Blanco

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Miré los cristales que se habían incrustado en mi cuerpo, sobre todo se encontraban en mi vientre, pero para mi sorpresa no sangraba ni sentía ningún dolor. 

Intenté sacarlos lentamente en un principio pensando que podría ser por la adrenalina y porque habían entrado en mi cuerpo de forma limpia, pero seguía sin sentir nada, y entonces empecé a sacarlos más rápidamente hasta no quedar ninguno. Me levanté con cuidado y apreté con ambas manos las zonas en las que se habían encontrado previamente los cristales más o menos por un minuto antes de quitarme el traje y darme cuenta de que no tenía ningún rasguño.

"¿Qué está pasando?" Me pregunté a mí misma. No tenía sentido nada de lo que me pasaba, aunque pensándolo detenidamente, nada de lo que había "vivido"hasta ahora tenía sentido alguno, al menos desde el punto de vista de una persona normal, ¿cierto?

Había dejado caer los cristales al aún más gélido suelo, pero al volver a mirar hacia ellos ya no estaban y ante mí se mostraba una ventana intacta. La misma ventana del mismo maldito cuarto en el que permanecía inevitablemente desde hasta donde mi memoria alcanzaba a recordar. La única diferencia es que aquellas horrorosas cortinas estaban otra vez allí, colgadas mientras el viento soplaba levemente.

¿Podría ser todo un mal sueño? 

Volví a ponerme el vestido y mis extremidades empezaron a temblar, o quizás ya lo hacían antes, pero no me había dado cuenta. Volteé mi cabeza hacia atrás y me di cuenta de que me equivocaba. Esta no podía ser mi habitación. Era mucho más grande y no había cama, ni muebles viejos llenos de polvo. Tampoco estaba el viejo televisor, ni mis libros, ni la radio, ni la grabadora. No había nada en aquella habitación que me recordara al lugar donde había escuchado la hermosa melodía que me daba la lluvia, donde me había sofocado el agobiante sol o donde había escuchado los coches sobre la carretera, los cuales siempre pasaban por el mismo bache al pasar a toda velocidad sobre la calzada.

Esta era una habitación de paredes y suelo color blanco impoluto, con una sola puerta y una sola ventana del mismo color. Si esto era un sueño, o mejor dicho una pesadilla, estaba segura de que aún no se había acabado. Sin embargo, mis miedos, mis dudas, mi dolor, mi angustia y todo tipo de emoción se habían esfumado. Ya no me importaba lo que fuera a pasar de aquí en adelante, pero mi cuerpo no dejó de temblar en ningún momento mientras dejaba atrás la ventana y me dirigía hacía aquella puerta.

Entonces agarré el pomo con una de mis manos temblorosas y giré la muñeca sin titubear. La puerta se abrió y mi corazón se paró por un segundo al ver que allí, tras de ella, se encontraba él.

PerdónameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora