Capitulo 4.

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Había terminado de almorzar en un restaurante que se encontraba a dos cuadras del instituto, junto a la compañía de Ally y Dinah que no pararon de hablarme de ellas como si a mí me importara. Una cosa es que yo las quiera conocer y otra muy distinta que ellas me quieran obligar más o menos a conocerlas. Solo comía feliz de la vida de mi rica hamburguesa con papas fritas y mucho aderezo.

Mmmm... Aderezo.

Me dio más hambre y pedí otra hamburguesa que estoy devorando en estos momentos. Las chicas me miraban con cara de asco y diversión al mismo tiempo, ¿Es que nunca vieron comer a alguien? Sé que no soy precisamente normal mientras como pero que disimulen, carajo.

—¿Creen que estoy gorda?— les dije para saber si aparte de lucha, iría también a un gimnasio, por cierto, eso se me pasó por alto; los días lunes, miércoles y viernes tenía un entrenador personal de lucha y defensa personal.

—Mmm... No lo creo, definitivamente no— dijo Dinah y Ally se limitó a negar, creo que aún está algo resentida.

—A veces me miro al espejo y me digo: Ramona, debes dejar de comer y hacer dieta. Pero como no me llamo así, no lo hago.

Ambas empezaron a reír muy fuerte incluyéndome, eso me salió del alma. Justo en ese momento mi celular comienza a sonar, miro la pantalla y es un número desconocido.

—¿Quién habla?— dije atendiendo mientras comía las últimas papas que me quedaban.

—Hola, buenas tardes, ¿Es usted Lauren Jauregui?— dijeron y fruncí el ceño mientras dejaba de comer para atender con más atención la llamada.

—Sí, con ella habla, ¿Con quién estoy hablando?— tengo como un mal presentimiento con respecto a esta llamada tan peculiar.

—Habla la recepción del hospital Richter, hace un momento llegó una señora llamada Mary Tischer, ella llegó con un pico de presión arterial y está siendo tratada. Su estado está algo delicado y necesitamos de su presencia aquí.

Mis manos temblaron levemente.

—Estoy en camino.

Fue lo único que dije mientras cortaba la llamada y me dirigía a la salida del restaurante, les dije brevemente a las chicas que era una urgencia y que si no les importaba dejarlas y negaron rápidamente. Odio estar vulnerable.

En el auto no podía pensar en otra cosa que no sea en Mary, cuando me llamó diciendo que iría al hospital por algo urgente no me dijo que era por ella, y eso que le pregunté si se encontraba bien. Esta mujer prácticamente me crió, sufriría mucho si algo le pasara. Se pasó toda la vida viviendo bajo el mismo techo que yo, dejando su vida, su familia, solo por mí. Aunque sus hijos crecieron y al parecer se olvidaron que tenían madre, yo la acepté como una verdadera madre.

Al llegar al hospital pregunté por Mary y dónde se encontraba, me dijeron que suba al segundo piso y que allí espere por ella hasta que un médico pregunte por mí. Y eso hice, ahora estoy sentada mirando a la nada, pensando en todo, literalmente hablando. Seguro parezco un terrible zombie, me estoy agotando de estar aquí, mi cabeza da pequeños golpes contra la pared mientras pienso en lo que podría haberle pasado, dijeron que fue subida de presión arterial pero es muy raro ya que ella es una persona muy sana, o por lo menos nunca demostró lo contrario.

Al cabo de un rato siento una presencia maligna a mi lado, como si clavaran dos pares de ojos en mi anatomía, pues los sentía muy cerca de mí.

Giré lentamente para observar a una niña que me miraba atentamente con sus ojos muy abiertos y una muñeca en sus manos, casi me asusto pero soy bien macha para asustarme.

—Vete— le dije mientras le apuntaba a sus espaldas. La niña me sonrió, y me dió un escalofrío—. Mira, niña del demonio— se le borró la sonrisa—. Es mejor que te vayas, eres horrible y tu muñeca es mugrienta, así que desaparece de mi campo de visión.

Unas lágrimas caían de sus ojos y pronto empezó a largar pequeños gritos que llamó la atención de varias personas en el lugar. Una mujer se acercó por detrás de la niña y me miró de mala manera.

—Creo que estás bastante grande como para que le hables...— la corté antes de que siga hablando.

—Mire, señora, ni idea de donde apareció pero me vale tres hectáreas de popó— dije mirando a la niña, tampoco iba a decir groserías en frente de ella—. Cómo le hablo a la gente, yo me dirijo como quiero a quien quiera. No quiero ver a esa niña en mi campo de visión.

La mujer quedó un rato como en estado de shock, yo solo rodé los ojos y me fui del lado de ambas; luego de un rato escuché como decía algo como "desubicada".

Cómo si me importara.

Miré a mi alrededor y me dí cuenta que el hospital era una absoluta mierda, lo asientos que tendrían que ser de espera, estaban todos rotos y escritos con-no-sé-qué-rayos y las paredes a penas tenían pintura, esto es horrible, Mary tendría que estar en un lugar mejor que esto, no en este cucarachero. Yo seguía con mi tarea de dar pequeños golpes con mi cabeza contra la pared, me estaba cansando, necesitaba saber de Mary.

Decidí que era mejor recorrer un poco la sala para ver si me encontraba con algún especialista que me ayudara con la tarea de saber algo acerca de Mary.

Caminé solo un poco cuando vi a alguien que me pareció demasiado conocida, llevaba la misma ropa con el exceso de color rosa solo que ahora llevaba puesto unos lentes para leer y un libro en sus manos al cual leía con una sonrisa en su boca.

Horrible sonrisa.

Me acerqué y bajé el libro para que se diera cuenta que tenía a alguien en frente de ella. Fue cuando me miró y a pesar de que le hablo mal, las veces que me habla le contesto con sarcasmo y la miro mal, una sonrisa amistosa se mostró en su rostro. No pude evitar que una también aparezca en mi rostro pero al instante la borré.

—¿Qué haces aquí?— le pregunté mientras miraba a mi alrededor para ver si no había nadie conocido.

—Lo mismo que tú— me dijo mientras volvía la mirada al libro.

—Que yo sepa no estoy leyendo un libro que no sé de qué mierda me va a servir en la vida leerlo— dije mientras empezaba a enojarme, me molestaba que ahora, justo aquí, se mostrara tan "valiente".

—Cuan equivocada estás— dijo y cerró su libro y luego se quitó los lentes.

—Yo nunca me...— decía, sí, decía, hasta que un hombre con bata que supongo es el médico, dijo mi nombre.

Me acerqué rápidamente donde se encontraba mientras miraba detrás de él para poder ver si ahí se encontraba Mary.

—¿Es usted?— solo asentí para luego mirarlo cuando me di cuenta que es imposible ver algo ahí dentro, el hombre es mucho más alto que yo—. La señora Mary tuvo un pequeño problema con su presión arterial, nada que no se pueda tratar, obvio que este tema de la presión es algo delicado, pero debe ser tratado.

—Entonces ella ahora se encuentra bien— dije para afirmarlo a mi yo interior, de todas formas el médico asintió—. ¿Puedo verla?

—Claro, de hecho ya se puede retirar— dijo el médico para luego retirarse.

Ahora sí pude entrar a la habitación y allí estaba Mary, mirando la pared, pensando.

—El médico dijo que podías retirarte— le dije acercándome a ella y tomando su mano que se encontraba tan tibia como siempre.

Ella me miró y luego asintió, sus manos se dirigieron a mis mejillas y las acariciaba con sumo cariño.

—Claro.

Fue todo lo que dijo y salimos fuera de ese cuarto, ella no volvería a este lugar. Cuando ya nos encontrábamos afuera no pude evitar mirar donde se encontraba Camila, ella seguía allí leyendo ese libro con sus ridículos lentes. Es entonces cuando me di cuenta de algo; ella no había respondido a mi pregunta.

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Gracias a las personitas que votan, y las que no pues háganlo que me ayudan bastante a escribir.

Gracias y nos vemos en el próximo capítulo. :D

¿Enamorada? De ¿Ella?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora