Pasamos por el mismo pasadizo en el que vine, torciendo hacia la izquierda en vez de a la derecha. Atravesamos otra sala monocromática, rodeada de cristales y una luz en forma de araña en el techo. Salimos por una de las puertas frontales, en un jardín rectangular que no mediría más de la mitad que mi casa. Ladeé la cabeza, y paré en seco. Unas bestias gigantes estaban sentadas en una parcela cuadrada llena de paja, por lo que parecía ser su nido. Eran enormes, un poco mayores en tamaño que los caballos. Sus alas estaban recogidas y ocupaban la mayor parte de su cuerpo, y un gran pico se asomaba en una cara de águila. Empezaba a pensar que era una especie de águila gigante, pero su cuerpo color miel no tenía plumas, y una larga cola le asomaba por la parte trasera del cuerpo. Se podría decir que era una mezcla de león y águila. Impresionante. Una de esas bestias posó su mirada en mí. Dí un paso hacia atrás.
-¿Qué... Es?
- Son Hipogrifos.- Dijo Mike, colocándose unos guantes de cuero.- Están en peligro de extinción, así que solo se reservan para los palacios de ciudades importantes.
Alargó la mano derecha y la posó sobre el pico de uno de los hipogrifos. Éste movió la cabeza en señal de asentimiento, y Mike sonrió.
-Ven, no tengas miedo. – Hizo un gesto con la mano para que me acercara. – Ponte este guante y acércate lentamente hacia él.
Me puse el guante y me coloqué delante del animal, con cierto pavor.
-Muy bien, ahora extiende la mano y acaríciale el pico suavemente. – Me sobresalté al ver que Mike se situaba detrás de mí de nuevo, susurrándome.
El glifo agitó la cabeza levemente; aceptando mi solicitud, así que me agarré de su melena y me aupé a su lomo. Segundos después, el chico de fuego ya estaba delante de mí.
-Agárrate bien, porque los glifos no llevan amarres.
Intuitivamente, me agarré a su cintura, observando cómo la bestia se alzaba y empezaba a alejarse de tierra firme. Irina iba a nuestro lado, volando.
El espectáculo era asombroso. El viento me rozaba la piel a la vez que íbamos volando por encima de campos y casas, diminutas desde mi posición. La mayor parte del paisaje se basaba en llanuras verdes y pueblos pequeños, y de vez en cuando, un castillo, apartado, unos kilómetros más allá.
Paramos en un arroyo no muy grande, junto a un bosque frondoso, a varios kilómetros de distancia hasta el pueblo más cercano.
-Pararemos un momento para descansar, se está haciendo de noche.
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Lágrima de cristal
FantezieLayla, una chica de 17 años, se ve involucrada en una larga búsqueda a causa de la desaparición de su hermano Hugo. A raíz de eso, aterriza en un planeta completamente desconocido y descubre que no es del todo normal. Conoce algunos personajes que...