Verdadera idéntidad

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Mientras el taxi se perdía en la distancia, Tomas arrugaba el rostro como una pasa y sus ojos parecían salirse de su órbita. Sus manos se abrían y cerraban en forma de puño, maquinando un plan para recuperar a su supuesta novia que ya estaba lo suficientemente lejos como para respirar tranquila.

Violet llegó a la enorme casa y se sentía más que aliviada de llegar a ese lugar que detestaba pero que ahora mismo le provocaba paz. Cuidando de que sus padres no notaran su aspecto, abrió la puerta cautelosamente y apoyó las puntas de las pie moviéndose como si fuese una bailarina de ballet.

Pero no importaba la ligereza de sus movimientos. Sus padres interrumpieron su discusión para mirar a su hija presa del pánico, con el cabello enredado y las manos aun temblando.

Por más que sus padres exigían alguna explicación, ella no cruzó palabra alguna con ellos. Recogió su vestido para evitar tropezarse y subió las escaleras apresurada, dejando a sus padres más preocupados de lo que ya estaban.

Su fortaleza se quebró y las lágrimas rodaron por su mejilla, reflejando cada minuto de horror que había vivido con aquel chico de tez pálida que había jugado con su inocencia.

Al llegar al último escalón, resbaló, golpeando sus rodillas con los escalones. Gimió de dolor y acarició su rodilla lastimada. Rápidamente, reunió fuerzas y se arrastró hacía su cuarto, cerrando la puerta para mantenerse a salvo de todos: inclusive de sus pensamientos.

—Ya me va a escuchar —dijo Frank, subiendo las escaleras.

—¡Detente! —Carol sujetó su brazo—. Gritarle como si fuera un animal no va a ayudar en nada.

Frank sacudió su brazo molesto, como si se estuviese sacudiendo una mosca.

— ¿Qué vas a saber tú? Por tu culpa está malcriada, sale a las horas que quiere, llega con un vestido indecente y se encierra en su cuarto, sin decir palabra alguna —hizo una pausa, observando como el rostro de Carol se desfiguraba—. ¿Es algo normal en una niña de 15 años? ¡Tú la has criado de esa manera! —dijo molesto.

—¿Quién estuvo con ella cuando su padre la abandono por 3 meses? ¿Quién estuvo con ella cuando se moría del dolor al saber que su padre se revolcó con otra teniendo una familia que atender? —preguntó, llena de rabia—. No sé de qué caja de cereales te ganaste la autoridad como padre pero la has perdido —respiró hondo, ahogando las lágrimas que amenazaban con salir—. Aunque ¿sabes qué?—subió 2 escalones hasta quedar a su altura—. Me voy de aquí con mi hija, no te soporto más—dijo furiosa—. Y si quieres saber lo que le paso, escríbeme una carta y te la responderé cuando tenga tiempo —concluyó.

El último sonido que se escuchó fueron las pisadas de Carol hacía el cuarto de su hija. Frank gritó molesto y pateó una lámpara haciendo que se estrellara contra el suelo. Al observar los pedacitos del bombillo que estaban esparcidos por el suelo, comprendió que había hecho lo mismo con el corazón de su esposa y se sentó en un escalón, escondiendo su rostro entre sus manos.

Carol intentó abrir la puerta del cuarto de su hija, pero estaba trancada. Violet no respondía a sus señales. Angustiada, fue hacía su cuarto, tratando de buscar una solución al problema, después de todo desde ahora sería el pilar de la familia.

—¡Necesito mis calmantes! —exclamó, abriendo la gaveta—. ¿Qué será esto? —sacó una misteriosa carpeta.

En la carpeta marrón se podía leer una etiqueta que decía "secreto" y parecía contener documentos importantes.

Carol se sentó en la cama, abrió la carpeta y comenzó a husmear en los papeles. El primero contenía planos de la casa, el segundo información de sus últimos habitantes.

—Familia Lee, pareja con una niña —leyó en voz alta—. ¡Oh por Dios! —tomó una foto—. Es idéntica a mi hija.

Absorbida por la sorpresa, siguió mirando los extraños papeles que se encontraban en la carpeta, ojeándolos rápidamente, sintiendo un extraño nudo en el estómago. Sus ojos se detuvieron en una hoja que captó su atención.

—Hombre lleno de locura asesina a su novia por ataque de celos —leyó el titular—. El joven identificado como Terry, ha matado a su novia a sangre fría esta mañana, culpándola de haberle sido infiel y asegurando que sería solo suya desde el más allá. Luego de una sesión de fotos, donde la joven Karen Lee habría mostrado todo su potencial como una reina de belleza, la relación había mejorado, hasta que en un descuido, Terry observó cómo su novia coqueteaba con otro. La última vez que supieron de ella fue cuando llego aterrada a su casa y su novio estaba persiguiéndola —titubeó y alejó su vista del papel, rebobinando la imagen de su hija hace unos minutos.

Un escalofrío recorrió todo su cuerpo dejándola helada. Sus manos temblorosas siguieron pasando papeles hasta llegar a unas fotos comprometedoras donde se mostraba a la joven de aspecto similar a Violet, luciendo una corona de rosas y un vestido blanco, adornado con una hermosa sonrisa. Carol observó la otra foto con dificultad, la misma joven se encontraba atada a una cama, desangrada, con rasguños en su rostro. La siguiente foto mostraba su cuerpo chamuscado y sin vida.

Se levantó de la cama con dificultad y se llevó las manos al rostro. La imagen de su hija perturbada, llena de lágrimas y asustada se reprodujo en su mente. Luego recordó cuando Violet lloró por primera vez siendo una niña, lo inocente y débil que lucía, el cómo su padre Frank la tomaba en sus brazos y la consolaba, secando las lágrimas de su rostro. Los recuerdos conmovieron a Carol. Lágrimas comenzaron a caer de su rostro, su corazón pedía a gritos ser consolado.

—Tu esposo te ama, es sólo una pelea, tranquila —susurró una voz al fondo de la habitación.

Carol se levantó y volteó asustada. Tomás estaba en la puerta con los labios juntos y totalmente relajado, como si fuese un aquilino que visita su hogar.

—Tú... —ladeó la cabeza, intentando recordar su rostro—. Eres el chico que estaba con mi hija aquella vez...—su voz se perdió por un momento y luego reaccionó entrando en pánico—. ¡Deja en paz a mi hija! —exclamó.

—No la puedo dejar en paz, yo la amo —repuso.

—¡Ella no es tu novia! —dijo con cautela, tratar a una persona como el de manera agresiva podría resultar en una catástrofe—. ¡No le hagas daño! —suplicó, elevando el tono de voz.

—¿Dónde está ella? —preguntó, sin quitarle la vista de encima

—No te interesa saberlo —respondió amargamente, cruzándose de brazos.

—No quieres tener el mismo destino de tu esposo ¿O sí? —preguntó, poniendo a prueba la imaginación de Carol.

—¿Qué le hiciste desgraciado? —preguntó, apretando los labios con fuerza cada vez que terminaba una palabra.

Tomás salió del cuarto a buscar una enorme bolsa negra. Acto seguido, la tiro a sus pies. Carol miró la bolsa detenidamente. Su corazón había doblado la cantidad de palpitaciones. No quería abrir la bolsa. Le aterraba lo que conseguiría dentro.

—¿Qué pasa? ¿No la vas a abrir? —preguntó con una sonrisa burlona en su rostro.

Carol abrió la bolsa con las manos temblorosas, luego gritó con todas sus fuerzas y se arrodilló en el piso, rompiendo en llanto. Tomás se acercó a ella y acarició sus rizos dorados. Carol, enfurecida, alejó la mano de sus cabellos y lo observó llena de rabia.

—¿Qué te hizo él? —gritó, con la voz quebrada.

—Me quería separar de mi amada Karen y nadie lo va a hacer —respondió, volviendo a su estado de locura.

—¡Mi hija no es tu maldita Karen! —sus palabras parecían un auténtico trabalenguas debido al llanto.

En eso, Tomás comenzó a resoplar como un animal furioso. Su semblante había cambiado a uno lleno de odio. Sus ojos azules se agrandaron y su cara se puso roja. Abrió la boca lentamente y mostró los dientes furioso, como si estuviera sufriendo un ataque de cólera y cerró las manos hasta formar un puño.

Acto seguido, sacó una aguja de su bolsillo y se abalanzó encima de Carol. Por más que intento luchar, la agilidad de Tomás fue más grande. Cuando la tuvo en su poder, clavó la inyección en su brazo izquierdo. Carol sintió la aguja enterrándose en su brazo y gritó por última vez. 

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