Hecho totalmente de cristal; las puertas relucían con unos pomos en forma de arco adornando la superficie. Las paredes del mismo material, reflejaban a una chica rubia de mediana estatura junto a un hombre de larga edad, barba blanca corta y espesa.
-Podemos dejar eso para más tarde. –El hombre dio media vuelta y me miró con esos ojos color plata. – O puede ser que no nos veamos más, el rey decide.
- Muy bien. – Asentí levemente con la cabeza. – Sólo quiero saber una última cosa.
Él se limitó a enarcar una ceja.
-¿Qué?
-¿Cómo se llama?
- Lance. – Dio media vuelta y se encaró hacia la puerta.
-Gracias Lance, por cuidarme estos días y darme cobijo en tu casa. Dale a tu mujer las gracias de mi parte. – Mis labios dibujaron una sincera sonrisa. Ellos me habían salvado de una situación peliaguda, así que nada mejor que agradecérselo en el último momento.
-De nada. Descuida, se lo diré a Annabeth. – Lance dio media vuelta y se encaró hacia la puerta, giró la cabeza y me sonrío levemente. Comenzó a recitar una frase en otro idioma. Francés, parecía ser.
- Comme soldat retraité, je demande au roi qu'il m'ouvre ces portes.
De repente, los dos portones se abrieron de par en par, dejando una luz cegadora providente de dentro del palacio. Un hombre alto, con espalda ancha y un traje azul celeste se dirigió hacia nosotros. Tenía el pelo totalmente blanco, y sus ojos relucían con un tono grisáceo.
-Bonjour. Qui est? – La voz sonaba con eco, como si estuviera dentro de una catedral; los susurros se extendían por mis oídos.
- J'ai Lance. Bonjour.
-Qu'est ce que tu veux? – Se inclinó hacia mí y enarcó una ceja. – Qui est elle?
-Hola. –Me limité a decir, avergonzada de no entender nada.
- Parece ser que no entiendes el francés. – Dijo él, cambiando de idioma. Negué con la cabeza, sintiéndome pequeña ante un hombre tan alto.
- Es una forastera. Venimos a reportarla ya que no logró pasar la barrera. –Los ojos del guardián se posaron en mí como flechas.
- Muy bien, síganme. – El hombre dio media vuelta y se adentró tras las puertas. En cuanto Lance y yo entramos, un estrepito me hizo sobresaltar; miré hacia la puerta, y ésta se había cerrado sin ayuda alguna.
Los adentros del palacio eran impresionantes: grandes fuentes de cristal que contenían agua plateada, iban cayendo de arriba abajo de la cascada; el suelo y el techo abovedado, relucían con el mismo material. Seguíamos un pasillo ancho, dónde las paredes estaban ocupadas por cuadros, que contenían, en mayoría, pinturas sobre dragones. Mis botas resonaban y hacían eco cada vez que pisaba el suelo lúcido, mientras que Lance y el guardián se movían ágilmente, sin hacer ruido alguno. Mientras caminábamos, me di cuenta de que la pared era translúcida, el paisaje verde destacaba entre las casas que se situaban en él. Finalmente, llegamos a una sala circular donde dos tronos se situaban en el centro, donde un hombre con aspecto canoso y ropas reales se sentaba en la parte izquierda. Llevaba un jubón blanco junto con una capa plateada que se escondía tras sus espaldas, y una diadema dorada que le rodeaba la cabeza. A su lado, en el trono derecho, se sentaba una mujer castaña, pelo recogido en un moño minuciosamente bien hecho, adornado por una corona dorada en su crin. El hombre que nos guiaba paró en seco, situándose en el centro de la sala, arrodillándose frente al trono.
-Messier, le soldat retraité Lance est ici. – El rey miró a Lance y sonrío, y éste le devolvió la sonrisa. Pero sus ojos toparon con los míos, y vi en su cara un deje de curiosidad.
-Qui est toi?
Suponiendo lo que estaba diciendo, abrí la boca para contestar, pero antes Lance me dio un leve codazo en el brazo, haciéndome gestos para imitarle.
-Hola, me llamo Layla Belmond. – incliné ligeramente el cuerpo a modo de reverencia y vi de reojo como Lance pronunciaba una sonrisa satisfecha.- Lo siento señor, pero no sé nada de francés.
El rey asintió y prosiguió hablando en español.
-Bien, en español, entonces. –Sonrió y se dirigió hacia Lance. No entendía la facilidad con la que lograban cambiar de idioma y hablarlo con tanta claridad. - ¿Cuál es el motivo por el cual has llevado aquí a esta linda muchacha, Lance?
-Señor, encontré a Layla a las afueras de la ciudad, justo en el límite de la barrera. Parece ser que no consiguió atravesarla. Vine aquí para reportarla y asegurarme de que no es una espía de Killen o alguna de sus esbirros.
-¿No pudo pasar la barrera? – El soberano alzó las cejas, sorprendido, y entornó la cabeza hacia su mujer.- ¿Evelyn, podrías comprobarlo?
- Déjame ver. – La monarca se levantó y se situó enfrente de mí. Poco a poco, extendió el brazo y puso su mano encima de mi pecho, donde se ubica el corazón. Cerró los ojos y frunció el ceño, como si estuviera escudriñando lo que hay dentro de mí. Me percaté que tenía arrugas aparentemente visibles junto a la comisura de los labios, pero en el cabello no se avistaban canas. Al cabo de unos incómodos segundos, abrió los ojos y apartó la mano.
- Está limpia.- La voz era firme y suave, como lo era la de mi madre.
-¿No es una espía? ¿Ni una secuace? –Lance abrió los ojos.
La reina se limitó a negar con la cabeza. Dio media vuelta y se volvió a sentar en su sillón, de respaldo alto y ancho.
-Tú no eres de la Tierra. Tu corazón es diferente, y tu sangre fluye con más fuerza- Eres de aquí.
-¿Acaso me has mentido sólo para verme, Layla Belmond? –Espetó el monarca.
-¡No! ¡Yo no nací aquí! – Intenté que mi voz pareciera sosegada, pero entre la sorpresa y la confusión, parecía más bien un grito- Yo nací en la Tierra, a las afueras de una ciudad llamada Barcelona.
-La verdad – el rey frunció el ceño y se acarició la barba, del mismo tamaño que Lance.- Es que no pareces lo bastante entrenada como para ser de aquí, sin embargo, según dice mi esposa, tienes el potencial suficiente como para ser una de mis soldados.
-¿Qué? ¡Yo no tengo ni idea de lucha! ¡No tengo siquiera esos poderes extraños que tiene todo el mundo! – A medida que avanzaba la conversación estaba más perpleja. ¿Cómo voy a ser de un planeta que acabo de conocer ahora?
- No sé la razón por la que te llevaron a la Tierra, pero eres de Neolón. Ahora te lo demostraré. Llamad a Mike. – El hombre parecía muy seguro de sí mismo, pero yo no lo tenía claro. Tenía que estar equivocado. Yo nunca he pertenecido a éste lugar y no tengo poder alguno.
Pasaron unos segundos, y cuando el rey estaba a punto de abrir la boca para replicar su ausencia, un ruido se escuchó en el fondo del pasillo. No provenía del suelo, si no que era un batir de alas. Alguien venia volando directo a la sala. Miré al rey, y vi como esbozaba una sonrisa amplia.
-Ya está aquí.
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Lágrima de cristal
FantasiaLayla, una chica de 17 años, se ve involucrada en una larga búsqueda a causa de la desaparición de su hermano Hugo. A raíz de eso, aterriza en un planeta completamente desconocido y descubre que no es del todo normal. Conoce algunos personajes que...