Prefacio

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PREFACIO

Suntown, Inglaterra. Octubre de 1814

Me quito el vestido, pero dejo el peinado en su lugar. Cuesta demasiado volver a realizarlo, y no quiero que mi padre se entere de mi fuga a media noche.

Necesito irme de aquí. Me encantaría escapar de Suntown e irme a otro lugar, pero me encontrarían en menos de un día.

     Sé que quieren comprometerme con Ian Semenov, uno de los herederos más ricos del pueblo. No, jamás me gusta y nunca lo hará, tiene todo lo que jamás busqué en un hombre. Tampoco es como si buscara pareja en cada oportunidad, pero he cumplido dieciséis años, muchas jóvenes ahora mismo son madres, mientras yo continúo soltera.

He recibido propuestas de matrimonio, de aristócratas y jóvenes de buena familia, pero los he rechazado hasta el momento, mientras mi papá se mostraba comprensivo conmigo. Hasta ahora.

     Afuera hace un clima helado, propio de la época de octubre. No importa si me congelo, el campo abierto, las estrellas y la luz de la luna iluminando la copa de los árboles es justo lo que necesito para pensar.

—Tranquila, niña —le digo a Bella, mi yegua. Acaricio su hocico, para evitar que pueda provocar sonidos que despierten la atención de mis tutores. Bufa un par de veces, pero al final se calma y puedo montarla.

No es propio que las señoritas (y más si son de sociedad) vistan con pantalones y botas, que salgan a una hora bastante inadecuada y sin compañía, pero mi tía Lena me lo repite a diario: yo no me parezco a las demás.

El viento golpea mi rostro con fuerza. Nunca uso sombrero, porque siento que caerá en cualquier momento, aunque esté bien atado a mi cabello. Las horquillas y el complicado moño hacen que mi cabeza pese más, pero es la moda en esta época.

No sé cuánto tiempo transcurre hasta que llego a mi lugar favorito. Es un espacio amplio, rodeado de vegetación y algo alejado de la aldea. Los grillos y animales nocturnos son mi única compañía, entonando con las lechuzas un cántico lúgubre que me hace sentirme renacida.

—Está bien aquí —le digo a Bella, dejando que camine por ahí. La llamaré cuando esté lista para irme, aunque no será muy pronto. Me quedan un par de horas antes de volver.

     Recargo mi espalda en el tronco hueco de un árbol, cerrando los ojos. Quizás no es muy buena idea estar a altas horas de la noche, mi abuela puede tener razón. Suntown está aterrado, porque ella ha vuelto, atacando.

La bruja.

Puede parecer un cuento de terror que se susurra a los niños para que cumplan las órdenes de sus padres, pero es más real que eso. Una verdad que lleva espantando a las personas desde hace siglos.

     Nadie sabe su nombre real, solo unas cuantas personas han dicho haberla conocido. Una mujer joven, de aparentes veinte años, tan bella como el sol, y con la delicadeza de una rosa. Se pasea por las calles, con un vestido blanco y largo, buscando venganza.

Pero su manera de actuar es sádica, escalofriante.

Nadie sabe de qué forma, pero logra entrar a las cabañas de las personas, con un solo objetivo.

Niños. Solo eso, pequeñas criaturas que no tienen ni siquiera dos años, desparecen de sus cunas y sus padres no saben qué ocurrió.

     Y días después, los regresa. Muertos y descuartizados, sin miembros ni órganos. ¿Quién sería tan cruel como para cometer un acto similar?

Nunca hay un patrón específico, y solo lo hace unas cinco veces por año. Yo me he librado, pero apenas ayer ha muerto otra criatura, un bebé hijo de un campesino trabajador…

     Cuando oigo el crujido de una rama, me pongo en alerta, mis sentidos sensibilizándose. Busco con la mirada el origen del ruido, pero no logro ver a nadie. Tomo una piedra que encuentro por casualidad, sosteniéndola para defenderme y tener oportunidad de subir a Bella. Nada.

Entonces ocurre, un resplandor blanquecino se abre paso por entre los árboles, caminando directamente hacía mí.

Si algún día ves a alguien de impresionante belleza, con unos ojos fríos y luz rodeando su cuerpo, aléjate. Tienes que hacerlo, Rhoswen.

Esas habían sido una de las últimas frases que mi madre mencionó antes de morir. Me gustaría poder cumplir su voluntad, pero esta persona me atrae  de una forma catastrófica.

—Ven aquí, Señorita Blanchard —me dice, con su suave voz femenina. Extiende los brazos hacía mí, invitándome a acercarme más y más.

No lo hagas, deja de comportarte así. ¡Piensa en tu padre! Ella es la bruja.

No puedo. Ya estoy en sus brazos, aspirando su aroma. Tiene un largo cabello rubio que le llega hasta la cintura, y su vestido está cubierto de sangre…

Es la bruja.

Notas de la autora:

¿Les gusta la historia? Si les agrada, no olviden comentar y votar. Y si no, pues déjenme un mensajito diciendo que debo borrarla :( Bueno, pues es todo. Solo quiero saber mi opinión y ojalá la disfruten. He colgado un vídeo al lado, para que puedan leer con lo que yo escribí.

La bruja de SuntownDonde viven las historias. Descúbrelo ahora