Capítulo 4

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Aquel hombre ató las manos de Mayte a su espalda, sin dejarle movilidad alguna para que pudiera defenderse.

-Te dije que llorarías lágrimas de sangre, que ibas a sufrir por mí Teresita, pero no me hiciste caso- murmuró aquella voz en su oído. Inmediatamente identificó a la persona que se encontraba detrás de todo aquello –NO ME HICISTE CASO- gritó.

María Teresa intentaba zafarse de la fuerte atadura.

-No eh, ni lo intentes- suavizó tu tono para después sacar un filoso cuchillo. La rubia abrió sus ojos como platos, nerviosa –si no quieres que este lindo amigo- lo colocó sobre su cuello sin hacer presión alguna –termine con tu vida, y mira que no está nada difícil-.

Ella estaba aterrada, respiraba profundo una y otra vez para relajarse, sabía que un mal movimiento acabaría con su vida en menos de un segundo. ¡En esa situación era imposible estar quieta!

-Ahora vas a hacer todo lo que yo te pida- quitó el arma de su cuello -¿me escuchaste? Porque sino me voy a enojar mucho, y no queremos eso, verdad mi amor- acarició su vientre –no queremos eso-.

Mayte se sentía la persona más indefensa y vulnerable que existiera en ese instante sobre la faz de la tierra, ¿por qué diablos todo le estaba sucediendo a ella?

Fernando se acercó a su cuello, ella por su parte aspiraba el aliento de él, era una mezcla tóxica de alcohol, cigarrillo, no sabía qué, sólo de una cosa estaba segura, le producía asco. Él no se encontraba en sus 5 cavales.

-Hueles tan divino como la primera vez mi amor- susurró para luego besar y lamer suavemente el cuello de ella. La rubia sentía como todo su estómago se revolvía, quería salir corriendo de allí, pero nada podía hacer y no por ella, por su bebé; así que tomó una bocanada de aire y trató de soportar, estaba segura de que en cuestión de minutos despertaría de la pesadilla en la que se encontraba sumergida.

Al no obtener respuesta alguna de la mujer, Fernando haló la blusa de ella con brusquedad, rompiéndola completamente y lanzándola al suelo. La miraba tal cual lobo a su presa para devorarla.
Comenzó a besar sus labios de manera desenfrenada, quería poseerla a cómo diera lugar, por lo que bajó su falda sin más. Se excitó completamente a ver a Mayte desnuda ante él.

-Tú me las pagarás, mal nacido- balbuceó entre lágrimas de dolor.

Él rió fuertemente y luego apretó sus mejillas –no seas ridícula. Tú eres mi mujer y adivina.. Haces lo que a mí me venga en gana- la soltó -¿entendiste?-.

Ella lo miró con desdén. Intentaba con todas sus fuerzas soltarse pero era fallido, el nudo estaba atado muy fuerte, él al darse cuenta le respondió propiciándole un fuerte golpe en el pómulo que la sacó de onda. Fernando estaba furico, más que antes al darse cuenta que Mayte no respondía como él deseaba, apresuró el paso para quitarle la poca ropa que le quedaba, y después desvestirse por completo él. Sin más, la penetró, lo hizo de manera salvaje, violenta, Mayte gimió pero no de placer, de dolor, un dolor que ese hombre le estaba causando tanto físico como emocionalmente, y también a su bebé.

-Imbecil, infeliz, me estás lastimando- gritaba desesperada. ¿En qué momento su esposo se había convertido en esa bestia?

-Cúmpleme maldita, soy tu esposo- la abofeteó para dar paso al vaivén de su cuerpo.

Entiéndelo Fernando- dijo casi sin fuerzas –me das asco, ASCO- enfatizó la última palabra pronunciada.

María Teresa sacó valor de donde no tenía y levantó velozmente su pierna, dándole con su rodilla un golpe doloroso a Fernando, un golpe que ni en sus pesadillas más horrendas olvidaría. Él soltó un grito de dolor y cayó al suelo retorciéndose ante semejante ataque.

Ella logró zafarse de la soga que envolvía sus manos, después de tantos intentos el nudo logró aflojarse un poco permitiéndole sacar su diminuta mano. Ágilmente tomó su bata de baño, como pudo se la colocó y salió corriendo rápidamente; sintió algo deslizarse por sus piernas y cuando miró hacia abajo vio como la sangra bajaba en cantidades escalofriantes, eso terminó de aterrorizarla, no quería perder a su bebé, era lo más hermoso que tenía y la vida no podía arrebatárselo tan pronto. Se debilitaba, sus fuerzas ya no estaban completas, no podía correr, sentía como el mundo se le venía encima de un momento a otro.

Él como pudo se levantó del suelo y salió corriendo tras ella, la vio al inicio de las escaleras y no dudo dos veces para acercarse y tomarla entre sus brazos. Pero el destino le jugó una mala pasada pues en su afán, en vez de halarla del brazo la empujó haciendo que cayera por las escaleras. Mayte comenzó a golpearse y desfallecer escalón por escalón, lo único que hizo fue acurrucar entre sus brazos su vientre, por lo que todos los golpes logró recibirlos ella.

Fernando rió al verla al pie de las escaleras, su risa era nerviosa, y de repente aquellas carcajadas se convirtieron en un llanto desgarrador al visualizarla en el suelo empapada de sangre. Corrió a la habitación para vestirse y marcharse, nadie se daría cuenta de lo ocurrido, o al menos eso pensaba, ya que en ese justo instante Gabriela llegó a visitar a su hermana. Esta se asombró al ver la figura de un hombre saltando por la ventana de la parte trasera y el hogar de la rubia sin un solo foco encendido. Corrió rápidamente ya que supo que algo había pasado.

Alterada, intentaba ingresar su llave en el cerrajero pero no podía, estaba trabada, o mejor dicho, sus nervios la tenían trabada. Sabía que algo estaba mal. Abrió la puerta y al no haber luces se aproximó corriendo a ver qué sucedía, encendió su  teléfono y se dio cuenta que los cables estaban cortados, busco rápidamente una linterna de mano, y fue en busca de su hermana.

Alumbraba con mucho cuidado cada rincón de la casa.

-Mayte, hermana, ¿dónde estás?- exclamaba, sabía muy bien que era arriesgado estar ahí pero no le importó, por su hermana podía ser capaz de todo.

-¡¡MAYTE!!- giró y con aquella luz dilucidó la escena más terrorífica que ni en cuentos tenebrosos hubiera visto jamás. Su hermana al pie de las escaleras toda golpeada, con sangre por todos lados, que terminaba en un gran charco entre sus piernas.

En Carne VivaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora