Capítulo 6|Sacrificio Silencioso

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Conozco esa cara, mis cortinas blancas del balcón daban, justo donde lo necesitaba, la habitación de la hija de los Hale. Su cuerpo se balancea por la habitación mientras comienza a vestirse, no veo nada mi conciencia y respeto no me permite ser tan cabrón. Pero veo como al final de vestirse sale hermosamente vestida. Su rostro se alza al sol y es como una señal para este que la ilumina más briollosamente dejándome a mi envidioso de los rayos que tocan su piel. Con una idea en mente me desvisto, sacó un cigarrillo y despeino mi pelo antes de salir sin mirarla para disimular que está. Y cuando la miro sus ojos ya están en mí evaluándome completamente

Dios, espero que le guste lo que ve porque a mí me gusta lo que estoy viendo.

Da una respiración lenta y se gira adentrándose a su habitación nuevamente, así que la emite sonrió apagando el cigarrillo y mis manos se posan en mi cintura a la vez que la puerta de mi habitación se abre y Melisa entra

—Estoy jodidamente segura que hace diez minutos te deje vestido —me mira de arriba abajo con asco y molestia —llegaremos tarde, estoy en tiempo de exámenes

—Solo es ballet Melisa —solo una palabra hace falta para que su rostro se transforme en enojo y su dedo me señala a la vez que se acerca a mí.

—No. Es. Jodidamente. Ballet —cada grito lleva un empuje de sus dedos y si no fuera mi hermana, esta mujer estaría cayendo del balcón hace tiempo —Deja de minimizar mis sueños

—Si quieres ser profesional moveré mis hilos para ti

—No quiero, somos ya lo suficientemente llamativas Adam —da un paso detrás —escucha, esto es importante, yo. Aplique para una beca en Italia para la academia

—Ya hemos hablado de eso, no irás a Italia —pasó a su lado recogiendo mis prendas para volver a ponérmelas —eso no entra en discusión, lo sabes

—Quiero ser bailarina profesional

—Entonces moveré los hilos para ti

—¡Joder que no! Yo quiero ganármelo Adam, quiero que me fuercen en el ballet a salir de mi zona de confort, quiero que mis dedos sangren y que cuando termine de bailar un público se levante y aplauda por mi baile.

—¿Qué pretendes que te mande a donde los Italianos? ¿Los mismos con los que estoy en guerra actualmente? —sus palabras se ahogan al no poder refutar eso —no irás a Italia, escucha Melisa, amas el ballet tanto como yo amo la mafia que padre dejó en mis hombros, pero primero tu seguridad y después está la mafia. Ahora repítelo.

—Primero mi seguridad —se queda en silencio antes de que sus ojos se cristalicen —luego el ballet

—Sé que es duro, pero es lo que somos —me acerco y beso su frente como hago siempre que ella duda —Primero la familia y luego lo otro, sabes las reglas

—Estoy cansada de las reglas Adam

—No te diré nada más —señalo la puerta —estaré en cinco minutos con ustedes dos.

—Hoy encontraron el cuerpo de uno de los trabajadores en su casa —se detiene a mirarme fijamente —¿debo preocuparme de que esa persona fuiste la última con la que estuviste? —sonrío, es inteligente. Siempre lo fue.

—Melisa —me acerco lo suficiente como para quedar de nuevo cara a cara con ella, mi mano roza su mejilla antes de deslizarse por su pelo y apretar con fuerza haciendo que su mano se pose en mi muñeca —No quieras beberte la sopa caliente hermanita, no quieras quemarte la lengua —la suelto con poca gentileza

—Solo era una observación

—Entonces comienza a observar academias buenas en California por qué no creo que la beca de Italia sea tu mejor opción

—Eres un imbécil

—También te quiero —le lanzo un beso —ahora largo


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El sonido de la radio es lo único que se escucha, Melody está enfocada con sus audífonos mirando, no sé qué, mientras Melisa está concentrada en su móvil.

Me están aplicando la ley del hielo

—Melody —la llamo, pero me ignora, sé que me escucha —¿Se puede saber qué te hice a ti?

—Escuche lo que le dijiste a Melisa —sus manos van rápido a su boca al ver que cortó con la ley de hielo —¡No es justo!, sabías que iba a responder.

—Que tu hermana esté enojada no quiere decir que tú debas estarlo cielo —la engatusó —ambas, aunque se enojen, saben que lo que hago es por su bien.

—No siempre estarás ahí —susurra Melisa

—¿Perdona, y donde se supone que este?

—Quizás muerto... —aprieto el volante —no explotes, estamos en la calle

—Entonces no digas mierda de la que no puedes hacerte responsable

—Escucha, sé que esto es importante para ti, somos los Black. Todos esperan lo peor de nosotros y tienen sus razones.

—No, no tienen razones, no les hemos hecho nada a nadie que no sea de nuestro jodido mundo, nuestro historial está limpio, ni policías, ni pistas y cada que un policía trata de pasarse de listo contamos con el poder de neutralizarlo.

Se queda en silencio sin discutir, me gusta más que discuta a que se calle sinceramente, pero así era Melisa, Si se sentía amenazada o acorralada callaba y bajaba la cabeza como si fuera un jodido perro y los Black no somos perros.

—Levanta la cabeza Melisa —hace lo que ordene —No matamos inocentes —El grito en la parte de atrás me hace mirar por el espejo retrovisor a Melody

—¡Dijiste matar! Mi profesora dice que matar es malo

—cariño tu profesora es una monja de setenta y cuatro años —le recuerdo —para esa gente mayor, todo es una mala palabra.

Aparcando delante de unos de los colegios más caros y prestigiosos de California, me giro hacia ambas

—Estoy a una llamada, sus guardaespaldas están donde siempre, al salir abra un vehículo esperándolas. Por favor, no quiero sorpresas por hoy. Suerte en el Ballet a ambas

Melody baja por su cuenta brincando mientras se aleja unos pasos del vehículo esperando a Melisa

—Es como un perrito —Murmura

—Trátala bien, eres lo único femenino en su vida —asiente a mi pedido y cuando está por bajar atrapó su mano —¿Estamos bien?

—Eres un estúpido, pero es normal. Eres el jefe de la mafia romana y gobiernas California de paso, sé que tienes mucho en tus manos y sumándonos a nosotras ya es mucho

—No son una carga —le aclaro como siempre

—Lose, pero tampoco pedimos esta vida —y sale del vehículo

Yo tampoco pedí esta vida Hermana.

Las mujeres, no las entiendo. Mi madre siempre lloraba cuando mi padre salía de casa; sin embargo, no entendía, mi padre me había dicho que mi madre al inicio de su relación siempre tuvo una opción de salida, mis hermanas. No la tienen, nacieron Black, están en el ojo público de todos y no dejaré que nada ni nadie les haga daño.

Los Black han sabido manejarse con los negocios, miles de investigaciones, buscando la mínima mancha y nunca han podido. Y me niego a que este reinado de años caiga bajo mi mandato.




Mi Perdición © [Resubiendo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora