Todavía estoy confusa, en esta situación se supone que debería de sentirme sola, pero en cambio, me siento tranquila y en armonía. Realmente no me preocupa lo que ocurra en el exterior, así que nunca enciendo el pequeño y antiguo televisor c1970 Ferguson 3810. De todas formas, creo que esa chatarra murió hace mucho tiempo. Mejor, ya que la única utilidad que tiene es acumular polvo.
En cambio, para entretenerme en mis días más grises, lo único que hago es leer. Tengo tres libros que valen más que cien películas: Persépolis, La chica que amaba a Tom Gordon y el Diario de Ana Frank.
Mi más fiel compañera es la lluvia, que no para de crear melodías musicales asombrosas para mis oídos, así pues, la radio que está escondida en una de las dos mugrientas estanterías color barniz añejo de mi habitación, tampoco es necesaria. A decir verdad, ni siquiera sé en cuál de las dos estanterías está, puesto que no me acerco a ellas. No hay necesidad si siempre tengo mis libros a mano.
El único detalle que se asemeja a una habitación normal de una chica joven, es la pequeña ventana con cortinas de rayas de colores que está junto a mi cama, por la cual nunca he tenido intención de asomarme. Tengo suerte de vivir en un barrio tranquilo donde no se escucha mucho ruido, ni de coches, ni de personas gritando de un lado de la acera al otro, ni de niños jugando, ni el sonido del mar,ni ningún «¡Goooooool!» de algún bar cercano.
Otro de mis pequeños placeres es escribir. Escribir saca un lado totalmente oculto de mi persona, y aunque pueda sonar un poco contradictorio, ese lado algunas veces también me da miedo. Tengo la intuición de que puedo llegar a descubrir cosas que no debería, ¿será que me estoy volviendo loca?
No ha parado de llover desde hace una semana, llevo meses aquí y todavía no he recibido ni una llamada, ni ninguna carta, pero en fin, me es indiferente, me las apaño bien sola y no es que me haga falta salir de este pequeño cuarto de catorce metros cuadrados para ir al supermercado. Supongo que la casera me tiene mucho cariño, ya que cuando creo que voy a tener que salir, las cosas que hacen falta, ya sean de limpieza o de comida, aparecen nuevamente al día siguiente. Mis únicas tareas son limpiar el suelo, hacer la colada, doblar la ropa, preparar la comida, lavar la loza, quitar el polvo y arreglar la cama.
No dejo de admirar las gotas que corren a toda prisa por los cristales de mi ventana. Me recuerdan a aquel día en el que está rutinaria vida dejó de ser solamente mía y aún, en algún momento, deseo ser capaz de recuperar mis días de lluvia.

ESTÁS LEYENDO
Perdóname
Подростковая литератураNora es una chica de 25 años que se encuentra encerrada en una habitación de la cual no tiene intención de salir, al menos en un principio. Poco a poco se le van generando muchas dudas en su interior, hasta tal punto que se convierte en una agonía...