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Llevó una de sus manos hasta el borde del cuello de su jeogori, tratando de aflojarlo levemente. Empezaba a sentirse asfixiado, las paredes de su despacho empezaban a cerrarse sobre él y los imponentes caracteres chinos de los pergaminos comenzaban a distorsionarse mientras más los observaba. Eso sin mencionar el punzante dolor de mierda que acaparaba su cabeza sin cesar.
BaekHyun mentiría si dijera que no estaba cansado, sin embargo, tampoco lo admitiría en voz alta. Era su deber como líder del imperio el mostrarse siempre seguro de sus decisiones, no doblegarse ante las inseguridades y gobernar con sabiduría. Siempre había sido así, desde que heredó el trono a sus escasos veintitrés años, mostrándose más fuerte de lo que en realidad era, y quizás solamente lo hizo por la mera satisfacción de cerrarle la boca a todos aquellos que insistían con el tema que estaba demasiado joven como para tomar las riendas de un imperio tan grande como lo era Goryeo. Aunque esa clase de opiniones se habían extinguido cuando les demostró su capacidad de liderazgo a todos sus súbditos, siendo acertado con sus palabras y no precipitándose ante las situaciones.
Ahora, con veintiocho años, se podía considerar que era un emperador que había ganado cierto cariño y respeto por parte del pueblo, o eso había creído hasta hacía unos cuantos meses. Para nadie era un secreto que el antiguo emperador y fallecido padre de BaekHyun se dejó cegar durante los últimos años de su gobierno, se había convertido en un hombre egoísta que solamente velaba por sus propias necesidades sin importar a costa de quien lo hiciera, incluso si eso significaba dejar de lado y descuidar ciertas provincias del imperio. Lo que más le dolía a BaekHyun era que el hombre ni siquiera se arrepintiera de sus acciones y que sus últimas palabras estuvieran relacionadas con algo similar a seguir con su legado, cosa a la que se negó rotundamente.
Por eso mismo se sobreexigía, porque lastimosamente no quería seguir los pasos de su padre ni cegarse por la codicia y el poder. Por mucho cariño que le haya tenido a JunHyun en vida, el hombre también lo había decepcionado en altos niveles. Y en ese mismo momento estaba despreciándolo inconscientemente, porque el jodido problema era culpa de su padre, quien había hecho y deshecho todo a su antojo sin pensar en que luego sería él quien tendría que solucionar el puñetero problema.
Lo más lamentable de todo era que no podía ir al mausoleo de JunHyun y reclamarle como debería, su madre, los ancestros y guardianes de la familia seguramente le lanzarían alguna clase de castigo para que aprendiera a respetar el eterno descanso de los espíritus y sinceramente, no estaba de humor como para lidiar con una lección de valores morales.
—Siento interrumpir, majestad. —dijo una voz conocida, sacándolo de sus pensamientos. —Llamé varias veces, pero no respondió, así que me tomé la libertad de entrar. —aclaró terminando de cerrar la puerta corrediza de madera detrás de él.
—Lo siento, estaba distraído. —se excusó reacomodándose sobre su asiento.
—Te ves como la mierda. —volvió a hablar sin moverse en ningún momento de su lugar cerca de la puerta. BaekHyun alzó una ceja ante las palabras de su consejero sin evitar observar los diferentes pergaminos que yacían sobre su brazo derecho y supo que su día iría de mal en peor.
El castaño empezaba a plantearse si debía despedir a KyungSoo, porque el tipo de ojos saltones parecía disfrutar el llevarle malas noticias o algo por el estilo, recalcándole todos los días el mal aspecto que tenía o simplemente hacer con él lo que quisiera. Sin embargo, KyunSoo era eficiente en su trabajo, y por debajo de todos esos ceños fruncidos, ácidas palabras y constantes reproches, el tipo tenía una que otras palabras de aliento y buenos consejos cuando realmente era necesario, lo apoyaba a pesar de tener otro punto de vista y más que todo, BaekHyun le tenía cariño.
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Moonlight [ChanBaek / BaekYeol]
Fanfic-Deberías cambiar tus hábitos, recuerda que debes proteger a su majestad. No te lo tomes tan a la ligera, Park ChanYeol. -No me tomo mi trabajo a la ligera. -afirmó. -Nunca me perdonaría si algo le llegase a pasar a su majestad. -Eso dices ahora...