Mi nombre es Emy

127 14 4
                                    

La luz irrumpió entre las sabanas, y así supe que el primer día después del verano había llegado. Lo primero que me vino a la cabeza fue confusión y estrés, no quería volver al colegio y ser la misma de antes. Simplemente no podía. Fui al baño y me vi reflejada como todo me veían: sola, estudiosa y sosa; no creo que pudiese aguantar otro año así... Mis ojos oscuros como el carbón se inundaron en lagrimas, "bien que empezamos" pensé. Después de cepillarme los dientes y recoger mi larga cabellera marrón oscura en una coleta, cogí mi mochila, ya preparada la noche anterior, y me dirigí a la puerta. El cálido viento me inundo de pensamientos y corrí para deshacerme de ellos. Por fin había llegado la hora, la hora de empezar de nuevo.

Y allí estaba, delante mio, el instituto compuesto por dos edificios enormes pintados de blanco y el jardín el cual los separaba. Atravesé el espacio que me separaba del edificio donde ya se encontraban mis compañeros y los saludé. Ni uno me respondió o ni siquiera se inmutó. Me fijé en sus ropas, todas inmaculadas y nuevas, mientras yo iba con vestido azul marino comprado la temporada anterior; su resplandeciente sonrisa y después estaba Víctor... Aii Víctor...

Me senté en el borde de la primera silla que encontré, es decir en primera fila, claro, ya que aun no había perdido mis antiguas costumbres. Y así transcurrió el día: los profes se presentaban, nos daban libros nuevos y la gente reía, se hacían fotos y volvían a reir, todos menos yo.

Nunca me había sentido tan vacía por dentro, como si me faltara algo, la pieza de un puzzle inacabado, un móvil sin batería, un perro sin pelota, una nevera sin comida... Algo fallaba en mi, algo que estaba mal.

Tú te lo has buscadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora