Emma y las nebulosas

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Emma era azul

y morada

y rosa.

Emma lloraba, pero no tenía porqué llorar.

A Emma le dolía, pero no tenía porqué dolerle.

Emma escondía nebulosas en su piel,
en sus brazos,

en su espalda,

en sus muslos,

en su vientre.
Y no tenía porqué esconderlas.
Las nebulosas de Emma eran hermosas.
Él le decía que era hermosa, por eso le pintaba nebulosas.

Emma no tenía porqué estar triste. Emma tenía nebulosas que la hacían hermosa.
Emma le tenía a Él, que le pintaba nebulosas para hacerla hermosa.
Emma no tenía porqué llorar.

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