Impostora

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Ya había anochecido y la luz de la fogata daba una sensación de calidez a quienes la rodeaban, algunos conversando, otros dormitando, parecía un ambiente perfecto, una reunión entre amigos aunque estuvieran presentes un grupo ajeno al del hanyou, Rin estaba sentada un poco alejada de los demás, Jaken aun más alejado y Sesshoumaru... él estaba a metros de distancia, calculando cuanto tiempo tendría que perder junto a esos sujetos, deseando que el asunto del maldito cumpleaños terminara de una buena vez.

La niña miraba interesada la llama de la fogata, notando los diferentes matices de rojo que jugaban por la brisa que la golpeaba, en ocasiones buscaba el rostro de la sacerdotisa, desconfiando de esa sonrisa, no creyendo las palabras que la chica pronunciaba, esa mujer no era la señorita Kagome... no era a quien ella había elegido para ser su madre, pero por alguna extraña razón había engañado a todos sus amigos, al señor Inuyasha, hasta el señor Sesshoumaru no parecía ver la diferencia, pero estaba segura de que no se equivocaba, de que ella no era la joven que entró en la cueva horas atrás, la que le confió cuidar los fragmentos de la perla hasta su regreso...

No...

No podía ser ella...

-No soy yo...

Kagome seguía golpeando la barrera tanto que se lastimó la mano, dejando caer unas pequeñas gotas de sangre que mancharon las rocas bajo ella, ya no podía ver a sus amigos pero sabia que estaban cerca, aun podía sentir los fragmentos de la perla que le entregó a Rin, palpitando débilmente a metros de distancia... golpeó por ultima vez para luego caer de rodillas, no sabia que hacer, que estaba ocurriendo en realidad, de un momento a otro cuando quiso salir ese extraño poder se lo prohibió, no dejándola atravesar la salida, viendo con sorpresa que una persona idéntica a ella tomaba su lugar, conversando con sus amigos, sonriéndoles... por dios...

¿Por qué nadie se daba cuenta?

Inuyasha...

¿Por qué no podía ver que no era ella en realidad?

Rin decidida y sin atraer la mirada de los demás se levantó de su asiento, alejándose de ellos, siendo descubierta sólo por un par de ojos dorados, el youkay notaba desde hace tiempo extraña a la niña, eso que le dijo con respecto a la mujer aun no podía entenderlo, él no notaba ninguna diferencia en la humana, era igual de molesta, esa sonrisa desagradable y ese olor repugnante aun estaban presentes en la sacerdotisa, entonces ¿Qué era lo que la niña podía ver? ¿Qué la hacia desconfiar a tal punto que ni siquiera se acercaba a la chica como antes lo hacia?

Siguió los pasos de la pequeña en silencio, sin querer interrogarla de su actitud, un poco interesado en el destino de su camino, viendo como la niña se detenía al frente de la cueva, parecía buscar algo, tratar de descubrir algo inspeccionando ese lugar, pero no había nada a la vista, ninguna presencia, nada que fuera diferente al momento en que llegaron a ese sitio.

-¿Qué haces?

-Señor Sesshoumaru...

Se volteó viendo al demonio tras ella, no había notado el haber sido seguida pero sintió algo parecido a la felicidad al ver que precisamente era él quien la descubriera.

-Estaba mirando la cueva.

-¿Por qué?

-No lo se, algo pasó acá... la señorita Kagome no es la misma desde que entró.

Kagome escuchó esas voces, viendo borrosamente tras la barrera dos siluetas diferentes, una era pequeña, la otra era más alta... sonrió al ver que se trataba de Rin y sintió un residuo de alivio en su interior al reconocer al youkay, entonces volvió a golpear, sabiendo que era inútil pero queriendo de todas formas llamar su atención, por favor, que pudieran verla, que pudieran escuchar su grito de auxilio... que no la dejaran abandonada en ese lugar una vez más...

QUIERO UNA MAMÁDonde viven las historias. Descúbrelo ahora