Unos días después de la derrota del Imperio, todo parecía más tranquilo en la galaxia. Los rayos de luz comenzaban a incidir sobre la cara de Han. Este comenzó a abrir lentamente sus ojos hasta que se dio cuenta de que estaba empezando a amanecer. Bostezó ligeramente y volvió su mirada hacia Leia. Su silueta comenzaba a verse entre la oscuridad con mayor nitidez. Mientras tanto, seguía dormida, con aquella dulzura que siempre era natural en ella. Al verla, Han sonrió y se dijo así mismo que sería imposible olvidar aquella noche tan mágica.
Su espalda estaba completamente descubierta, él le arropó y besó su frente. Leia se movió ligeramente, sin embargo, parecía que no se había enterado de nada. Han se levantó despacio de la cama, en su mente sentía una sensación de libertad tras darse cuenta de que nada ni nadie podía interponerse entre ellos. No había nada por lo que luchar, y aunque no se lo había transmitido a nadie, aquello le causaba una inmensa tranquilidad.
Tras vestirse silenciosamente, Han se asomó al balcón de la casa de madera que disponían provisionalmente. Se sentó en un pequeño banco de madera, todavía impregnado por el rocío de la noche y vio como comenzaba a aclararse el cielo, sin pronunciar palabra alguna. Sin embargo, a su mente no paraban de venir recuerdos. La mayoría eran sobre ella, pero también de su pasado antes de conocerla en la estación espacial. Su vida había estado llena de penalidades desde su niñez, llena de sobresaltos, de disgustos y de algún momento que otro ligeramente feliz. Se propuso en aquel instante que si algún día ambos tuvieran un hijo o hija, intentaría dar lo mejor de sí para evitar que creciese en un entorno angustioso como él había hecho.
Cada vez el horizonte se tornaba más claro entre los árboles y las montañas de Endor. La princesa se estremeció al sentir la brisa sobre sus hombros descubiertos. Todavía adormecida, notó la ausencia de Han al palpar el otro lado de la cama. Leia abrió los ojos y vio la sombra de Han reflejada en la puerta, situada frente al balcón. Ella decidió incorporarse y se cubrió con una bata. Decidió acercarse con sigilo hacia él, Han parecía completamente absorto en sus pensamientos. Ella sonrió tímidamente y le contempló durante un rato, inadvertida. Finalmente posó una mano sobre su hombro y se sentó a su lado.
- Buenos días, madrugador.
Al verla llegar, Han se quedó perplejo. Su sonrisa y pelo largo, ahora algo descuidado, le hacía parecer todavía más bella. No pudo evitar sonreír antes de besarla.
- Buenos días, veo que dormiste bastante bien.
Leia posó su mirada hacia otro lado y enrojeció. Su inocencia parecía disiparse por momentos, sin embargo, aquella contestación le pilló por sorpresa.
- Así...Así es... - admitió con un ligero tartamudeo -. Parece que llevas mucho tiempo aquí sentado, ¿harás esto todas las mañanas?
Han se rió al escuchar su pregunta. "Qué chica más ocurrente" pensó.
- No creo. Tan solo lo hago cuando necesito pensar.
- ¿En qué estabas pensando? Si puedo preguntar, por supuesto... - preguntó, dudosa de parecer una entrometida.
Han se acarició ligeramente el remolino de su pelo, tomó aire profundamente y suspiró. Nunca antes le había contado a Leia su historia, tal vez porque anteriormente no habían tenido tiempo para hacerlo. Por un momento se preguntó si era el mejor momento para contarle la verdad acerca de él. Su mirada, repleta de curiosidad, le hizo reflexionar: no hay motivos por los que seguir manteniendo secretos.
- Sobre mi pasado – contestó finalmente.
Continuará.
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Recuerdos desde Corellia
FanfictionTras la batalla de Endor, la galaxia vuelve a permanecer en paz. Sin embargo, los secretos que le siempre habían rodeado a su pasado y que habían hecho de él alguien misterioso debían de ser sacados a la luz. Han sentía la necesidad de contarle a Le...