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–Si –dijo el muchacho–. ¿Me permite brindarle una cerveza en la Terraza?
Luego llevaremos las cosas a casa.

–¿Por que no? –dijo el viejo–. Entre pescadores.

Se sentaron en la Terraza. Muchos de los pescadores se reían del viejo, pero el no se molestaba. Otros, entre los más viejos, lo miraban y se ponían tristes. Pero no lo manifestaban y se referían cortés mente a la corriente y a las hondonadas donde se habían tendido sus sedales, al continuo buen tiempo y a lo que habían visto. Los pescadores que aquel día habían tenido éxito habían llegado y habían limpiado sus agujas y las llevaban tendidas sobre dos tablas, dos hombres tambaleándose al extremo de cada tabla, a la pescadería, donde esperaban a que el camión del hielo las llevara al mercado, a La Habana. Los que habían pescado tiburones los habían llevado a la factoría de tiburones, al otro lado de la ensenada, donde eran izados en aparejos de polea; les sacaban los hígados, les cortaban las aletas y los desollaban y cortaban su carne en trozos para salarla.

Cuando el viento soplaba del Este el hedor se extendía a través del puerto, procedente de la fabrica de tiburones; pero hoy no se notaba más que un débil tufo porque el viento había vuelto al Norte y luego había dejado de soplar.

Era agradable estar allí, al sol en la Terraza.

–Santiago –dijo el muchacho.

–Que –dijo el viejo–. Con el vaso en la mano pensaba en las cosas de hacía
muchos años.

–¿Puedo ir a buscarle sardinas para mañana?

–No. Ve a jugar al béisbol. Todavía puedo remar y Rogelio tirará la atarraya.

–Me gustaría ir. Si no puedo pescar con usted me gustaría servirlo de alguna manera.

–Me has pagado una cerveza –dijo el viejo–. Ya eres un hombre.

–¿Qué edad tenía cuando me llevo por primera vez en un bote?

–Cinco años. Y por poco pierdes la vida cuando subí aquel pez demasiado vivo que estuvo a punto de destrozar el bote. ¿Te acuerdas?

–Recuerdo cómo brincaba y pegaba coletazos, y que el banco se rompía, y el ruido de los garrotazos. Recuerdo que usted me arrojó a la proa, donde estaban

El Viejo Y El Mar - Ernest Hemingway(Libro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora