susurró en mi oído.
Fuimos hasta la pista de baile y Max me tomo entre sus brazos para bailar lentamente Thinking out loud de Ed Sheeran.
Apoyé la cabeza en su hombro mientras nos movíamos al compás de la música y él tarareaba la canción cerca de mi oído.
—¿Max?—.
—¿Mmmm?—. Respondió con su nariz entre mi cabello.
—Gracias por traerme, eres el mejor novio del mundo—. Me aparté para mirarlo a los ojos pero él los tenía cerrados y cuando volvió a abrirlos pude ver todas las emociones que lo asaltaban.
—¿Novio? Sabes lo que me hace esa palabra—.
—Sip—.
—¿En qué momento... decidiste volver a hacerlo oficial?—.
—Bueno, en teoría nunca rompimos solo... nos distanciamos—.
—¿Ah sí?—.
—Si...
Se quedó en silencio mientras seguíamos bailando.
—No sé si llorar, gritar, besarte o... o hacerte el amor—.
—Se supone que yo soy la bipolar aquí pero... no tengo nada en contra de la última opción—. Le pasé los dedos por su cuello lentamente y él se estremeció.
En ese momento dejó de bailar.
—Es todo, nos vamos antes de que cometa una locura encerrandote en una habitación y le falte el respeto a los novios y su familia—.
Levanté una ceja y volví a mover los dedos por su cuello.
—No me provoques Emma, voy por nuestros abrigos—.
Él desapareció y yo fui a despedirme de sus padres y de los nuevos amigos que había hecho antes de buscar a Rose y Leo bailando cerca de la puerta.
—Max está buscándote, parece alterado—. Dijo Rose al verme.
—¿En serio? Eso no es bueno—.
—¿Pasa algo malo?—.
—No ya nos íbamos pero él fue a buscar nuestros abrigos—.
—Oh ¿se van tan pronto?—. Rose parecía afligida.
—Si, debo descansar por el bebé y mas ahora—.
—Entiendo, gracias por acompañarnos y una vez mas ¡Felicidades! Ya quiero conocerlo—.
—Si, nos encantaría que nos avisaran el gran día para visitar al nuevo integrante Storm—. Dijo Leo y yo sonreí.
—Por supuesto... será pronto—.
—Amor te estaba buscando ¿lista?—. Max llegó a mi lado con la respiración acelerada y me ayudó a ponerme mi abrigo.
—Si, me estaba despidiendo—.
—Excelente, Rose que encantadora boda al igual que tú, todo estuvo magnifico—. Se despidió y besó su mejilla.
—Me alegra que vinieran—. Sonrió abiertamente.
—Amigo, felicidades nuevamente, como habías dicho: ya es oficial, así que ahora no lo arruines por favor—.
Leo soltó una carcajada y lo abrazó.
—Eso es lo que yo te digo a ti, hombre—.
—Nos vemos luego—. Me despedí y salimos en busca del auto de Max.
—Emma ¿Dónde estabas? Casi me da un ataque cuando llegué y te habías ido—.
—Estuve ahí todo el tiempo—. Respondí como si nada.
—No, no lo estabas—.
—Bueno estoy aquí ahora ¿nos vamos?—.
Él negó con la cabeza y suspiró.
—Por favor—.
—Te dije que estaríamos bien—. Sonreí mientras miraba mi estómago.
—Si, si tenías razón ¿feliz?—. Respondió entre sonriente y malhumorado.
—No te pongas así conmigo, ya terminó y ahora regresamos a casa sanos y salvos—.
—Está bien, ahora sube al auto—. Abrió la puerta para mi.
—Pero dame un beso antes—.
—Emma... si te beso ahora no podré parar—.
—¿Ah sí?—levanté una ceja—¿y quién quiere que pares?—. Tomé su corbata y lo jalé hacia mi.
—No me retes o...
Lo corté al presionar nuestros labios, él luchaba entre regresarme el beso o apartarse pero al final se rindió y se pegó a mi cuerpo mientras yo enredaba su cabello entre mis manos y las suyas vagaban por mi espalda.
Mordió suavemente mi labio inferior y luego se apartó.
—Mi novia—podía percibir el tono posesivo en su voz—y pronto mi esposa—.
Le sonreí y entré al auto.
—¿A dónde crees que vas? No he terminado contigo—. Se agachó para quedar a mi altura y capturó mis labios otra vez.
—Creí... que ya... te querías ir—. Dije entre besos.
Se congeló unos segundos y luego asintió.
—Cierto pero tú eres la mejor distracción—. Sonrió y acarició mi nariz con la suya antes de apartarse y cerrar la puerta.
Dos segundos después entraba a mi lado y ponía el carro en marcha.
—¿Que les regalaste?—. Preguntó al cabo de un rato.
—Sábanas—. Dije con una sonrisa.
—¿Sábanas? ¿Por qué? ¿y de dónde las sacaste?—.
—Bueno, si me casara contigo unas sábanas serían el regalo perfecto porque ya sabes como podríamos estrenarlas...
Me mordí el labio y él se rió.
—Espero que sigas pensando así después y no sea sólo por tus alborotadas hormonas—.
—Claro que lo haré, te he extrañado en estos meses... y si aún quieres saber, conseguí el regalo por internet, no tuve que salir de casa así que deja de pensar en ello—.
Me sonrió sin apartar la vista de la carretera.

Nunca dejé de amarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora