Capitulo 2

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Capítulo 2

Brooke

El otoño había llegado a Nueva York. Las hojas secas esparcidas por el suelo y la suave brisa me recorrían el cuerpo.

Me ajusté la pequeña mochila sobre mi hombro y exhalé un suspiro tembloroso, cuando levanté la cabeza y mis ojos se encontraron con los de mi madre. Llevaba un vestido rojo hasta las rodillas y su cabello rubio, igual al mío, caía en hondas sobre sus hombros.

Se la veía mucho más joven.

— Te vez muy demacrada —fue lo primero que dijo nada más acercarse a mí —vas a necesitar mucho maquillaje.

— Gracias por hacerme sentir mejor —murmuré.

Puso los ojos en blanco y me instó a caminar junto a ella mientras me relataba cuan feliz estaba por la boda de mi hermano. Mamá era muy perfeccionista. Le gustaba tener todo bajo control.

— Sophia estará aquí en unos días —dijo — ha tenido que viajar a Londres.

— Que sorpresa, ¿no? —me llevé una mano a la barbilla —cinco días antes de su boda y tiene que viajar. ¿No te parece sospechoso sus repentinos viajes?

— No digas estupideces, cariño —me sonrió tensa — ¿Por qué mejor no subes a tu cuarto y te pones cómoda? Tu abuela estará aquí en lo que canta un gallo. Además, debes descansar un poco. Tu padre y yo te tenemos una sorpresa. — me aclaré la garganta —está bien, yo fui de la idea. Tu padre no está feliz de esto, pero debe saber que todo lo que respecte a ti debo controlarlo.

— Eso no me hace sentir mejor, mamá. —suspiré cansada — no puedes manejar mi vida como lo haces con papá y Bastian. Ni siquiera vivo contigo —levanté las manos.

Mi madre me miró con los ojos muy abiertos. Abrió la boca y volvió a cerrarla cuando el timbre de la casa sonó. Y de repente se escuchó una voz que yo tan bien conocía. Mi abuela entró a la sala principal con aspecto sonriente. Cuando me vio, sonrió un poco confundida y se acercó a mí, dándome un fuerte y reconfortante abrazo.

— No me esperaba que vinieras tan pronto, cariño —dijo mirando a mi madre con el ceño fruncido —se supone que tu hermano se casa el sábado.

Asentí en respuesta. Yo también estaba confundida por la precipitación de todo aquello.

— Cosas de mi madre.

Me despedí de mi abuela con un beso en la mejilla y prometiéndole que nos veríamos en la cena. El tiempo que viví con mi abuela en Portland me sirvió mucho, incluso supe lo que era estar sentada en una mesa con personas que verdaderamente le importaba lo que hacía o decía.

Quince minutos después estaba secando mi cuerpo con una toalla. Mi madre entró con bolsas en ambas manos y las dejó sobre la cama. Me miró y después miró la ropa que llevaba en mis manos. Suspiró perezosamente y me instó a sentarme.

— Quiero que esta noche luzcas hermosa.

— A qué se debe tanta elegancia, mamá —rodé los ojos —es una cena común y corriente.

— No, cariño. Si lo fuera podrías vestirte como tú quieras. Pero esta noche tendremos visita. He invitado a una de mis mejores amigas.

Fue mi momento de suspirar. Entendí rápidamente por donde iba el tema de vestirme decentemente esa noche.

— ¿y vendrá su hijo? —reí —no puedes intentar conseguirme un esposo, mamá. Tengo veinti dos  y no vivo contigo como para que quieras controlar mi vida en un segundo.

Mi madre me palmeó la mejilla y con una sonrisa abrió las bolsas. Lo primero que vi fue un hermoso vestido azul que me tendió. Después, de las siguientes bolsas sacó ropa interior.

— En las bolsas hay más ropa — las señaló —La necesitaras.

Y después de esas pocas palabras salió sonriendo, como si hubiese ganado esa batalla. 

El arte de amarte      ©        Donde viven las historias. Descúbrelo ahora