{Narra Tn}
El día había amanecido despejado, no había ninguna nube en el cielo y el sol brillaba en lo alto; sin embargo, hacía tanto calor que no me apetecía hacer nada. No me moví de la cama aunque tuviese los ojos abiertos, pero me destapé por completo. Miré la habitación: la ventana todavía tenía las cortinas echadas, el armario estaba a su lado... y, fijándome, parecía que había alguien escondiéndose en las sombras.
- ¿Quién está ahí? - escuché una pequeña risa.
- Ara, ara ~ bitch-chan ~ No pensé que te darías cuenta - cogí la sábana y me tapé - Nfu ~ no hace falta que hagas eso, sólo quiero un poco de tu sangre... pero... si me dejas hacer algo más ~ - se acercó y me moví hacia el otro lado de la cama - ¿Quieres que obtenga tu sangre a la fuerza ~? - cogió mi muñeca derecha y me levantó en el aire.
Inspiré, esperando sentir dolor en el cuello, pero antes de que llegase a sentir nada, se escuchó un portazo.
- ¡Eh, ¿qué estás haciendo?! ¡Ella es de Ore-sama!
- Nfu~ Ohaio Ayato-kun~, ¿no quieres que la compartamos?
- ¡Largate de aqui! ¡Y no vuelvas a tocas lo que es de Oresama! (Y: Oresama, Oresama, siempre igual!! ; T: pero lo amas... 7u7r; Y: sii... <3)
- Nfu ~ Qué malo - se encaminó a la puerta con una sonrisa y, antes de irse, me miró - Acabaremos con lo de antes en otro momento. Hasta luego, bitch-chan~
- ¡Tsk! ese imbécil...
Ayato me miró y se acercó.
- ¡Oye, tengo hambre! ¡Prepárame algo de comer!
Le miré con cara de pocos amigos, pero decidí ir a la cocina antes de que se le ocurriese morderme. Con un suspiro, abrí el frigorífico.
- ¡Quiero takoyaki!
- ...vale... pero ya sabes que no se me da bien, no sé cómo quieres comerlos si dices que no te gustan y que si intento envenenarte - saqué los ingredientes y empecé a cortar el pulpo. (T: es inmortal, no le matarás)
- No me queda más remedio que comer lo que preparas. Reiji no quiere hacer takoyaki. Además, no preguntes a Ore-sama por qué hace las cosas. (Y: porque no tienen sentido, básicamente, con amor lo digo, claro :3)
Preferí no responder y hacer oídos sordos mientras preparaba la comida. Cuando acabé, cogí la bandeja y me di la vuelta con ella sin darme cuenta de que Ayato estaba detrás de mi. Agarró mi muñeca con una mano y la bandeja con la otra.
- Has tardado demasiado.
- Es lo que tiene cocinar sin ayuda - dije poniéndole mala cara
- ¡Tsk! Vamos a ver si les has echado veneno esta vez.
Nos sentamos en la mesa, uno en frente del otro, veía como el pelirrojo se zampaba los takoyakis uno detrás de otro. Odio tener que hacer takoyaki, se me queda las manos con olor a pulpo, ¡¡puaj!! Me fui a la nevera a por algo para comer, pillé un yogur de chocolate y me lo comí al lado del idiota que se hace llamar "Oresama".
- Parece que esta vez no les has echado veneno - me sorprendí.
- ¿En serio me salieron bien?
- Sí, así que te compensaré por haber mejorado, ven - no voy a dejar que te salgas con la tuya, te daré una lección.
- No.
-¿No?
- Estoy harta de que me uses como cocinera, además, seguro que tu boca apesta a takoyaki.
