II

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OBSERVACIÓN: la narración inclinada es porque comienza/termina algún recuerdo, sueño, o alucinación; todo depende de lo que le ocurra a la protagonista

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OBSERVACIÓN: la narración inclinada es porque comienza/termina algún recuerdo, sueño, o alucinación; todo depende de lo que le ocurra a la protagonista.

Algo andaba mal, parecía que las paredes se estuvieran quebrando, como si ya no soportaran el peso de algo. Miré para todas partes buscando alguna razón de porqué ese ruido tan extraño seguía haciéndose más fuerte. Otro fuerte golpe se escuchó y me giré hacia la pared donde hace unos horas atrás había hecho mi castillo de las sopas vencidas, visualicé una grieta detrás y rápidamente fui a ver qué era lo que estaba pasando, cuando ya estaba lo suficientemente cerca, noté que de la grieta desprendía un fino hilo de agua que corría por la misma haciendo un delgado camino hasta el suelo, realmente no sabía qué había detrás de la pared, tal vez se había roto algún tubo o algo similar, claro, eso era lo único que pasaba por mi cabeza en ese momento.

No le di importancia al tema de la grieta, puesto que, para ser sincera, era algo totalmente insignificante a mi parecer. No podía arreglarlo, entonces ¿Para qué preocuparme? Ya era suficiente con estar encerrada, además, intentar todos los días algún dígito que abriera la puerta manualmente no era un trabajo fácil, ¡había intentado con todo!

Resoplé con cansancio y me recosté en el desgastado colchón. Observé el techo y, poco a poco, mis párpados fueron cayendo. Ya no tenía la misma energía que antes, ahora dormía muchísimo, y aún así, me sentía cansada. La vista se me nubló y caí en un profundo sueño.

—¿Por qué tengo que quedarme aquí? —Pregunté con lágrimas en los ojos. Tenía miedo, mucho miedo. No sabía qué pasaría después.

—Porque aquí estarás a salvo —Contestó dándome unas palmadas en el hombro.

—¿De qué?

—Del mundo —Limpió mis lágrimas con sus pulgares y besó mi frente.

—¡VÁMONOS YA! —Gritó una mujer, vestida de uniforme, mientras disparaba hacia la entrada del bunker—. No me quedan más municiones.

Él me miró por última vez y suspiró. Sujetó mi mano, y colocó, en la palma de ésta, una cadena de plata muy fina, con una chapa del mismo material donde, también, estaba gravada una extraña figura.

—¡Demonios! ¡Se nos acaba el tiempo! —Volvió a gritar la mujer ésta vez escondida detrás de un estante, mientras otro, también de uniforme, la cubría.

—No te vayas —Supliqué.

—Prometo volver —Dijo, y cerró la puerta tras sí.

Desperté desesperada.

—No, no, no. ¡Vuelvan, por favor, vengan por mí! —rogué entre lágrimas, y me fijé que había estado soñando—. ¡Maldición! —grité y volví a recostarme.

ÉLITE | Ciudad de Acero ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora