Capitulo uno

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Capítulo uno

—¡Quiero una respuesta! – gritó desesperada la chica – solo respóndeme eso.

Se quedo callada y luego de unos segundos volvió a hablar

— Lo sé Bill... si, también se eso, solo te pido que me respondas esa pregunta ¿Por qué me dejaste? – dijo mirando hacia la tumba – ¿Eh Bill? ¿no era buena para ti? ¿Qué hice para que tú quisieras suicidarte?

Se escuchó una risa a lo lejos y la rubia volteo por instinto

—¡Bill! – exclamo limpiándose las lagrimas – sabias que había alguien aquí y solo querías que yo hiciera el ridículo – aseguro mientras limpiaba la tierra de su vestido y se levantaba.

Se escucho la misma risa pero ahora más fuerte.

— ¿Sabes Bill? Eres un idiota... no me digas eso... ¡no te creo! – tiro las rosas blancas ya marchitadas hacia la tumba y se encamino con destino a su auto.

—¿Sabes? En toda mi vida he visto diferentes tipos de personas entrar a este cementerio, pero, usted  ha sido la única que me ha hecho reír de ese modo – exclamó una voz a lo lejos, que la rubia supuso que era la misma que se había reído anteriormente.

— Disculpe ehm... extraño – contesto la chica - ¡cómo puede decir tal cosa! no se percató de que estaba hablando con mi esposo.

— No lo creo señorita – repuso el muchacho – usted hablaba con la tumba, le tengo la terrible noticia de que usted tiene un severo caso de locura

La chica indignada por tal comentario siguió caminando hacia su auto pero el chico la detuvo y la muchacha ya molesta, sin embargo, se giro hacia el joven dándole una mirada fría.

—¿Qué quiere usted? – pregunto la rubia – Eres muy insistente.

— ¿Querer? De querer lo quiero todo

— Parece que usted no entendió mi pregunta – exclamó con desagrado – me refiero a lo que usted quiere con mi persona.

— ¡Oh! con usted, mis hipótesis han sido acertadas

— ¿Cuáles hipótesis?

— Sobre los humanos, por supuesto, hablas con ellos por varios minutos y ya creen que quieres algo con ellos.

— ¿Nosotros? Tonterías – lo reprocho la muchacha  - el problema con nosotros los humanos, es que somos vulnerables, con cada desconocido que nos hable, ya pensamos que es un asesino serial.

— Pues sus hipótesis son algo ciertas la mayoría de nosotros no somos asesinos seriales, somos a sueldo.

La chica río en respuesta a tal comentario

— Tenga por seguro que no ha sido un placer hablar con usted – admitió desinteresada la rubia – pero me da mucha alegría saber que es tarde y tengo que volver a casa.

Se volteo y por segunda vez el chico la detuvo esta ya fastidiada girándose encontró la mano de aquel chico puesta en su hombro, su mirada paso de la mano a los ojos del muchacho.

— Querido, me halagas enserio, que quieras seguir hablando conmigo, pero, ya tengo que irme.

—Me malinterpretas querida – dijo el chico – insistirte a hablar conmigo no es un halago, mas bien, una tortura.

— Por esa misma razón – contesto cansada – debo irme ahora.

— ¿ le pareciera inoportuno – pregunto el chico ignorando totalmente el comentario de la rubia – preguntarle cual es su nombre?

— ¡oh querido! – respondió colando la mano izquierda en su pecho dramáticamente – no sabes lo inoportuno que es.

— ¿pues será en otra ocasión entonces?

—Si, por supuesto – contesto hastiada – cuando usted desee.

—Pues recuerde que siempre estaré aquí, en el cementerio.

La chica en respuesta fingió temblar su labio.

—Eso se escucho un poco raro ¿no cree?

—No, para nada.

La chica abrió la puerta del piloto, cuando ya estaba dentro le grito algo inentendible al muchacho.

— ¿Qué? – susurro el chico – no la escuche, hable más claro

— Y usted más alto – replicó con una sonrisa – lo que le dije fue mi nombre.

— ¿sería mucha molestia que lo repita?

— Mi nombre es Violet Lowell

— Encantado, mi nombre es Charles Colingwood

La chica que ahora por nombre lleva Violet cerró la puerta de su automóvil.

— ¡Bill! gran amigo que tienes – se dijo para sus adentros - ¿podrías por favor alejarlo de mí?

TinieblaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora