Capítulo 2: SER

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Mi cabeza da vueltas y siento el corazón martilleando en mi pecho. Siento una fuerte punzada en el corazón y el dolor es insoportable. No puedo creer lo que estoy viendo, no puedo moverme. No hay mucha luz, y no es fácil distinguir la figura a mi lado, pero sé que es un hombre, boca abajo y algo está sobre él.

-Demonios, chica. Cálmate.-La figura se endereza rodando por la cama hasta sentarse.

Creo que voy a caer, definitivamente tiene que ser un sueño. No puede ser real, no puede ser real, no puede ser real.

Una imponente figura se alza sobre mí. De la espalda del hombre surgen dos inmensas alas oscuras, y unos ojos de fuego, brillantes como una fogata en el bosque, me devuelven la mirada. No queda nada, solo perder el conocimiento...

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-Tara, nena, despierta...-Siento unos dedos rozando mi mejilla suavemente y poco a poco voy saliendo de mi inconsciencia.- No voy a hacerte daño, despierta.


Solo veo unos ojos inusuales y fogosos. Inexplicablemente no tengo miedo, me siento en una bruma, entre el sueño y la realidad. Sin poder contenerme tomo la mano que me acaricia y le doy un débil apretón. Solo la sostengo ahí, en mi mejilla, y vuelvo a dormir.



Cuando despierto todo está en su lugar, las sabanas de Helena, mi almohada bien puesta, todo normal. No parece que existan signos de alguna pesadilla o mal sueño, tampoco que haya pasado algo inusual.

-¡Helena!-Llamo a mi hermana a todo pulmón.

-Buenos días... ¿Por qué demonios llamas como si estuviéramos en medio de la tercera guerra mundial?-La veo tapándose los oídos y haciendo muecas en la isla de la cocina.

-Lo siento. ¿Hay café?

-Sí, lávate, te lo serviré con desayuno. Me he levantado temprano y preparé algo.

-Oh bien, claro. Necesitaremos energía.-Le digo a Helena.

Me sorprende mucho el hecho de que haya cocinado. Eso solo me dice que no ha dormido prácticamente nada, ya que no es amante de la cocina.

Terminado el desayuno salimos de la casa y tomamos un taxi hacia Maison de Bonneterie.

-¿Te hace falta algo en específico?-Pregunta Helena

-Realmente solo deseo distraerme. ¿Podrías decirme si anoche estuve un poco inquieta? Como si hubiera tenido una pesadilla tal vez...-Le pregunto a Helena con la esperanza de no parecer una loca y asustarla. A su vez tomo el teléfono para mandarle un texto a Dylan, que ayer nunca me avisó cuando llegó.

La respuesta de Helena no importa cuando veo la pantalla del teléfono. Hay una nota: Cuídate las espaldas, Tara. No soy tu enemigo, pero hay algunos de ellos.

-¡TARA!- El taxista frenó del susto, también salí de mi ensimismamiento.

-Lo siento, me distraje. ¿Qué decías?-Estaba muy nerviosa. Quería llorar y preguntarle a Helena si sabía algo.

-Te dije que tuviste una noche como cualquier otra, un par de patadas, ronquidos, que no son nada femeninos cabe destacar, nada más.

-No ronco, idiota. ¿Me escribiste una nota y la dejaste puesta en la pantalla?

Mi ángelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora