Capitulo 2

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Isabel, quién logró tomar entre sus brazos a su hermana, antes de que cayera inconsciente, logró dedicarle una mirada furica a Fernando. Quería agarrarlo a golpes, ¡y a su amante, ni se diga!

-Eres un puerco- fue lo único que pudo decir, tampoco iba a quedarse callada. Él por su parte acomodó su saco y salió como si nada, mientras su esposa reposaba inconsciente en el suelo.

-¡Auxilio, alguien que me ayude por favor!- comenzó a gritar Isabel como loca, mientras intentaba reanimar a su hermana –Mayte, chiqui, despierta por favor- decía dándole suaves golpes en la mejilla –chi por favor levántate-.

Gabriela se percató de lo sucedido por un comentario que escuchó en los pasillos. Subió rápidamente las escaleras, algo había pasado, y se cercioró de eso cuando escuchó los gritos de Isabel.

-¿Qué pasó Isa?- llegó corriendo.

-Mayte se desmayó por una fuerte discusión que tuvo con el desgraciado de Fernando- balbuceó hecha una furia. ¡Donde lo viera, lo mataba! –anda por un poco de alcohol-.

Gaby hizo caso a Isabel, en tanto esta intentaba fallidamente despertar a la rubia, se desesperó ya que temía que algo le sucediera a su pequeña sobrina. Colocó un poco que alcohol que le entregó su hermana, en la nariz para que pudiera oler.

Poco a poco Mayte fue reaccionando.

-¿Qué ocurrió? ¡Me duele muchísimo la cabeza! Esperen, ¿dónde está Fernando? ¡Mi bebé! ¿está bien mi hija?- decía recobrando la compostura.

-Tranquila chiqui, no te pasó nada, solo te desmayaste- agregó Isabel, ayudando a levantarla.

-Quiero matarlo Isabel- exclamaba suspirando –es un mal nacido- buscaba su teléfono.

Al encontrarlo, marcó el número de servicio de su hogar.

-Flor, es Mayte- contestó enfureciéndose una vez más. Isabel le hizo señas a Gaby, mientras ella iba por un té.

-Señora Mayte, me extraña su llamada a esta hora, ¿pasa algo?- dijo la mujer del otro lado del teléfono.

-Pasa que no quiero ni una sola prenda del señor Fernando en MI casa ¡nada!- comentó muy firme en su decisión –preferiblemente antes de que yo llegue a la casa-.

Flor no hizo más que preguntar a donde llevarían todo aquello.

-A su depa, a casa de su madre ¡yo qué sé! No me importa hombre- dilucidó sentándose en el sofá.

-Como usted mande señora. Antes de las 5 pm no habrá ni un solo objeto del señor Fernando en esta casa- y colgó.

Isabel llegó con el té para calmar a su hermana. Ninguna dijo nada, no había nada que decir, las tres se miraron y se abrazaron –no están solas- dijeron Isabel y Gabriela al unísono para luego levantarse y marcharse cada una a su oficina.

Al siguiente día.

Mayte se levantó más temprano de lo común, esa fue la primera noche que pasó sin su esposo y le costó un poco más lograba refugiarse en la paz que le brindaba su pequeña niña.

-Vendrán momentos difíciles- pensaba –pero nada que tú y yo no podamos afrontar mi amor- acariciaba su vientre.

Se arregló y salió a la oficina, habían muchos pendientes en el día que ella debía resolver.

Entre tanto subía, escuchaba rumores por lo sucedido el día anterior, se sintió algo incomoda y se contuvo de responder algunos comentarios por el simple hecho de no empeorar la situación.

Entró a su oficina y se encontró una silueta muy peculiar de espaldas.

Visualizó a su secretaria –Pamela, ¿me puedes explicar que hace este hombre aquí?- cuestionó fulminandola con la mirada.

-Señora disculpe, pero es su esposo, ¿no? Tiene acceso a su oficina- respondió ella zafándose de problema.

Resopló y la mujer salió cerrando la puerta.

-Buenos días- saludó Mayte indignada -¿qué haces aquí?- se sentó.

-Buenos días Teresita. Vengo por mi liquidación, ¿o creíste que vendría a pedirte disculpas o algo así?- saludó él descaradamente.

-Cierto, lo olvidé. Puedes pasar por el piso 4 oficina 2 para hablar con mi contador. Cierra la puerta al salir- agregó ella con la mirada fija en su ordenador, sin ponerle mayor atención al comentario.

Fernando en un ataque de rabia lanzó todas las cosas del escritorio al suelo, tomando una foto de ambos en un portaretrato de cristal y lanzándolo contra una pared. Cayó echo pedacitos en el suelo.

-¿Qué te pasa imbecil, te has vuelto loco?- se levantó ella gritando –¡lárgate de mi oficina ahora mismo, infeliz!-.

-No me voy porque no me da la regalada gana, ¿cómo la vez?- exclamó él, apretándola firme por la cintura, sin importarle si podía lastimarla o no.

-Vete o me veré en la obligación de llamar a seguridad. Entiende que ya tú y yo no somos nada. Métetelo aquí- señaló con sus dedos su cabeza –qué lo que había entre nosotros ACABÓ-.

-¿Ah sí?- se acercó a ella tratando de besarla –tú a mí me cumples cuando me dé la gana, porque hasta que no firme el divorcio no dejas de ser mi mujer, zorra-.

Seguridad llegó, ya que Pamela había escuchado la discusión y se tomó el atrevimiento de llamar.

Quitaron a Fernando del lado de Mayte, y ella respiro profundo –disculpen el hecho de haber presenciado esa escena, pero no quiero que este señor ponga un solo pie en esta compañía- se dirigió a ellos.

-Y a ti el cheque te lo haré llegar en cuanto mi contador verifique el monto de tu liquidación, y hable con mi abogado para firmar el divorcio- dijo recogiendo un poco el desorden.

-No te quedaras con esta, zorra, no te daré el divorció- decía intentando soltarse de los guaruras.

Mayte ignoró lo que dijo y terminó recogiendo el desastre. Sabía que días difíciles estaban por venir, y debía prepararse para afrontar todo lo que pudiera suceder.

En Carne VivaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora