La semana estaba resultando ser terriblemente larga. Mientras más esperaba a que llegara el viernes, más lentas se sentían las jodidas horas.
Había decidido durante las clases de álgebra (mis horas favoritas para pensar idioteces) que quizá le estaba tomando mucho cariño a Edgar, porque era diferente al resto de las personas que había conocido, pero eso no significaba que sintiera algo más hacia él. Tal vez me sentía confundida porque nadie nunca me había tratado tan bien.
Estaba consciente de que no podía arriesgarme a perder lo que teníamos sólo porque se me hubiese ocurrido la torpe idea de enamorarme de él. Muy probablemente (si no es que seguro), él no sentiría lo mismo que yo y las cosas terminarían por irse al carajo.
***
¡Por fin era viernes! Mi familia ya había partido desde las 4:00 a.m., así que únicamente restaba esperar hasta las 5 de la tarde, hora en la que llegarían Edgar y su hermano después de haber dejado sus habitaciones en orden.
Cuando finalmente llegó la hora, Edgar lanzó una piedra a mi ventana para que sólo yo pudiera escucharlo, ya que compartíamos vivienda con mi tía (madre de Ashley) y mi abuelita, en una clase de departamentos reducidos, pero separados.
Había resultado sorprendentemente fácil que entraran a escondidas, porque mi tía estaba en el trabajo, Ashley seguramente estaría parrandeando en algún antro de mala reputación, su hermano pasaba los fines de semana con sus amigos y mi abuelita salió con mis padres y hermanos a Michoacán.
Hasta ahora sólo Karina y Ashley sabían algo respecto a mi peculiar amigo. No porque lo estuviese ocultando, sino porque me inquietaba lo complejo que sería entender ciertas cosas que ni siquiera yo podía.
Edgar venía acompañado de su hermano llamado Chris, quien aparentaba ser unos dos o tres años menor que él. Ambos tenían un parecido increíble, exceptuando el color de los ojos; Chris tenía los ojos color marrón y los de Edgar eran verdes.
En cuanto se instalaron en mi casa, Edgar me presentó a su hermano e iniciamos una amena conversación respecto a cosas triviales. Noté enseguida que eran completamente opuestos en cuanto a forma de ser y carácter. Chris demostraba ser seguro de sí mismo, imponente; nada que ver con Edgar, tan dulce y sensible.
Comenzamos lo que parecía ser un fin de semana increíble. Puse un disco de la música pop que me gustaba, pero que tenía además otros géneros musicales. En cuanto comenzaron a sonar las canciones de salsa, Edgar y Chris se miraron entre ellos y Edgar sonrió.
- Lo lamento, no suelo escuchar esta clase de cosas... Yo... en realidad es disco de mi mamá-Dije en mi defensa.
- Descuida, a este tipo raro le gusta "bailar" esa clase de canciones-Respondió Chris formando las comillas con sus dedos.
- Gracias hermano, se suponía que era un secreto-Alcanzó a susurrar Edgar con el rostro ruborizado en cuanto yo comencé a reír.
- ¡Lo siento! Es que pensé que sólo escuchabas música en inglés.
Edgar respondió que esas canciones eran parte de lo que Chris llamaba "gustos culposos", pero que siempre que podía, las escuchaba e incluso sabía varios pasos de baile.
No pude evitar seguir riéndome con esto último, así que Edgar se levantó de mi sofá y me extendió su mano.
- Ven, baila conmigo. A ver si te sigue pareciendo gracioso.-Dijo Edgar con su fingido tono de estar enojado, que más bien era la manera que tenía para retarme.
- ¿De qué estás hablando? Yo no sé bailar-Respondí aminorando mi risa.
- Vamos, levántate...
Chris comenzó a aplaudir y a gritar, pidiendo que bailaramos. Sabía que Edgar no me dejaría en paz hasta que mínimamente me pusiera de pie, así que no tuve más remedio que levantarme y fingir bailar unos segundos hasta que pareciera tan patética, que Edgar me dejara sentar de nuevo.
Me enseñó uno de los movimientos básicos que en él se veían tan bien. Dijo que yo tampoco lo hacía mal... ¡Oh, cuánto me agradaba su bonita forma de hacerme sentir mejor! Aunque fuera en algo tan simple.
Cuando las carcajadas de Chris eran más fuertes que la música, Edgar me dio una última vuelta y nos dirigmos juntos al sofá mientras nos ganó la risa, acompañando a Chris en su cruel entretenimiento.
Continuamos haciendo todo y nada, hasta que la tarde comenzó a convertirse en noche. Preparamos una mezcla para hotcakes, dejando restos de los ingredientes por todas partes; bebimos refresco y después se nos ocurrió que sería divertido mirar las estrellas un rato en la azotea de mi casa, aunque parecía que yo ya había encontrado algo más hermoso que el mismo cielo.
ESTÁS LEYENDO
11:11 || Jeydon Wale.
FanfictionLa pantalla del despertador se ilumina a las 11:11 a.m., y su recuerdo me eriza la piel mientras doy un sorbo a mi taza de café. De pronto me veo a mí misma con 17 años, sosteniendo el móvil entre las manos e implorando al universo que él nunca se f...