Prólogo

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Escuché su dulce voz y sentí unas enormes ganas de abrazarlo y besarlo aunque fuera por última vez, ya no soportaba la vida que estaba viviendo, no podía seguir así, necesitaba arreglar las cosas con él pero Santi estaba tan frío, serio e inexpresivo.

Cariño, que conste que yo sí te amé.
Así que ahora no vengas a llorar y a rogar haciendo como que el de la culpa fui yo.
Ojalá esto te sirva para valorar a aquellos que te entregan su amor incondicionalmente.
Cariño, sé que debe ser difícil para ti, pero aquí entre nos, te aseguro que te mereces este dulce tormento.》

Susurró las últimas palabras a mi oído mientras me miraba, pero era muy extraño porque parecía como si no me estuviese mirando en realidad.

Quise decirle que siempre lo había amado pero entonces no lo vi más, era como si hubiera desaparecido, la neblina cubría todo el lugar y comencé a gritar desesperada tratando de encontrarlo.

Y cuando lo hice desee no haberlo hecho nunca.

Corrió un viento helado por mis venas y sentí como si mi corazón hubiera dejado de bombear sangre por sólo un momento, aunque lo suficiente como para provocarme una sensación de muerte momentánea provocada por otra muerte muy distinta a la mía, de hecho.

Él estaba ahí a mis pies, lo veía con muchísima claridad y sin embargo no podía creer lo que mis ojos me decían, él estaba allí, rodeado por  un charco de sangre con un cuchillo en su mano.
Estiré mis dedos instintivamente hacia él, aún cuando estaba plenamente consciente de que él ya no estaba vivo.
Sentí la gélidez de su cuerpo inmediatamente al contacto con mi mano y en un acto reflejo la aparté rápidamente.

Entonces tuve una sensación como de deja vu, como si ya hubiese pasado por esto antes, como si todo fuese un sueño o una ilusión.

Tomé el cuchillo y pase su filo por la yema de mi dedo pulgar para comprobar que no era todo esto un simple sueño, pero al sentir la punzada de dolor y ver la brillante gota de sangre emerger de mi herida y caer al suelo comprendí todo.

Apenas tuve tiempo de gritar de desesperación, inmediatamente ví como salían figuras de entre las sombras y trataban de apresarme, yo quería liberarme pero no pude, me sentí débil, como si ya no pudiera respirar nunca más.
Y me desvanecí, dejé mi cuerpo caer en los brazos de la oscuridad mientras mi mente seguía divagando.

Entonces supe que desde aquel momento viviría atormentada por mi karma.

Motivos para no merecer tu amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora