3. Mía

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Era un día más en el colegio, un día común y corriente...

Me sentaba atrás, aunque tenía problemas visuales, lo hacía.

Como era de esperarse cada profesor era obligado por mis compañeros a mostrar nuestros promedios finales.

Pero a mí no me interesaba, era de esperarse que desaprobaría todas las materias.

Olvidemos eso y... ¡no me pregunten como me fue!, porque ese día pasó algo interesante en el receso de las 9:45 am. Ese día como nunca, pero como era de costumbre...

Los chicos "inteligentes" se reunían entre ellos, las chicas bonitas entre ellas, los que tenían dinero entre ell@s y así sucesivamente...

¿Y yo? Yo no era inteligente, no era bonita, no tenía dinero, por lo tanto, no pertenecía a ningún grupo.

Pero si había un lugar para mí, aquel lugar que con el tiempo se convertiría en el mejor del mundo: los maravillosos servicios higiénicos. Descubrí que podía estar ahí todo el tiempo y nadie se daba cuenta, nadie me lastimaba con sus palabras (excepto yo misma).

Entonces... fui a los servicios y estando ahí recordé la inigualable y hermosa sensación del día anterior.

Si se preguntaban sobre mi "plan de venganza"... lo había rechazado. Aceptar a Mía como mi amiga, solo por querer llamar la atención de los chicos era algo que odiaba porque me hacía sentir una chica más del montón.

Pero... lo volví a pensar, lo volví a desear. No aguanté, entré y me encerré.

¿Y qué creen? Sucedió algo inusual, tuve un enfrentamiento conmigo misma...

Una parte de mi deseaba seguir alimentándose, consideraba a la "comida" como su amiga.

"Ella no tiene la culpa porque en los momentos más tristes de tu pequeña vida estaba junto a ti" -argumentaba una parte de mí -.

Mientras que la otra parte que deseaba seguir a "Mía" decía:

"¡Pero si estás gorda! ¡Por eso estás sola! ¡No te das cuenta! ¡Estás G-O-R-D-A!".

¡Sí! como se dan cuenta, ya no eran "otros" mis agresores, era yo misma.

Sentí que mis lágrimas caían, sentí que el dolor y la confusión se apoderaron de mí. Necesitaba hacerlo, necesitaba satisfacer mi necesidad, mi deseo.

¡Sí! lo hice una vez más, entre lágrimas vomité todo lo que había comido.

¿Qué sentí? Sentí esa sensación inigualable, el cual ni el mejor chocolate consiguió hacerlo.

Hacerme daño era algo hermoso: me hacía ver la realidad, me gustaba sentir esa liberación de lo que tenía dentro de mí...

Recuerdo que terminé con los ojos rojos y llorosos. Nadie se dio cuenta, parecía que estaban ciegos y fue ahí en ese momento que me di cuenta de algo.

¡El mundo estaba a mi favor! Podía seguir a Mía y nadie se daría cuenta. Solo era cuestión de leer tips y tratar de hacer menos ruido a la hora de devolver la comida.

Pasé el resto del día en el aula, en el almuerzo comí todo, y, al finalizar, fui al baño y vomité todo lo que había comido.

**Fue así de simple cómo "Mía" se convirtió y se consolidó oficialmente en mi mejor amiga.**

♥♥♥

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