2. El chico misterioso

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El día siguiente, Peige ya se había olvidado del mensaje de la noche anterior pero fue a la biblioteca porque ya era costumbre para ella. Se sentó en la mesa que llevaba ocupando cuatro largos días y en frente suyo miró a un chico que siempre estaba allí, día y noche, durante todos los días, leyendo montones y montones de libros. Ella solo le había visto levantarse para coger otro libro, sin pausar en ningún momento entre las estanterías repletas de libros y su mesa pero ese día fue distinto. Ese chico se paró detrás suyo leyendo la carta por encima de su hombro haciendo que recordase el mensaje de la noche anterior. antes de que el chico volviera a su sitio dijo unas palabras que hicieron que Peige quedara en shock; Decorus mirage (hermoso espejismo). Ella no había escuchado esas palabras en su vida y no sabía latín pero esas palabras las entendió a la perfección, sacó el laptop de su mochila volviendo a mirar el mensaje de la noche anterior; "A las 11:30 a.m en la biblioteca. L.". Eran las nueve así que aún tenia tiempo para pensar. 

Siguió investigando, pensando en las palabras que la dijo aquel chico desconocido, no sabia si "L" era ese chico u otra persona ajena a él, pero ahí seguía ella, esperando y pensando. Por cada duda que resolvía, que no eran muchas, se sumaban mas y mas dudas por resolver.

Ya eran las diez, había pasado una hora desde que el chico formuló esas palabras. Habían veces que el aspecto del chico la confundía porque no parecía el típico cuatro-ojos con camisa y chaleco impolutas, con el pelo repeinado para un lado con cincuenta millones de botes de cera para el cabello, pantalones con pinzas y zapatos de charol negros relucientes. Él, mas bien, llevaba una sudadera gris y unos vaqueros, las típicas Converse negras que siempre la han encantado, a veces se le escapaba de la camisa del cuello un colgante con una llave plateada de estilo antiguo con un rubí granate en el centro. Tenia el pelo un poco largo, oscuro y un poco despeinado, también era bastante musculoso. Peige, nunca se había fijado en los ojos del chico pues siempre estaban fijados en algún libro pero de vez en cuando levantaba la mirada para verla a ella leer, asombrado.

Por primera vez en cuatro días, Peige desconectó de la carta. A ella la encantaba dibujar así que sacó un lápiz, una goma de borrar y una libreta en blanco. Se ató una coleta alta con un coletero que llevaba en la muñeca y se dispuso a dibujar. Durante los veinte minutos siguientes, Peige dibujó a la bibliotecaria con un enorme sombrero de colores escuchando música y bailando a su son, al hombre de la limpieza con un traje medieval casándose con su fregona y a los libros de la biblioteca volando como pájaros dejando caer letras por todo el suelo. Por último y casi por un reflejo, dibujó al chico que estaba en frente suyo, sentado a la orilla de un río. El último dibujo no lo retocó, dejó casi intacta la realidad para no estropear la figura del chico.

Ya eran las once menos veinte y decidió volver a leer la carta por billonésima vez, la sacó de su mochila, abrió el sobre y... no había nada! Todas las palabras de la carta se habían borrado misteriosamente pero... Como? Ella no había sacado la carta en ningún momento y no se separó en todo el día de la mochila, solo había escrita una cosa y dispersa por todo el reverso de la carta, como si de una historia enter se hubiera borrado entera menos dos palabras al azar; Decorus mirage. No entendía nada, estaba petrificada por lo que veían sus ojos, todo ese trabajo no podía acabar en fracaso. 

Peige miró al techo, al hermoso techo de espejo, se veía reflejada, con sus botines negros, con sus pantalones verde oscuro, con su camiseta negra y su pañuelo verde entrelazado al cuello pero también vio una cosa extraña, la carta. En el reflejo del techo si se veía la carta escrita, lo que ella veía en la realidad era solo un espejismo de lo que realmente estaba y se podía ver reflejado. Cuando volvió la mirada a la carta encima de la mesa, todas las letras volvieron a aparecer pero las dos palabras no se borraban de su reverso.

Se hicieron las once. El tiempo de espera se estaba haciendo interminable. Ya no volvió a guardar la carta en el sobre, la dejó sobre la mesa, debajo de la libreta de dibujo. No había mucho mas que hacer así que hizo otro dibujo del chico, esta vez le vestía de forma un poco antigua, con ropa victoriana. Acabó el dibujo, le había puesto mucho empeño y se la hicieron las once y cuarto. En el último cuarto de hora que la quedaba antes de haber quedado con la persona misteriosa dibujó un guardapelo como el que había descrito su madre, un guardapelo en forma de corazón plateado con un rubí granate oscuro en el medio con decoraciones a su alrededor. Al acabar el dibujo se dio cuenta que solo faltaban cinco minutos para y media así que recogió todo lo que estaba encima de su mesa excepto el laptop, la carta la metió en su sobre, los dibujos dentro de la libreta, el lápiz y la goma en su estuche y a su vez, todo lo metió en su mochila. Una vez recogida toda la mesa miró su correo a ver su esa persona le había mandado otro mensaje y si, tenia otro mas; "Reúnete conmigo al lado de la estantería A-203. L." recogí el laptop y puse mi mochila sobre uno de mis hombros. Llegó a la estantería A-201 y vio la silueta de un chico con la misma complexión que el chico que Peige dibujaba, se acercó mas y el chico volteó a verla. Sus miradas se cruzaron por unos segundos y Peige descubrió de que color eran sus ojos, cada ojo era de un color diferente, uno era azul y el otro verde. Eran ce un color tan intenso que no la dejaba separar su mirada pero al parecer, los ojos de ella le cautivaron a él también porque parecía que los dos estuvieran bajo un hechizo.

Espejismo (pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora