Prólogo

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Género: Fanfic: Slash (Fanfic con temática de Relaciones Homosexuales).

Clasificación: Todos los públicos (en este capítulo).

Advertencias: UA (Universo alterno).

Nota Autora: Espero que disfrutéis mucho. Este es mi primer FanFic en el fandom sobre Wigetta. Espero que lo disfrutéis mucho, en serio, estoy algo ilusionada. Intentaré subir regularmente actualización, ya que estoy de vacancias (?) Pero no prometo nada. ¡Disfrutadlo!

Prólogo


Samuel era un chico de cuarto año de carrera de Enfermería, bastante guapo, castaño, con un cuerpo de gimnasio, algo de barba perfectamente cuidada y muy querido entre muchos y envidiado entre otros cuantos. Este era su último año en la Universidad Complutense de Madrid, y había decidido esforzarse al máximo y, a la vez, aprovechar su vida universitaria lo más que pudiera.

Ya habían empezado las clases desde hace varias semanas, y sus amigos Rubén y Miguel Ángel —comúnmente entre ellos apodados 'Rubius' y 'Mangel', respectivamente—  lo habían juntado, de nuevo por tercer año consecutivo, con un grupo de chicos de su facultad. Ellos eran bastante desagradables a la vista de Samuel, aunque a sus dos amigos parecían caerles bastante bien; les gustaba salir de fiesta y vivir al límite la poca vida insana que seguramente les quedaba. Samuel nunca fue de esos, pero todos ahí tenían algo en común: les encantaba apostar.

No apuestas normales, como con resultados de partidos de futbol o estúpidos retos en los que los únicos perjudicados eran ellos mismos, no. Sus apuestas eran desmesuradas y les daba igual si afectaban o no a terceras personas, y eso, les encantaba. Quizá porque no se daban cuenta de todo el daño que podrían causar, o simplemente lo sabían pero preferían ignorarlo... Sea como fuere, se divertían y no parecía que fueran a parar.

—Eres un aburrido, Samuel —comentó uno, llamado Daniel, pelo color azabache y largo con rapado a un lado y varios pendientes en la parte inferior de su oreja—. ¡Este año tenemos que apostar algo grande, qué es tu último año!

—Eso, eso —animó otro, Jesús, pelo teñido de azul oscuro y con una perforación en su labio.

El estudiante de enfermería suspiró por tercera vez. Odiaba que le dijeran que era aburrido, porque no lo era. Veía como su amigo Rubén, que cabía mencionar que era el rubio de ojos verdes por el que todas las chicas se morían, no les estaba haciendo ni caso. Al igual que Miguel, un chico algo rellenito que tenía un acento sureño que le daba un toque personal.

—No soy aburrido.

—Demuéstralo. —Daniel se acomodó más en su sitio mientras Rubén y Miguel los miraban sin decir una palabra—. No puedes mentir. Eres aburrido y cobarde, Vegetta.

'Vegetta' es el apodo que todos los que le conocían le habían dado de niño al ser tan fan del personaje de Dragon Ball Z. Un mote algo tonto, sí, pero había perdurado desde que tenía uso de razón y no parecía que fuera a desaparecer nunca.

—¿Qué apostamos?

La frase mágica que todos querían escuchar salió de los labios del más mayor con una sonrisa en los labios. Le encantaba demostrar lo equivocados que estaban sus amigos, y más si era con apuestas que sabía que iba a ganar.

La mirada de Daniel se perdió siguiendo una figura que entraba en el edificio de la facultad y sonrió con suficiencia. Eso sería divertido.

—Te apuesto que no consigues enamorar y salir con el chico más feo de la universidad en menos de mitad del curso... Pongamos un tope: hasta las vacaciones de Semana Santa.

—¡PUAJ...! —expresaron Rubén y Miguel—. ¡Tío, eso es demasiado, qué puto asco!

—¿Qué dices, Vegetta? ¿Apostamos? —picó al otro, que se había quedado callado—. ¿O tienes miedo...?

El castaño evaluó la situación. La verdad es que de todas las apuestas que esperaba salir de su boca esa era la última de su lista. Es cierto que no le agradaba la idea, en su bisexualidad había límites y uno era no salir con seres tan horrorosos como ese engendro... Pero si lo rechazaba, era un cobarde, y si aceptaba y ganaba, sería un puto héroe.

Héroe... Sí, sonaba bien.

—Está bien. Acepto tu apuesta. —Los dos se dieron un apretón de manos—. ¿Cuáles son las reglas?

—No puedes decirle nada acerca de la apuesta; no puedes pedirle salir contigo solo para que te ayude con cualquier tontería que te inventes; tienes hasta las vacaciones de Semana Santa para conseguirlo...; y la más importante: no puedes enamorarte.

Vegetta casi se echa a reír con la última parte. Nadie se enamoraría de... eso.

—Me parece bien —dijo tranquilo recostándose sobre la pared de hormigón que tenía a su espalda—. ¿Qué consigo si gano?

—Te daré mi coche. —Sonrió al escuchar eso, ese coche era una de sus manías. Y pronto sería suyo—. Y si tú pierdes... Tendrás que venir la semana después de las vacaciones de Semana Santa en vestido y tacones.

—¡JÁ!, no hay problema, eso nunca pasará. Prepara ese coche bien limpio para mí, Daniel, pronto lo usaré.

Todos le levantaron y se dispersaron hacia sus clases. Daniel y Jesús se marcharon vete tú a saber dónde y sus dos amigos lo siguieron algo preocupados.

—Oye, tío... ¿Realmente vas a hacer esto? —El primero en decir algo fue el rubio.

—Tranquilo, Rubius, sé lo que hago.

Mangel tragó saliva antes de decir:

—Pero, tío, que es Guillermo Díaz...

¿Qué apostamos? || FanFic WigettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora