~1~Una Nueva Amiga~1~

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Un verano más en la playa.

Sí. Cabarete es más exótico, más cálido, aguas cristalinas, fuertes olas, windsurf, el viento puro del Caribe y toda esa mierda. El punto era uno y solo uno: no me gusta la playa. Es un asco. Hay mil razones para odiar esos lugares del demonio, pero nadie los ve. Solo piensan en como el sol te quema la piel, como el agua te irrita los ojos y la arena entra a tus pantalones... ¡En serio! ¡Qué hay de bueno en esos lugares!

Resoplé sonoramente captando la atención de Cristina, alias "mi madre".

—No entiendo por qué te quejas, la mitad de los chicos de tu edad nunca han venido a las islas del Caribe. Eres privilegiado —dijo mientras embarraba el protector solar por todo su cuerpo, entre su grasa, sus estrías y su celulitis asquerosa. ¡Puag! ¡Cómo puede un hombre besar esas cosas—! Deberías salir de aquí, Carlos. Hay mucho por descubrir ahí afuera. —Cuando notó que yo estaba poniéndole más atención a la manera que estaban dobladas las toallas que a ella, desvió la conversación—: aquí hay tarjetas para tomar lecciones de windsurf esta tarde. Consume una, será divertido.

—Ni siquiera sé nadar, mamá.

—Si quieres compro algunas para clase de natación. Tú decides. —Otra vez resoplé. Ella había venido a pasar tiempo con su marido. A tener sexo desenfrenado con él en cada rincón. Yo no necesito diversión cuando ellos ya van a consumir toda la que trajimos en las maletas.

—Si quisiera aprender a nadar lo hiciera en el instituto, en una mansa piscina. No en esa playa con olas de dos metros —dije sin mirarla y sin reconocer que estaba exagerando. O tal vez lo reconocía, pero fingía no hacerlo.

Mi madre soltó un enorme bufido: ya se había cansado de mí. Se paró con las manos sobre las caderas invadiendo mi linea de visión.

—¿Sabes qué? Haz lo que quieras. Quédate aquí encerrado sin hacer nada. Tú pareces de cuarenta y yo de quince: eres lo más amargado que ha podido existir.

—Bien —dije levantando las manos en señal de rendición—, saldré de aquí, pero más tarde si está usted de acuerdo, madame.

—Solo no te quedes aquí aburrido, ¿sí? —Me dio un beso en la frente—. Sal ahí afuera y conoce una linda chica. —Rodé los ojos ante su insinuación. Salió de la habitación y vi la gloria. ¡Al fin podría dormir en paz!

~~~


Si el mar era furioso en el día, en la noche era el puro demonio. Por un momento sentí que una ola alcanzaría la casa y la destrozaría en diez mil pedazos. Mis progenitores habían salido de discoteca dejándome solo a orillas del mar. No podía dormir con el estruendo del océano y la soledad carcomiendo mi pecho.

Así que decidí salir de la casa.

Tomé mis llaves, me puse unos zapatos y salí sin rumbo alguno. Eso sí: siempre en dirección opuesta a la playa. Comencé a contemplar la belleza del lugar en el que me encontraba. Las luces, el cielo nocturno, la brisa fresca del mar golpeándome y el olor de las julianas sembradas en todos los alrededores. ¿Por qué no me gustaban las vacaciones? ¿Acaso esperaba algo más que toda esta perfección? Mis padres ahorraban todo el año para alquilar una casa a orilla de alguna playa, ¿qué esperaba yo más que eso? ¿No era ya demasiado?

Mis veranos se habían basado en quejas y sufrimiento sólo porque yo lo había decidido así. Si hoy decidía que este sería el verano, así sería. Pero, ¿saben qué? No lo hice, no tomé esa decisión.

—¿Estas perdido, pequeño? —La voz de una chica me sacó de mi mente. Me quedé quieto, esperando a que hiciera lo que fuera a hacer—. ¡Ay! ¡Lo siento! No quería asustarte. Es que la primera vez que vine aquí yo también me perdí. —Me di la vuelta con lentitud para encontrarme con una chica mayor. Por alguna razón fue lo único que pude notar: era mayor y me estaba hablando—. Mi nombre es Julianne, ¿y el tuyo?

—Carlos —susurré extendiéndole mi mano. Empecé a observarla. Me llevaba unos centímetros de altura (cosa que no era difícil porque yo era un descendiente de los pitufos), llevaba su pelo crespo suelto y muy, muy desordenado; además tenía grandes pechos y piernas firmes, sin una gota de grasa, estrías y celulitis. Si no hubiese sido por su abundante acné y su nariz enorme, pudiera decir que era perfecta.

—Es un placer conocerte, Carlos. —Me estrechó la mano, pero la retiró rápido porque la tenía sudada. ¿A las chicas le sudan las manos—? Entonces, ¿no estás perdido? —Negué con la cabeza como respuesta y ella chasqueó la lengua, gimió pensativa y señaló una gran piedra que había a orillas del camino—. ¿Nos sentamos ahí?

—Sí, claro —dije fingiendo emoción y, al mismo tiempo, rogándole al cielo que hubiera parecido natural. Si no lo fue, ella lo ignoró.

Un silencio se extendió entre ambos, ella miraba hacia el horizonte como si hubiese algo escrito allí.

—Es tu primera vez aquí. —Pudo ser una pregunta, pero, fue más bien, una afirmación.

—Sí. —Me limité a mostrarme de acuerdo.

—¿Cuánto tiempo estarás por aquí? —preguntó.

—Dos semanas.

—Seamos amigos, ¿qué dices? —Su propuesta me tomó por sorpresa. Éramos, literalmente, dos desconocidos. Sin embargo, mi madre me había mandado a conocer una chica. Y, aunque nunca he sido un hijo obediente, no estaría mal empezar hoy.

—Claro —dije. Ella rió.

—Eres un hombre de pocas palabras. Y, en vista de tu altura, peso y color amarillento, también de poca comida. —Abrí mis ojos cuando dijo esto. ¡Me estaba juzgando—! Era un chiste, me pareces atractivo así de flaquenco. —Rió otra vez. Yo comencé a observarla—. Nos veremos cada día, aquí, a esta misma hora.

¡De madrugada! pensé. Pero no lo dije, solo asentí.

—De acuerdo. —Se quedó pensando un momento.

—Excepto el dos de julio.

—¿Qué? —solté con confusión. ¿Qué hay el dos de julio? ¿Preparativos para el cuatro de julio?

—Justo eso que oiste. No preguntes. —Suspiró con algo de pesar—. Quizás este se a el verano... —Y aunque no terminó la oración, pude comprenderla a la perfección.

—Yo también deseo eso.

Con mi alma.

Dos De JulioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora