4. Día anormal.

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Pasaron semanas y mi lugar favorito seguía siendo el mismo.

Mi amiga aún continuaba conmigo... Había tenido días un tanto buenos (fueron algo anormales), les compartiré uno de esos días "anormales".

Era la hora de deleitar los exquisitos manjares que preparaban en el comedor de la escuela, me dirigía hacia mi lugar cuando de pronto mis compañeros y "compañeras" me llamaron a sentarme al lado de ellos. Yo digo que fue algo "anormal" porque siempre almorzaba con la compañía de chicos que no conocía...

La cosa es que me senté con ellos y trataron de hacerme sentir bien, cosa que también consideraba anormal porque siempre me tomaban poca importancia.

Almorcé, las chicas me acompañaron a los servicios ¡No piensen que dejé de hablar con Mía por ese día! Ese día también lo hice, no iba a ser la excepción.

Ustedes ya saben a qué me refiero, ¿Cierto? Hablar con Mía... significa vomitar...

Continuemos, mis queridísimas compañeras me esperaron y me invitaron a estar con ellas, y, ¿qué creen?

¡Si! ¡Lo que estás leyendo! ¡Me invitaron a estar con ellas! Pero era totalmente evidente que yo nunca, jamás en mi vida, aceptaría esa invitación.

Ellas eran superficiales y muy delicadas, claro que yo también lo era, pero en grados menores; aunque a veces pienso que era masoquista conmigo misma (no me juzguen).

No pertenecía a esos círculos de amigos, era imposible encajar con ellas.

Rechacé su "magnífica" invitación y enseguida las abandoné.

Era fin de semana y se aproximaba algo especial.






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