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Josh llegó a casa, y se sorprendió al observar que toda ella estaba a oscuras. Ninguna bombilla estaba encendida, lo cual era raro, porque Tyler odiaba la oscuridad, o al menos eso creía.

—Tyler, he llegado —anunció el tintado, pero Tyler no respondió—. ¿Tyler? —preguntó, pero no recibió respuesta.

Suspiró y dejó sus cosas sobre la mesa, caminó hasta el apagado de la cocina y se dispuso a encender las bombillas, sin embargo ninguna prendió, por lo que creyó que Tyler se encontraba afuera tratando de resolver el problema.

—Hola Josh —se escuchó al fin la voz del pequeño.

Josh giró sobre sus talones.

—¿Tyler?, ¿Qué diablos pasó aquí?, no se puede ver nada.

—Hubo un problema técnico, llamé a la compañía pero nadie respondió —se escuchó su risita, la que erizaba su piel.

—Eso me parece excelente —Josh murmuró, intentado no sacar de quicio a Tyler, o mejor dicho, a lo que poseía al pequeño.

—Supongo, pero ¿sabes lo que a mi en realidad no me parece excelente? —replicó Tyler.

—¿Q...Que? —preguntó Josh dudando.

—Qué hayas hablado con mis padres. ¡Qué les hayas dicho como me encuentro! —lo último lo gritó—. Realmente confiaba en ti —susurró.

Josh pasaba saliva, mientras se movía lentamente, la casa aún se encontraba en completa oscuridad, intentaba hallar a Tyler, pero la voz del menor resonaba por toda la casa.

—E... Era necesario, ellos solo querían saber de tu estado de salud.

—¡Mientes!, tú querías entregarme a ellos.

—Ty, amor, sabes que no es cierto.

—¡Basta! —gritó y comenzó a correr en dirección a Josh. A diferencia del mayor, Tyler si podía verlo.

Esa noche, quedaría sellada por gotas de sangre.

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