Biblioteca

328 27 20
                                    

Biblioteca

—Buenos días, señor Winchester —saludo con educación, cuando veo a Alexander sentado en el comedor, completamente solo. Le hago un gesto con la cabeza a los ayudantes de la cocina, esbozando una sonrisa. Sé que pueden estar nerviosos por lo que ocurrió ayer, pero no hay nada que podamos hacer para mantenerlos en esta casa, donde corren peligro.

—Rhoswen, es una hermosa mañana —comenta.

Asiento con la cabeza, sin ánimo de iniciar una conversación, porque sigo asustada, muchísimo.

Como si leyera mi mente, Alexander camina hacia mí con paso decidido. Viste elegantemente, como siempre.

—Algo me dice que estás muy mal, señorita Blanchard —susurra. Cuando menos lo espero, sube la manga de mi vestido azul hasta el codo, descubriendo la piel pálida de mi brazo. Bajo la mirada, avergonzada por lo que está pasando.

Estudia la herida con sus intensos ojos azules, pasando uno de sus dedos con delicadeza por la venda con manchas rojas. Intenté curarlo en la mañana, pero ahora veo que no fue tan exitoso.

—Me tropecé —explico, en un intento de sonar convincente. Arquea una ceja, obviamente no me cree, es una excusa escueta.

—Dime la verdad, Rhoswen —pide, con sus ojos azules mirándome anhelantes.

—No sé qué ocurrió, estoy confundida.

De manera inconsciente, comienzo a relatarle mi sueño, sin omitir ningún detalle. Él permanece impasible, queriendo conservar la compostura, pero sé que tiene tanto miedo como yo. Claro, es natural. La bruja ha encontrado una forma de entrar a mi mente, y ahí no estoy protegida por nadie, soy vulnerable. Y además, los daños físicos son tan reales como mi vida.

—Creo que es momento de hacer algo —dice, levantándose de la silla y ofreciéndome una mano. La contemplo sin saber muy bien a que se refiere—. Tenemos que investigar la verdad detrás de esto, si no queremos que ella continúe al acecho.

—Mi padre no nos dejará salir, además en cualquier momento partirá Ian y tengo que despedirme de él.

—El señor Blanchard lo permitirá, estoy seguro. Ahora, es momento de curarte, Rhoswen.

    Lo sigo hasta la habitación de Margaret, que no pregunta que ha pasado. Al menos ella es discreta –pienso- no embota a las personas con cuestiones que incomodan.

—¿A dónde vas, querida? —Papá besa mi mejilla con delicadeza, tomando su tiempo para acariciar mi cabello. Debe estar contento de que al menos esté algo recuperada de lo que pasó anoche en su oficina, pero no me siento tranquila.

—Padre, el señor Winchester y yo decidimos buscar unos libros en la biblioteca del pueblo.

—¿Pero no es suficiente con los que tenemos aquí? No estoy conforme con que abandones la mansión, Rhos.

—Yo la cuidaré, si me lo permite —interviene Alexander, tratando de ser respetuoso con mi progenitor.

—De acuerdo, pero Miranda los acompañará, ella necesita salir y distraerse después de lo que pasó.

No negamos esa única condición. Ella me cae muy bien, es una muchacha agradable, dulce y considerada con los demás. Pasamos a recogerla a su habitación y acepta gustosa venir con nosotros. Creo que la verdadera intención de mi papá era mandarnos una chaperona a ambos, no es correcto dejarnos solos a ambos, y la gente del pueblo suele criticar en cualquier oportunidad. Me parece que es tonto ese pensamiento.

     El carruaje nos deja directamente en la puerta de la enorme biblioteca. Las personas están conmocionadas por el acontecimiento, pero lo disimulan perfectamente. La policía vigila arriba de sus caballos, están arriesgándose por la seguridad social.

—¿Les importaría si yo voy a comprar algunas cosas que necesito? —Inquiere Miranda, con la voz quebrada—. Así ustedes podrán investigar con tiempo.

—Está bien, pero Thomas estará cuidándote, no te alejes de él —le digo, haciéndole una seña al cochero. Este mueve la cabeza afirmativamente, espera a que ella suba y se van.

—Bien. Entonces, ¿me permite escoltarla, señorita Blanchard? —Alexander me ofrece su brazo con galantería, y no hago más que aceptarlo.

—Será un placer, señor.

Subimos un largo tramo de escalones, procurando no tropezarme con los zapatos. El bibliotecario abre los ojos con sorpresa cuando nos ve aparecer. Debe pensar que todo mi hogar está tan conmocionado que me tienen encerrada en una jaula de oro.

—Buenos días. ¿Puedo ayudarles en algo? —Pregunta, escéptico.

—Gracias, buscaremos por nuestra cuenta —dice Alexander.

      Estamos alrededor de media hora buscando sin éxito alguno, consultando antiguos periódicos. Me paseo por los estantes, contemplando los títulos de los tomos.

—Me parece que no hay nada útil… —comienzo. Entonces, hay algo en el piso que hace que caiga y golpeé la pared.

—Rhoswen —él me ayuda a levantarme, pero he visto algo que me llamó la atención. Es un libro cubierto con una fina capa de polvo, con pasta dura y portada en blanco, con una inscripción en latín. Lo recojo, sacudiéndome.

—Tal vez esto sea lo que buscamos —le digo, sentándome de nuevo en la butaca y dejando mi nuevo hallazgo en la mesa.

Sus ojos me buscan con una pregunta, y no me queda más remedio que asentir. Comienza a hojearlo, deteniéndose en una página en específico. Me sorprende que lea en voz alta, pero lo escucho con atención.

—“No se tienen datos exactos de la identidad de la Bruja de Suntown, sólo que lleva décadas atemorizando a las personas. Se dice que procede de una dinastía cruel que nació con el inicio de la ciudad, en 1500. Muchos tienen teorías sobre su comportamiento, pero la más famosa es la siguiente:

Años atrás, ella era una mujer normal y hermosa, hija de una familia humilde a la que le faltaba todo. Sin embargo, era trabajadora, una excelente joven con impresionante inteligencia y una voz maravillosa.

Entonces, conoció  a un muchacho rico con raíces aristocráticas que venía de Londres. Ambos se enamoraron inmediatamente, pero los padres de él no estaban de acuerdo con la relación, porque sus clases eran diferentes. Sin embargo, llevaron su amor a límites extremos, engendrando a un bebé. Pero el hombre estaba comprometido, y su padre había muerto en la guerra, por lo que tuvo que ocupar el lugar que le correspondía, pero se llevó a la niña, dejando desolada a la bruja.

“En su locura, se suicidó. Su alma no alcanzó la plenitud eterna, y continúa vagando por todas las calles, buscando lo que le fue arrebatado. Esa es la razón de su manera de actuar con los niños.

 

—Bueno, sabemos porque hace lo que hace —digo, frustrada—. Pero no se mencionan apellidos, nada que pueda darnos una pista sobre su identidad. ¿Y qué relación guarda todo esto conmigo? ¿Por qué quiere matarme a mí, y por qué le quitó la vida a Ethan?

—Sí que tenemos una manera de descubrirlo. Este nombre: Anastasia Blanchard Wellington —dice, señalando una referencia en la parte de atrás del libro.

Tardo un segundo en comprender sus palabras.

—Mi tía.♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥

Guau, no puedo creer que superamos las doscientas visitas. Esto es maravilloso, jamás creí que el proyecto llegaría a este punto. Gracias, infinitas gracias, espero que este capítulo sea de su agrado. Si tienen alguna duda, comenzaré a responderlas desde hoy.

Próximo capítulo: Anastasia Blanchard

La bruja de SuntownDonde viven las historias. Descúbrelo ahora