Capítulo 5 - Llegada a Tyrena

43 8 3
                                    


Aunque el Halcón Milenario estaba a punto de atravesar la atmósfera de Corellia, Han permanecía todavía impresionado tras la charla con Josh. Lando tenía una sonrisa de oreja a oreja sin que el niño supiera exactamente por qué. "Se puede alegrar por mí, pero dudo que sea tanto." Creyó el chico.

Han se acercó hacia la cabina, al asiento de Lando. Cruzó los brazos apoyándolos en lo alto del respaldo y se quedó mirando, confuso, acerca del lugar al que se dirigían.

- ¿Coronet no queda más hacia el norte? Parece que a donde vamos... Todo son montañas – preguntó confuso.

- No todo, Han – contestó Josh-. Pero tienes razón, no vivimos en Coronet, de momento.

Él le miró en silencio, esperando una respuesta.

- Tyrena – indicó Lando mientras hacía girar suavemente la nave-.

- Oh vaya... Eso tiene pinta de estar lejos.

- Te gustará, tenemos una casa bastante grande. "De momento..." – imitó el joven-.

Josh arqueó su ceja izquierda y señaló con el dedo a su aprendiz.

- Eh mocoso, si la casa es mía ahora mismo es por haberle ganado la partida a ese hutt baboso. Deberías de sentirte agradecido – le advirtió.

- Sí, lo que digas. Pero eso nos va a traer más de un disgusto.

Han  les observó extrañado, Lando se dio cuenta al girar los ojos.

- Partidas de cartas, Han – aclaró.

El chico se limitó a contestar con una sonrisa inocente.

- Estamos más en la ruina que en la riqueza gracias a este iluminado – murmuró en voz baja al chico.

- ¡Te he escuchado! – exclamó su jefe con un suspiro-. Nunca nadie me agradece nada.

- Gracias – añadió Han.

Josh se quedó mirándole sorprendido.

- Lando, aprende del niño.

- ¡No soy un niño, maldita sea! – refunfuñó Han.

Los tres se echaron a reír.

Al acercarse más hacia la superficie, Han podía observar con mayor claridad las pequeñas casas que al principio parecían diminutas. La nave se preparaba para su aterrizaje mientras Han correteaba y daba saltos por la cabina, curioso por saber qué sería lo siguiente. Lando se levantó de su asiento y le revolvió el pelo con su mano.

- Parece que eres aquí el que más se divierte – dijo con una sonrisa.

"Tal vez tengas razón" pensó. La nave se encontraba en una pequeña ladera, al lado de una acogedora casa, construida con piedra antigua. Todo parecía estar muy bien cuidado, para su sorpresa. Nadie podría decir que aquella casa era de unos contrabandistas, más bien de algún miembro del nuevo Imperio. El césped parecía recién cortado, las ventanas y puertas estaban hechas de una madera color caoba. Parte de la terraza la fachada estaba recubierta por hiedra y flores de color blanco y anaranjado. La entrada estaba recubierta por columnas de color marfil y las macetas colgaban del borde de las ventanas. Han se quedó ensimismado contemplando aquel lugar, tan distinto de donde vivía y sin embargo, en aquel mismo planeta.

- Vamos chico, no tenemos todo el día – reprendió Josh.

Han echó a caminar pero de repente frenó en seco. Se dio cuenta de que las ventanas estaban abiertas y el viento de las cortinas empezaba a agitarse suavemente.

Recuerdos desde CorelliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora