4. Su nombre.

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Rodé los ojos por tercera vez esta mañana. 

Otra vez había derramado un gigante balde de agua sobre mí al intentar llevarlo donde estaba Leah.

Estaba ayudándola con lo del mural en el orfanato e iba muy bien para ser verdad. Los niños estaban muy felices al dejar las marcas de sus manos en la pared blanca y al jugarse unos con otros. Al parecer, se les hacía divertido. 

Estos niños son adorables, ¿cómo a sus padres se le ocurrían abandonarlos?

—¡Jess! —me volteé al oír a alguien llamándome, me encontré con una niña rubia de ojos castaños—. ¡Estás mojada otra vez! Te he dicho que no corras con los baldes a tope.

—Perdón Li. No tengo mucha experiencia en el campo ni en la pintura —resoplé, estando un poco harta de la situación en la que me encontraba.

—¿Que no tienes experiencia? ¡Pero si tú pintas bien! —se quejó de mi pésima actitud. ¿Y quién no lo haría en esta situación? Por favor. 

—Li, con el tiempo me dí cuenta de que no era así —sonreí tristemente—. Además, ¿qué haces acá afuera? Aún no es su turno de pintar.

—Es que... eh... Adentro es muy aburrido. —miró hacia otro lado.

—Oye, ¿tuviste problemas otra vez con Maira y su combo? —levanté las cejas. 

Maira era la hija de la señora que dirigía este orfanato, y los niños que la seguían eran amigos que estudiaban con ella. Pero no sé, esa niña tiene problemas de actitud y una autoestima muy alta para ser quien es. 

—Maira ha sido una patada en el estómago estas últimas semanas, se la ha pasado molestando a todos y creyéndose la gran cosa insultando a todos —Li rodó los ojos. 

—Para lo inmadura que es, seguro que sus insultos son tipo; "mi barbie es más bonita que tú", "te voy a acusar con mi mamá" o un "vete a comer torta con tu hermana la gordota" —ante mi imitación de una falsa voz infantil, Li rió—. Vale, puedes quedarte a pintar con nosotros hasta que nos vayamos. 

Li sujetó el balde de agua con la fuerza que yo no tengo —esto me dolió, de verdad—, y fue hasta donde Leah y los demás niños estaban pintando. Sonreí un poco al ver a todos los niños abrazando a Leah llenos de pintura y ella estaba en medio con cara de felicidad y enojo. 

Pero un golpe en la cabeza fue el que me devolvió a la realidad. Y vaya que dolió. 

¡Por su unicornia madre! 

Volteé, solamente para ver a Maira y a sus dos amigos sonriendo hacia mí con piedras en la mano, viendo como me quejaba del dolor. 

Es que sí no fueran niños agarraría las piedras y se las metería en lo más profundo del... bolsillo, sí. El bolsillo. 

—Uh... ¿Jess? —miré a Leah con un rostro confundido—. ¿Estás bien?

—Sí, ¿por qué lo dices?

—Te quedaste unos minutos pegada mirando al infinito y creo que para rematar... te está sangrando la cabeza. 

¡¿QUÉ?! 

¡Malditos niños demonio!

*

*

*

Tuve que ir a la farmacia a comprar unas gasas y alcohol para ponérmelas en la cabeza. Es decir, la herida no era muy profunda pero es mejor prevenir que lamentar. 

No necesitaba a la Sinestesia para saber que la sangre tenía un sabor horrible aún si solo escuchaba esa palabra. De hecho, ya de por sí lo habría sabido. 

Synesthesia » Bloody Painter ①Donde viven las historias. Descúbrelo ahora