Hacia el límite

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Aquí sigo, esperando encontrar el momento adecuado para llevar a cabo lo que me he propuesto. Han pasado varias semanas, creo que unas cuatro, desde la última vez que lo intenté. Hoy voy a encender otra vez la grabadora, pero esta vez probaré algo nuevo. Creo que me sentiré más tranquila de este modo, hablando con ella mientras doy pequeños pasos para no sentirme del todo sola, ¿no os parece una buena idea?
Como nota, hoy mis piernas y brazos se sienten fríos, tengo un ligero color azulado en las uñas de ambas extremidades. Aunque siempre han habido días fríos nunca he sentido mis huesos y mi piel tan frágiles. Es como si estuviera enferma, y de echo, así me siento, pero ya no hay vuelta atrás, debo seguir adelante, es el pensamiento que me tortura cada día y hoy es otro más en el que sufro sin sentido. Si quisiera, no lo haría y esperaría una eternidad, pero ya estoy cansada de esperar. La única que se pone sus límites aquí, soy yo, y hoy por muy mal que me sienta, por mucho que me cueste andar sobre el gélido suelo, e incluso si me tropiezo, me volveré a erguir y nuevamente me dispondré a dar un paso firme hacia un futuro incierto.
Me pongo en pie después de haber estado meditando todo esto tumbada en la cama, puedo llegar a sentir el traje de todos los días algo distinto, quizás es la brisa que entra por la ventana, pero me siento más ligera, la tela apenas roza mi cuerpo y una de las tiras de éste se escurre por mi hombro. Puedo observar que hoy estoy casi tan pálida como el. En mis manos, se encuentra la grabadora y con temor de volver a pensármelo dos veces, le doy al botón de grabar.
-Me encuentro aproximadamente a un metro de la ventana...-Explico con toda la serenidad que he podido hallar en mí.- Por si no lo he dicho ya, mi propósito es asomarme en ella y si soy del todo sincera, ahora mismo quiero salir corriendo, pero no tengo lugar al cuál ir...
Doy otro paso más y ya puedo ver la segunda planta del edificio de enfrente. Algunas ventanas están llenas de macetas con flores de muchos colores llamativos, otras cubren sus cristales con cortinas, estampadas o lisas. Abiertas, cerradas, todas ellas son distintas. Casi puedo llegar a sentir la personalidad de aquellas personas que las ocupan...
-He dado otro paso más. Ya no me queda más que un pequeño impulso para poder ver la calle.- Mientras lo digo, la curiosidad se vuelve más fuerte que mis miedos. Mis manos se manejan por ellas mismas y se agarran al pequeño saliente de mi ventana para empujar mi cuerpo hacia ella y cuando por fin puedo ver la calle, la grabadora que había caído al suelo, deja escapar una pequeño interrogante.
-¿Nora?...-

PerdónameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora