Capítulo 3

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Iban por las calles tropezando con cada bache, no habían podido coger el coche en su estado, por muy sobria que se sintiera aún sentía el alcohol en su organismo.

-Es aquí -susurró Bianca demasiado ebria.

Pararon delante de una casa de un solo piso, de color azul, con un porche en el que cuelga un balancín. A primera vista parecía acogedora, pero era un barrio bastante conocido por las bandas y el peligro. De todos los sitios en los que Abby se imaginaba que viviría Bianca, este no entraba en su perfil. Decidió dejar ese pensamiento de lado y subió con esfuerzo las escaleras de la entrada y dejó a Bianca con cuidado sobre el balancín.

-¿Hay alguien en tu casa? -dijo Abby intentado ver alguna luz a través de las ventanas, algo insegura.

-Pues claro, somos una familia muy numerosa -exclama Bianca como si no se encontraran pasando desapercibida, rompiendo la tranquilidad de la noche.

Abby abrió los ojos como platos y miró de refilón la puerta de la casa, lo que menos quería era un padre furioso por que su hija había llegado como una cuba a su casa.

-¿Estas loca? Si tus padres se enteran de tu estado, nos matarán a ambas -susurra Abby.

-Tranquila, matarnos sería lo mejor que podrían hacernos -Abby le dedica una mirada fría, no necesita más problemas, llamar la atención es lo que menos busca. Bianca se ríe al ver su expresión y eleva sus manos-. Era una broma, tranquilízate, mis padres son muy enrollados. Además están acostumbrados, si supieras como son mis hermanos... Anda, ¡hola papá!

Una enorme figura se encontraba cruzada de brazos en la puerta, con expresión severa y ojeras debajo de sus ojos oscuros. Sus imponentes brazos oscuros estaban repletos de tatuajes.

Lo primero que le vino a la mente a Abby fue una de las lecciones de su padre, "cada vez que te encuentres con un hombre sospechoso por liderar una banda, y estás sola, corre lo más lejos que puedas y llamar a la policía", un consejo algo inútil para su gusto.

Y lo segundo que pensó fue que ese hombre ni de coña era el padre de su amiga, por la simple razón de que él era de color y Bianca más blanca que el papel.

Carraspeó antes de dirigirle la palabra para poder captar su atención.

-Buenas noches señor, ¿es usted el padre de Bianca? -hizo acopio de todo su valor, aquel hombre imponía mucho y ni el mejor entrenamiento de su padre la liberaría del miedo, más cuando no tiene un arma en mano.

La cara del hombre cambió repentinamente, ahora una gran sonrisa iluminaba su cara, su figura amenazante era más bien cariñosa, como la de una persona viendo cachorritos, este hombre es inofensivo pensó.

-El mismo, veo que has traído a mi osita sana y salva a casa -agarró del brazo a Abby y la rodeó en un abrazo de oso, cuando se separaron, el hombre cogió en brazos a Bianca-. Soy Keagan, adelante, no seas tímida y pasa.

Abby siguió a Keagan hasta la cocina, este sentó a Bianca en una silla de madera blanca y empezó a calentar una tetera y sacar unas hierbas de una despensera.

La casa era muy acogedora por dentro, con un estilo entre vintage y modernos, con las paredes empapeladas en color blanco y azul, repleto de marcos con fotos familiares en donde siempre sale Bianca rodeada felizmente de niños de color y los que son sus padres.

 La cocina es algo anticuada pero bien equipada, mucho mejor cuidada que la casa que tuvo que abandonar Abby y en la que por desgracia tiene que vivir ahora.

-Tu debes de se Abby, ¿cierto?

La pregunta tomó a Abby por sorpresa, la cual estudiaba minuciosamente casa rincón de la casa, más por costumbre.

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⏰ Última actualización: Jul 04, 2016 ⏰

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