Primer toque

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Cuando Frida levantó la vista hacia el cielo, cerca de las nueve menos cuarto de la noche, pudo notar que la luna se asomaba tímidamente entre las nubes; tal vez en pocos días sería una luna llena. Amaba la luna llena; no podía esperar a que brille con aquella intensidad que le hacía soñar. Bajó la mirada y siguió su camino. Se distraía fácilmente y no quería atropellar a alguien o ser atropellada mientras miraba al cielo.

Frida era una chica soñadora de las que pocas quedan. Pero no es aquella soñadora convencional. La mayoría de personas piensan que "soñador"
(esta chiquita para en las nubes)
se refiere a alguien que reitera en el pensamiento romántico y sentimental, pero Frida era diferente; odiaba lo que ella denominaba "La vida en gris", siempre igual, siempre plana, siempre de un matiz deprimente y tan monótona. Condenada a hacer lo mismo toda su vida y sin posibilidad de volar jamás. Después de todo, ¿qué era el éxito? Tener un trabajo estable, ascender y lograr una posición importante en alguna empresa igual de importante para poder mantener un hogar y tener al día los pagos de la hipoteca y de los préstamos. Y un auto, el auto siempre es sinónimo de triunfo, porque con él se puede salir los fines de semana a pasear, quizá, fuera de la ciudad. Eso es, amigo o amiga, una vida (aburrida, vacía) sin (sentido) preocupaciones.

¡Clank!

El sonido del metal, al deformarse, hizo que Frida regrese a la realidad. Retiró el pie derecho de la lata de cerveza que alguien había arrojado al suelo y vio cómo la había aplastado. Es hora de seguir, Frida... o llegarás tarde a casa.

Miró de derecha a izquierda antes de cruzar la calle y aceleró el paso. No le duró mucho: a media pista, volvió a ensimismarse en las ideas que flotaban dentro de esa cabeza desaliñada. Ella buscaba hacer algo extraordinario, algo que nadie podría hacer, algo que nadie podría imaginar, algo de lo cual no tenía idea, ya que aún no había pensado en ese algo, pero sabía que pensaría en ello en algún momento... quizá era momento de hacerlo ya, o quizá no. Tal vez la luna pudiese ayudarla en la decisión; levantó la mirada otra vez. El tímido brillo del satélite se colaba casi inútilmente entre las oscuras nubes. ¿Es que tampoco puedes hacer algo extraordinario, lunita?

Un ruido se dejó oír a lo lejos y Frida regresó a la realidad. Era la bocina de un auto (sinónimo de triunfo) que se acercaba y quería apartar a la chica (que sólo para en las nubes) del camino.

Frida dio un salto hacia adelante y llegó a la vereda. El auto pasó como un rayo, dejando tras sí una estela de aire que la chica sintió en sus piernas desnudas bajo la falda verde. Acomodó la mochila en su espalda y siguió su camino.

Luego otra vez ese ruido
Pero ya no estoy en la pista...
que la trajo a la realidad hacía unos segundos. No era una bocina. Sonaba más a un quejido... Una lastimera exclamación de alguien desesperado. ¿Cómo pudo confundir un grito humano (¿o era algún animal?) con la bocina de un auto?

Otro ruido parecido al anterior confirmó la teoría del grito. Y la puso algo nerviosa. Sí, confirmado, ese era el grito de un hombre desesperado. Repito, el grito de un hombre desesperado. Bajó la mirada para ver la hora en su reloj de pulsera, con intención de desviar su atención. Escuchó un tercer grito (¿o cuarto? Aún no se decidía si el primer ruido fue un grito efectivamente o la bocina del auto veloz...) y se dio cuenta de que no llevaba ningún reloj en la muñeca. A Frida no le gustaba llevar accesorios de ningún tipo; ni en el cuello, ni en la muñeca, ni en la cabeza, ni en el tobillo, ni en ningún lado de su cuerpo. Los accesorios suelen perderse con facilidad, por ejemplo, cuando se les deja a un lado para lavarse las manos o peinarse. Ella era una chica muy distraída y las pocas veces que se dignó a llevar un accesorio, no tuvo problema alguno en perderlo. Recordaba, por ejemplo, cuando perdió una pulsera de colores muy bonita que una amiga le regaló hacía unos meses. Le gustaba mucho la combinación de colores que hacía el verde con el morado. Siempre sonreía al ver su pulsera. Los colores le recordaban a un hada que aparecía en un juego de internet que...

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