La familia Dvoker lloraba la muerte de la pequeña Seelie. Todos mantenían el dolor en carne viva, mirando desde sus lugares al cuerpo inerte de Seelie. Sólo Loui no lloraba, y no es porque no quisiera. Sentía el acumulo de sus lágrimas en su garganta formando un nudo difícil de ingerir. Él no podía llorar. Estaba en shock, a pesar de haber recibido aquellos calmantes hacia dos días, Loui aún podía escucharla gritar su nombre, aún sentía el olor que emanaba su vestido envuelto en sangre... Los policías seguían buscando al asesino, pero todos ya sabían que nunca lo encontrarían. Era muy difícil teniendo en cuenta que las casas más cercanas se hallaban a docientas radios de su casa, y no habían testigos, a excepción de Loui que sólo encontró el cuerpo de su hermana pero que tampoco podía atestiguar en su estado. Nadie había escuchado nada. Había sido a las 3 a.m. Todo el mundo estaba durmiendo, y Loui no podía sentirse más culpable de lo que ya se sentía. Apostaba que el mismo sentimiento invadía los espíritus de sus padres y de sus hermanos. Lo vió todo el día; cuando su madre se quedaba mirando la ventana que daba al gran campo que rodeaba sus trigales. Al igual que su padre, que se esmeraba en sonreír cuando nadie quería hacerlo. Toda esa ola de culpabilidad y pena cerraban sus fosas nasales y no le dejaban respirar. De hecho, tuvo que salir del apretado abrazo de su tía y correr hacia las afueras de la iglesia. No podía soportar aquel olor a muerte. Estaba en el aire, en cada inhalación que sostenía. Estuvo en los cabellos de Seelie cuando él se había acercado para darle un tembloroso beso de despedida. Era la Muerte llamándolo, muy dentro de su ser lo comprendía de esa manera.
Recorrieron el cementerio al compás de las campanadas que sonaban a lo lejos en la catedral. Su hermana, Cristie, se apoyó en su brazo mientras sollozaba a su lado. Él la miró un momento y, luego volvió sus ojos hacia adelante, sin perder de vista al cajón donde yacía Seelie. Los hombres que sostenían aquel cajón miraban hacia cualquier lugar menos a lo que levantaban en sus hombros. Loui deseó haber tenido el valor para llevarlo él mismo, pero sus movimientos no estaban haciéndole justicia a la situación. Se sentía inútil allí deambulando junto a la multitud.
No pienses, se dijo a sí mismo, pero también se falló. Era lo único que solía hacer desde hace dos días. Pensar.
El obispo recitó algunas plegarias, incapaz de consolar a la familia Dvoker, y luego suspiró con gran tristeza. Al momento en que la caja estaba bajando a la oscuridad del subsuelo; Loui cerró sus ojos contando en silencio y escuchaba a la tierra chocando contra el ataúd. Quería gritar. Sacar a su hermana de allí. Escapar junto a lo que quedaba de ella. Sin embargo, se obligó a permanecer allí, sosteniendo el brazo de Cristie.Regresaron a casa.
Loui se encerró en su habitación y se escondió entre las sábanas de su cama, aún con el traje puesto. Su cuerpo estaba débil, así que ni siquiera intentó abrir la puerta cuando llamaron, sólo siguió acostado rígidamente. Por el rabillo del ojo izquierdo vió a su hermano mayor, Deni, atravesar la habitación y sentarse en la orilla de la cama.
—Sería estúpido preguntarte cómo estás— murmuró Deni.
Loui lo escuchó hacer un ruido similar a un suspiro desesperado. Entonces quitó un poco de la tela que le impedía ver a su hermano en su totalidad y se dió cuenta, con una sorpresa sobresaltada, que Deni no estaba mejor que él. Sus ojos estaban hinchados y rojos, su corbata echa un desastre y apestaba en gran manera a licor.
—Todos estamos mal, ¿sabes?— le dijo—. Así que, no tengas miedo de hablar conmigo ó con Cristie, ¿entiendes? Porque todos tenemos que estar bien- Deni intentó sonreír, pero más que una sonrisa fue una mueca. Luego las lágrimas salieron de sus ojos rápidamente, como una gran gotera sin reparación.
Loui lo miró con fascinación.
Él no podía llorar. Pero los demás pronunciaban palabras entrecortadas y ya estaban hechos unas cataratas. Si tan sólo él podría... sacaría toda la mierda que estaba sintiendo en ese momento y sin importar cuán débil lo hiciera ver, lloraría y lloraría y no se detendría hasta no poder abrir los ojos, hasta que ese nudo en su garganta desaparezca.
Deni lo miró con los ojos cristalinos.
—Pasaré unos días aquí— dijo luego de un carraspeó—. Papá y mamá están devastados, ¿sabes? No necesitan preocuparse más que esto, ¿entiendes?
Asintió, aunque no lo entendía del todo.
Entonces Deni se despidió y lo dejó solo otra vez. Y Loui otra vez se recostó en la profundidad de su cama e inhaló el olor de la muerte, dejó que lo llenara en el interior, atravesando sus venas azules y violetas, y exhaló.

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El Vestigio
Mystery / ThrillerLuego de haber visto a su hermana menor agonizar en sus brazos, Loui comienza a tener extrañas visiones y sensaciones, que poco a poco lo arrastran a la locura.