La mano

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Estaba todo listo, los chicos estaban bien preparados para el ataque colosal.  No había nada de temor en ellos frente a la situación compleja que estaban a punto de realizar, ni siquiera el temor a la muerte, común entre los más débiles. Más bien, se presentaba un aire de ansiedad, de querer hacerlo, de querer castigar a quienes los atosigaban desde hace muchos años atrás, de venganza.

El destino les daría la victoria ese día.

El general dio la orden; lentos e invisibles avanzaron por el campo que rodeaba la base, una infinidad de árboles y de naturaleza los escondía. Avanzaban sin hacer ningún ruido, las clases de Sombra les había proporcionado tal poder, pero, nunca pensaron en que las utilizarían para un día como ese.

Cuando llegaron al final de la arboleda, se situaron en las posiciones que el general y el plan ordenaba. Habían tres guardias encima de la torre, bastante distraídos, nunca pasaban grandes cosas en ese lugar. Sabían que nunca nadie intentaría atacar dicho armamento, para ellos era un día normal como cualquiera.

Un destello de luz los cegó de repente, y segundos más tarde, un completo silencio y un rápido apagón. Habían muerto, al tercer segundo. Las cámaras intentaban enfocar, no podían ver nada, estaban blanqueadas. Los guardias que estaban debajo de la torre, observaron caer los cuerpos hacia el duro suelo de cemento. Al instante, cinco flechas atravesaron el umbral eléctrico que los separaba de los árboles y la maleza. Sólo cuatro acertaron en la cabeza de los guardias.

-¡Mierda! ¡Acabo de errar jaja! - Dijo "J"  .- Definitivamente no presté atención a la clase de disparo.

-AVANCEN, FALLO EN TIRO.- Gritó "O" mentalmente para todos.

Los cinco agentes salieron corriendo a una increíble velocidad del escondite con cuchilla en mano, directamente hacia las espaldas de los guardias. Rápidamente, con un movimiento de brazos que sólo un Élite puede hacer, cortaron el alambrado y lo traspasaron sin ser tocados por la electricidad.

Seis segundos. El cronómetro mental sonaba en sus oídos, como si de un reloj tic-tac se tratara.

El chico miró hacia los guardias, y en una milésima de segundo, distinguió como es que la mano; aquella mano forrada en metal puro, aquel metal que es prácticamente impenetrable del guardia se movía lentamente hacia el comunicador, el cual llegase a tocar, marcaría el fin del plan. Los refuerzos triangulares llegarían, no sólo acabando con el plan, si no, con las mismas vidas de los jóvenes guerreros.

Siete segundos. Sólo un metro los separaba. El tiempo se había ralentizado por la adrenalina para todos, desarrollando un tipo de ChronoKynesis grupal. Todos tenían fijos sus ojos en el cuello de las víctimas restantes, a la vez, todos tenían fijos sus ojos, en la mano metálica.

La misma, subía lentamente, hacia el transmisor. 

 

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KILL THE ILLUMINATIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora