Capítulo 5 ¡A salvo!

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¡Lo habían logrado!¡Estaban cerca de su salvación! La tormenta los había arrastrado hacia tierra firme y después de media hora llegaron a ella.

Apenas bajaron de la barquilla varías personas los atendieron y los llevaron a través de la ciudad. Pasaron por la calle Bayly hasta la casa de la señora Charlotte, quien amablemente les dio de comer. Ellos se lo agradecieron profundamente por el increíble hambre que sufrían.

Sus ropajes ya estaban un poco deteriorados, por lo que les prestaron ropa limpia. Entraron a cuartos diferentes y al terminar de cambiarse salieron al pasillo. Anna lucía un hermoso vestido azul oscuro que caía hasta sus tobillos y un sombrero grande, pero elegante, blanco con unas pequeñas plumas. John, en cambio, usaba un saco largo muy elegante, perteneciente al esposo de la señora, y un pantalón negro.

Ambos se veían muy bien, y John no pudo evitar decirle a Anna:

—Te ves hermosa.

—Gracias —respondió Anna ruborizándose.

Antes de que John pudiera continuar con la conversación, la señora Charlotte subió las escaleras y les pidió que bajaran para ser entrevistados. John le respondió que esperarán abajo y la señora fue con los periodistas en la sala. Entonces John le dijo a Anna:

—No podemos permitir que quien nos está buscando sepa que hemos llegado hasta Nueva Zelanda. Sería nuestra perdición. Tendremos que mentir sobre nuestras identidades o escapar.

—Pero de esa manera nunca llegaremos a casa.

—Aún así, podríamos irnos en un buque a América sin ser descubiertos. Pero para ello lo mejor sería cambiar nuestras identidades.

—Está bien, hagámoslo.

Bajaron las escaleras y saludaron, Anna en inglés y John en francés, lo que la sorprendió. Se sentaron y empezaron las preguntas y respuestas. Primero preguntaron sobre sus nombres y su lugar de origen, a lo que Anna y John respondieron que sus nombres eran respectivamente Miguel Le Bon, de Francia, y Sara Legrand, de Inglaterra. Después preguntaron sobre la razón que hizo que estuvieran en aquel barquillo. Ellos respondieron que su barco había naufragado. Les preguntaron sobre el nombre del barco, a lo que Anna respondió que su nombre era el Esperanza. Y por último preguntaron sobre las causas del hundimiento y la suerte de los demás tripulantes. John respondió, imitando un acento Francés, que desconocían las causas y la suerte de los otros tripulantes, ya que ellos habían sido los primeros en bajar del buque y no reconocieron nada que hiciera hundir al barco, ya que era de noche.

Así continuaron entre preguntas hasta que llegó el crepúsculo. Al terminar la entrevista Anna y John se fueron a dormir. Durante los siguientes días John no se separó de Anna.

Una semana después de la entrevista el periódico publicó la noticia que fue difundida en Nueva Zelanda. Después fue publicada en algunos periódicos prestigiosos como el Daily Telegraph y el Times. Por otro lado en las páginas siguientes o en primeras planas se anunció la nueva desaparición de John Dalton desde su llegada a Australia. Esa misma tarde Anna y John subieron a un barco para llegar a América, ya que no tenían otro medio de transporte para llegar allí.

El viaje fue, en realidad, muy tranquilo. Nada extraño pasó. John sospechaba de tal calma, pero se repetía que era imposible que los descubrieran por el hecho de haber cambiado sus identidades.

El viaje fue largo. Los primeros días Anna sintió cierta alegría al poder volver a casa, mientras John estuvo intranquilo e inquieto. Anna se lo atribuía al estrés que había sufrido, pero él sabía que era algo más... algo que una vez había sentido y que después le hizo sufrir.

Ese extraño sentimiento que si es muy fuerte puede hacer maravillas... Y sí, estamos hablando del amor. Cuando John se percató o, mejor aún, aceptó lo que estaba sintiendo, recordó esos sucesos que le habían costado mucho superar. De aquel amor no correspondido que duele más que otra cosa... De la promesa de no volver a enamorarse... De el tiempo que duro curar la herida.

Anna notaba la agitación y la tristeza de John. Se preguntaba qué era lo que estaba pensando y si podría animarlo. Pero para estos males solo hay una cura... que muchos dicen no existe.

¡Oh, pobre John! Con cuestiones del amor es muy difícil lidiar. Aunque este nuevo amor no era imposible, John se sentía culpable por enamorarse, pero ¿quién lo culpa? Muchos nos enamoramos sin darnos cuenta y tan profundamente que sufrimos por él.

Un rescate imprevisto (historia vieja)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora