"Destrozada"

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Era curioso encontrarme mirando por la ventana, observar como caían las gotas de lluvia, luego de todo la lluvia me había traído paz, no dejaba de hacerme sentir culpable después de ese día, ni todas mis palabras dedicadas en su honor, ni mis desvelos me mantenían relajada como lo hacía esa lluvia de Junio, tan lenta, tan pausada como mi muerte y entonces una vez más la taza resbaló de entre mis manos, cayó sin detenerse lista a estrellarse contra el frío suelo.

-Maldita sea -susurré, pues sin importar cuantas veces ocurrió en el pasado ahora parecía haber sucedido a propósito.

En días pasados mi marido o L como le llamaba desde hace poco, me miraba con el semblante preocupado, con los ojos clamando un nuevo destello de vida en mí, pero... al parecer la Lisa dispuesta a reconstruir el camino se había largado lejos, muy lejos. A veces por las madrugadas llamaba de nuevo al teléfono de Michael esperando a escuchar su voz por lo menos una vez más, ese mensaje tan simple era mi salida de escape cuando la desesperación dejaba de robarme el sueño para comenzar a meterse con mi poca coherencia.

En ese momento, con el teléfono en mano había marcado de nuevo luego de ver a L marcharse a una comida o algo por el estilo, escuche los tonos, marque extensiones y cerré los ojos disfrutando de la tesitura dulce de su voz:

Hola, soy Michael Jackson. Por el momento me encuentro ocupado, probablemente te llame más tarde así que por favor deja un mensaje.

-Hola... Me siento muy estúpida llamando, jamás vas a contestar... y todo se debe a tu muerte... ¿Sabes? Nunca logre imaginarme la vida sin ti, es decir, sin tenerte habitando el mismo planeta o respirando el mismo aire... pero ahora no estás -me quede callada, ese silencio duro un puñado de minutos, los minutos exactos para imaginarlo al otro lado de la línea con el ceño fruncido o el semblante serio -... ¿Lo sabias? Es una pregunta obvia, sabías de esto, de mi dolor al perderte... al hacerte a un lado en realidad, debías saberlo porque si hubieses aparecido en esos años con tu clásica sonrisa yo habría vuelto a caer, sin embargo nunca regresaste. Ahora estoy como una idiota mirando la lluvia caer, hablando por teléfono dejando un mensaje otra vez a quien no volverá a devolver mi llamada y mucho menos escuchará mi mensaje. Michael, desearía tanto traerte de vuelta, al menos para cambiar unos cuantos diálogos de nuestra última conversación, así tal ves tu recuerdo no osaría de empujar me al abismo -me callé-... Hasta siempre, Michael.

Apreté el botón rojo, era patético llamar, era patético repetir el 'Hasta siempre, Michael' pretendiendo sentirme mejor, menos débil, dejar de estar incompleta.

Di media vuelta, las niñas estaban dormidas, se veían tan tranquilas. Finley abrió los pequeños ojos verdosos.

-Hola cariño -le hable como si me entendiera de verdad. Hizo pucheros, la mire con ternura arrullando su frágil cuerpo-, no llores... todo está bien.

-¿Mamá? -la chica rubia de ojos azules y sonrisa afligida dio pasos rápidos hasta mi encuentro. Abrió los brazos acunando mi roto ser entre ellos.

-Que sorpresa -las comisuras de mis labios se elevaron por primera vez en esos tres días-, ¿Cómo estás?

-Preocupada.

Su mirada recayó sobre mí, sentí las lágrimas hasta el borde.

-Michael te llamo -asegure.

-No, me enteré de algo... al parecer mi corazonada no estaba mal.

-¿Corazonada?

-Conmigo no necesitas guardar apariencias. Todo el mundo esta en colisión, tú eres parte del caos, estoy casi segura.

-La muerte de Michael no es fácil de sobre llevar, pero estoy... -la voz se me apago, las ganas de abandonar todo para volar a Los Angeles y saber como sucedió todo, cuándo se quedo tan solo.

-Te sientes culpable, ¿me equivoco?

No, no se equivocaba. Era extraño encontrarme en una situación como esa, cambiando de roles, cuando era yo la que secaba sus lágrimas, ahora era ella, mi niña quien trataba de consolar a su madre. Era casi inevitable pensar una y otra vez en sus llamadas, en las promesas rotas, todas las lágrimas derramadas y los sueños destruidos, yo había sido parte de caos, pero él era tormenta, gracia, el dolor y la felicidad en miles de maneras. Era una fragancia fresca, embriagadora, un aroma único.

-No, no me equivoco.

Le acaricie el cabello, sentí el silencio abrumador invadir mis sentidos uno a uno, los latidos de mi corazón se hicieron más lentos, parpadee un par de veces.

-Necesito estar sola, ¿puedes cuidar a tus hermanas por favor?

-Claro, si necesitas algo más estoy aquí.

-Gracias, cariño.

Sin perder el tiempo corrí hasta estar en el automóvil. No iba a ningún lugar en específico, me limite a conducir por un par de horas a la velocidad de mis lágrimas.
Imagine a Michael a mi lado, lo vi sonriendo, preguntando si en algún momento lograría conducir sin estrellarse contra nada. Me odie en ese momento, por haberlo abandonado, por haber sido consciente de su tendencias a la melancolía y aún así luchar contra mí misma para no salir corriendo a sus brazos.

Tenía a tantas personas alrededor, por un segundo me permití dejarlo a su suerte en manos de quien quizá nunca lograría entender así como apreciar su complejo mundo de soñador.

Volví a casa. Deje el auto meditando con cuidado la idea rodante de ir a Los Ángeles, suspire mil veces obligándome a guardar la postura pues L probablemente estaría esperándome en la sala formulando miles de preguntas sobre mi paradero o discutiendo con Riley por razones verdaderamente absurdas y aunque no me gustara admitirlo ellos nunca lograrían llevarse bien, pues mi niña a diferencia de Ben siempre manifestó su descontento al haberme comprometido con alguien tan 'diferente' a mí, pero L ciertamente me daba tranquilidad, me hizo pisar el suelo, ver la realidad entre tanto delirio, parecía tan tierno, agradable, estar con él simbolizaba iniciar de nuevo, sin la sombra del amor de Michael.

Abrí la puerta y un chillido estruendoso me hizo salir corriendo a la habitación de mis hijas. Subí las escaleras en un tiempo récord.

-Te lo dije -articulo Riley sosteniendo a una de las gemelas entre sus brazos y meciendo en la cuna a otra.

L estaba por decir algo cuando me vio entrar.

-¿Qué ocurre? -interrogue al instante.

-Nada -respondieron al unísono.

-Iré a darme una ducha -dijo el retirándose de la habitación.

-Riley.

-No fue nada mamá, simplemente les estaba leyendo y ese hombre entro histérico exigiendo le regresará el libro.

-¿Libro?

-Sí -me tendió un perfecto ejemplar de Pinocho.

Mis ojos brillaron, el corazón me latió desbocado.

-¿Hay algo de malo con que lea este libro?

-No -susurre-. Ese libro me lo regalo Michael.

-¿Entonces cuál es el problema?

-Fue Michael Jackson -termine de decir.

JunioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora