C U A T R O
Abrí los ojos.
El sonido metálico de Mily me hizo reaccionar.
Miré a mi alrededor y no había agua, ni grietas, ni un castillo de sopas enlatadas, y mucho menos tenía la mano con la venda que me había hecho. Caí en cuenta de que todo había sido un sueño. Entonces miré a la pared donde marcaba los días y sí, ni siquiera había marcado el día cuatrocientos uno, miré en dirección a los estantes y las sopas seguían intactas, además, aún quedaba suficiente agua.
Sentía mi cuerpo extraño. Mi cabeza estaba pesada y dolía mucho, asimismo, a cualquier lugar que viera mi vista dolía.
Mily volvió a moverse, indicándome que debía hacerme el chequeo diario. Estiré el dedo y pinchó éste.
—Niveles de sangre: normal. Anomalías: ... —hizo un silencio. Fruncí el ceño—. Una anomalía encontrada. Temperatura corporal: Alta. Procesando información. —Emitió el sonido extraño—. Información lista para ser enviada.
—Mily, cuando me disloqué la muñeca sentí el dolor, cuando quedé atrapada en el bajante del basurero, sentí como me asfixiaba. ¿Ahora todo era un sueño? —comenté con dificultad.
—Anomalía desconocida —dijo Mily sin apagarse aún.
—Me siento muy mal —expresé con el dolor punzante clavado en mi cabeza—. Terrible, mejor dicho.
—Temperatura corporal: cuarenta y dos grados centígrados. Fiebre muy alta. Asegúrese de tomar las previsiones necesarias para el caso.
Retrocedió y se apagó.
Respiré con pesadez; el malestar en el cuerpo no se iba ir así como así. Estaba sudando frío. Como pude me levanté del colchón y caminé hasta el baño, me quité toda la ropa y me introduje a la ducha. Mis músculos se contrajeron debido a lo fría que estaba el agua, solté un grito ahogado y dejé que el agua corriera por todo mi cuerpo, especialmente en mi cabeza. Poco a poco mi piel se acostumbró al frío del agua y ya no se sentía tan mal estar debajo de la misma. Ahí me quedé por varios minutos hasta que decidí salirme, agarré la única toalla que estaba colgada justo al lado del váter y me sequé con la ella, rápidamente me puse la misma ropa de antes y me posé en frente del espejo, lo abrí y busqué algunas pastillas para el malestar, encontré una que serviría para el dolor de cabeza, la saqué de su embace y la tragué.
¿Cómo no me di cuenta antes de que todo fuera un sueño? ¡Habían ventilaciones por todas partes, y no era la primera vez que intentaba escapara por ahí! Pero, igual que en el sueño, estas no podían abrirse.
Cerré el espejo y me miré en éste, ¡ya ni recordaba que la heterocromía era parte de mí! Ni las veces que me miraban como un fenómeno debido al color distinto que tenían mis ojos, y mucho menos recordaba las veces que se rieron de mí por esto, asimismo, las veces que me admiraron. No lo recordaba hasta ahora, simplemente había dejado de importarme y dejado de acomplejarme por ello.
Estaba demacrada totalmente; tenía los labios morados y ojeras muy marcadas, las mejillas estaban ligeramente rojas y algunas de las venas de mis ojos estaban rotas. Sentía como el vapor salía de mi cuerpo sin parar. Cada vez se me notaban más las costillas y la clavícula por no comer bien, asimismo mis pómulos resaltaban mucho más y mis extremidades bajan de volumen. Estaba desnutrida.
Caminé hasta la nevera y saqué una jarra de agua, vertí un poco en un vaso y la bebí. Estaba fresca. Serví un poco más y seguí bebiendo. Fui hasta la pared y marqué el día cuatrocientos uno, dejé la tiza en el suelo y me giré para ver la hora.
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ÉLITE | Ciudad de Acero ©
Science Fiction(Libro #1) La codicia manejó a un hombre. El mundo murió por él. La maldad se apoderó de todo. La ciudad se consumió en una inmensa soledad. Y ella... ella no lo sabía. «Con el pasar de los días, las esperanzas de salir, disminuyen, es c...