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Mis puños apretaban la tierra húmeda en la que me encontraba tirado. A rastras llegué aquí, y mientras más me movía, y mientras más gotas de lluvia caían, más recordaba. Eran fragmentos que se unían formando una sola imagen, este lugar. ¡Dios!, tú me has traído hasta aquí con tu ímpetu grabada en el viento que me empuja, con la tierra que me absorbe y con la lluvia que me empapa hasta el alma. Luego de largos minutos en los que me encontraba derrumbado en la mísera oscuridad de este lugar he logrado recuperar un poco de fuerza para terminar lo que empecé hace tanto tiempo.

Recuerdo la promesa, aquellos días han vuelto de donde menos lo esperaba. Era una pequeña caja de metal, no tengo ni la menor idea de donde la conseguiste pero sonreías tan vivazmente que sólo podía seguir en el juego. Tus órdenes fueron claras, tenía que buscar objetos de gran valor sentimental y enterrarlos. Tú tenías en tus manos, un collar de aquellos que hacen los vendedores ambulantes, unas cartas y un libro de tapa negra. Yo por mi parte sólo tenía un pequeño muñeco con el que dormía cuando era pequeño y un dibujo que me regalaste cuando estaba de cumpleaños. Los cubriste con una manta, los metiste en la caja y cavamos lo suficiente para que al llover no sea descubierto ni que nadie sospechara que habíamos ocultado algo allí. "Cajita del tiempo" la llamabas.

El ámbar de tus ojos me hipnotizaba y aquel día pude ver como se cerraban lentamente mientras te acercabas cada vez más a mi rostro. Lo recuerdo en cámara lenta aunque fue verdaderamente fugaz. Tus labios eran tan suaves, que hicieron cosquillas en mi alma. No me lo esperaba, realmente nunca esperaba nada de lo que hacías. Siempre llegabas con sorpresas, siempre me confundías. Tus manos sujetaban mi cuello y mis inexpertos labios no sabían aún cómo reaccionar, esperaba que los tuyos los guiaran. Me soltaste en un instante, el efímero momento se esfumo como las cenizas en el viento y tu mirada se desvió seguido de un pequeño susurro, "lo siento", y ya. ¿Lo sientes?, ¿Qué sentiste?, llegaste a mi vida sin avisar, desordenaste mis pensamientos y embobaste mi espíritu. ¿Sientes eso? ¿O nunca sentiste nada? Quisiera que realmente lo hayas sentido, hayas sentido el palpitar de mi corazón, el sudor de mis manos, mi voz temblorosa, mis noches de angustia, mis lágrimas guardadas, mi vértigo cada vez que te veía. Nunca sentiste el dolor que provoco tu perdida, el vacío que dejaste al marcharte. La sensación de tus labios aún me persigue y en las frías noches cierro los ojos para sentir tus abrazos cálidos. Colocó la radio para imaginar tu voz cantando, y escucho la salsa más vieja esperando que aparezcas a bailarla conmigo.

Todos los años regreso aquí con esperanza de que te adelantaras. Todos los años camino hasta aquí, la diferencia es que hoy corrí. ¿Recuerdas la promesa?, porque aunque la olvide por momentos sé que tengo una cuenta pendiente contigo. Puedo olvidar los detalles, puedo olvidar el lugar, puedo olvidar mi nombre, puedo olvidar cualquier cosa menos nuestra promesa, esa así sea por pedacitos se asoma en mis pensamientos. Retumba en mi cabeza en las noches más pesadas, retumba el sonido de tu voz pronunciando aquellas palabras, "En diez años te veo aquí", retumba el sonido de tu risa en los escombros de mi mente destrozada. ¿Cómo llegamos a eso?, sólo había preguntado cuando desenterrábamos la maldita caja, no me tenías que atar a memorias fallecidas, a personas fallecidas.

Ya me puedo poner en pie y la lluvia había cesado, levanté la mirada y por un momento vi el reflejo de tu silueta allá arriba, como en los viejos tiempos. Subí, me tropecé, me lastimé pero no me importaba. Siempre venía pero nunca subía, era incapaz de llegar arriba y no verte, eso me destrozaría. El lugar estaba como siempre ha estado, con una calma inigualable pero se sentía vacío, desolado. Faltabas tú.


Corría.Where stories live. Discover now