Recuerdo 2

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—¿Todo bien Samantha?—Preguntó Roberth que estaba sentado en el mueble más grande de la casa revisando su celular y tomando café.

—Oh sí, todo está magnífico—Suspiré e hice un ademán mientras le daba la espalda, alejándome... atravesé la casa para ir a la cocina a servirme una taza de té verde, realmente lo necesitaba.

Eso siempre ayudaba a calmarme los ánimos.

Tomé la taza y coloqué el agua para el té pero no podía dejar de pensar en todo lo que había pasado en los últimos días, esos recuerdos me perseguían sin que yo pudiera hacer nada para ahuyentarlos.

Cada que me miraba al espejo veía a una mujer que no reconocía.
Una mujer que la niña que alguna vez fui odiaría.

Tomé una de las bolsitas de té y la coloqué en la taza mientras seguía pensando en todo lo que había hecho... ¿Acaso lo valía en realidad?

Joder, yo había destruido la vida de un chico solo porque encontré a alguien mejor.
¿Alguna vez podría él perdonarme?

Por ahora de lo único que estoy segura es de que me odia y yo me lo merezco, se suponía que hoy iba a ser nuestra boda y a pesar de que yo pude ser buena y explicarle mis motivos y tratar de no ser mala con el escogí hacer exactamente lo contrario.

Pero así era yo... no era mi culpa, desde niña había sido esa la manera en la que yo actuaba, aunque suene cruel, ilusionando a los chicos, sacando siempre algún beneficio y claro, no enamorándome nunca, porque el que se enamora pierde ¿no? y claro que yo no estaba enamorada de Roberth pero él era mucho mejor que Santiago, en todos los sentidos.

Y Santi debía aprender a perder y conseguirse una vida decente y después, si había logrado lo suficiente para merecerme, entonces tal vez podíamos hablarlo.

Por ahora yo iba a sacar provecho de que Roberth esté tan enamorado de mí.
Si él me amaba desde luego que yo no se lo iba a poner fácil.

Ya bastante había hecho con dejar a mi prometido por él.

Y ahora nos íbamos a ir a vivir a Italia, la bella Italia. Esto era todo con lo que alguna vez yo soñé de niña y aunque tengo que admitir que me enamoré de Santiago, no puedo permitir que eso interfiera con los planes que tengo para mi vida que evidentemente no son quedarme a vivir en una casa promedio con un chico con un trabajo promedio. Aunque Santi no era tan promedio, si tenía dinero, pero no tanto como Roberth, Santiago recién estaba comenzando a construir su vida y su dinero.

Yo merezco mucho más que eso, soy demasiado bella, inteligente y astuta como para desperdiciar todo lo que tengo en una vida promedio o casi promedio.

—Samantha, ¿vienes?—preguntó Roberth mientras me invitaba a sentarme a su lado en el sofá.

—Claro Roberth, solo estaba tomando un té—. Le respondí mientras caminaba hacia donde él estaba. De cierto modo se podría decir que yo era bastante afortunada, él era guapo, con mucho dinero y todo un caballero, sin embargo, desde que yo había dejado a Santiago no podía sentirme tranquila, yo lo amaba aún pero por más que mi cuerpo se sienta atraído hacia él mi mente es más astuta y eliminará todo el amor que le tengo, solo de esa manera podré algún día lograr todo lo que quiero, todo lo que él no me puede dar.

Aunque para eso tenga que ocultar lo mucho que sigo amándole, aunque para eso tenga que poner en lugar de todo ese amor una fachada en donde yo no sienta nada por él, aunque para eso tenga que actuar mil veces más como actué esta mañana.

Si ni yo misma me creía que no lo amaba ¿Cómo iba él a creerme? siempre había sido una buena actriz así que ahora iba a usar eso, él iba a terminar convenciéndose de que yo no lo amaba y me iba a dejar en paz y eso era lo que yo quería, lo que necesitaba, no podía dejar que mi corazón me impida alcanzar todo lo que quiero y una vez que esté en Italia con Roberth seguramente todo comenzara a ser más fácil.

—Aquí estoy mi amor—le susurre al oído mientras acariciaba su cabello.—¿Quieres que te prepare un té?—y él sonrió mientras tomaba mi mano.

—Lo único que quiero es que estés a mi lado—me respondió y al escuchar esto yo no pude evitar sonrojarme, el rió al ver mi gesto. Siempre lo hacía cuando yo me sonrojaba—te amo—afirmó mientras besaba mis labios con mucha dulzura.

—y yo a ti—le sonreí pero por dentro me sentía muy mal, Santiago había sido el único al que le había dicho que lo amaba y yo no sentía eso por Roberth.

Esa tarde él y yo la pasamos acurrucados viendo películas y hablando sobre nosotros, sobre lo hermosa que era Italia y los lugares que íbamos a conocer, era tan cautivador hablar juntos sobre la vida que nos esperaba.

Entonces mi celular sonó.

—¡Hola!—respondí mientras Roberth acariciaba mi cabello y me abrazaba por la espalda.

—Samantha—escuché que decía él con una voz débil y afligida y con solo esa palabra mi mundo se vino abajo de nuevo, era Santiago, yo hubiera reconocido su voz aunque hubieran pasado cientos de años, pensé en colgar el celular pero no lo hice. Esa pequeña parte masoquista de mí me hizo seguir escuchándolo.

—Dónde se quedaron esos viejos tiempos?, cariño, esto no puede ser, ¿Dónde quedaron los planes que hicimos para nosotros, nuestra vida?—al escuchar eso sentí mi corazón romperse pero yo no podía demostrar eso, tenía que ser fuerte y dejarle claro que ya no lo amaba aunque no fuera verdad. Roberth me miraba como si tuviera demasiadas preguntas y yo no quería hablar con Santiago mientras estaba Roberth conmigo así que sin decirle nada simplemente me levanté y salí de la casa, me senté en el patio y tratando de sonar convincente le dije.

—Esos "planes" como tú los llamas, no eran ciertos, cariño, de hecho nada era verdad, ¿eres tan tonto como para pensar que alguna vez te amé? no lo hice.

—No seas tan dura conmigo, no tienes idea de lo difícil que es para mí ver que ya no estás aquí a mi lado, ¿Por qué me dejaste?—sollozó él y tenía todo el derecho de preguntar, yo jamás le di una razón, nunca le dije el por qué pero no pensaba decírselo tampoco.

—Eso no importa ya, el punto es que no te amo—afirmé mientras terminaba la llamada, no quería escucharlo más, no quería que mi determinación me fallara.

Sentí tantas ganas de llorar pero no podía hacerlo, Roberth seguro quería una explicación acerca de la llamada y si yo lloraba no iba a poder dársela, él no debía saber que yo aún amaba a Santiago, él pensaba que yo no sentía nada por él y que si yo me iba a casar con él era porque mi madre me obligaba, aunque yo nunca hubiera permitido algo así.

Respiré y me dispuse a entrar de nuevo a la casa pero Roberth salió a verme.

—¿Que fue eso Samantha?—resopló evidentemente enojado.

—Oh, no tienes por qué ponerte así—dije mientras trataba de fingir que yo también estaba molesta y ocultar un poco lo triste que estaba.

—¿De quién era la llamada?—preguntó mientras yo notaba como él no creía nada de lo que yo le decía pero aun así le respondí. —de mi madre, ella llamaba—me miró con más incredulidad aún.
—sabes que no te creo, te pusiste pálida al recibir la llamada y saliste de la casa, ¿todo por una llamada de tu madre?

—Ella dijo que este mes no iba a alcanzar a pagar la renta y que probablemente tenga que mudarse para suplir los gastos—mentí mientras por fin dejaba salir las lágrimas que había estado conteniendo ya que él iba a pensar que lloraba por eso y no por la llamada de Santiago.

—¿Era por eso? pero si sabes que puedes contar conmigo para todo, yo pagaré los gastos de tu familia, te ayudaré siempre en lo que necesites—me dijo mientras enseguida el enojo desaparecía de su rostro siendo remplazado por una sonrisa y un gran y cálido abrazo mientras yo no dejaba de llorar.

Ahora solo esperaba que Santiago dejara de llamarme, no sabía por cuánto tiempo más iba a poder sostener esta gran mentira, ya lo había lastimado a él y no iba a hacer lo mismo con Roberth, no iba a arruinar todo lo que tanto esfuerzo había logrado conseguir.

Yo iba a terminar olvidándome de Santiago, estaba segura de que así iba a ser.

Motivos para no merecer tu amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora