Y es que por más que quiera negármelo, mi corazón ha comenzado a palpitar más rápido de lo normal. La voz de Ibriel, limpia, sensual, pura, aterciopelada y a su vez ronca, es más de lo que cualquier mortal podría soportar. Juro que las rodillas se me debilitan y es su agarre en la cintura el que me tiene sostenida.
-Ibriel...- Susurro y sin soltar el agarre completamente, Ibriel se da la vuelta y queda frente a mí.
-Siento haberlo dicho de esa manera, no busco confundirte. Solo quiero que estés a salvo y trabajemos en lo que sea que estás metida. - Acaricia mi frente y remueve el cabello que me ha caído en la cara. - ¿Entendido?
-Entendido. Igualmente tengo que hablar con Dylan. - Intento recuperar mi voz y la compostura, me alejo de Ibriel y camino hacia mi butaca.
-Me voy.
- ¿Qué? ¿A dónde vas?
-No me voy lejos, creí que querrías un poco de privacidad para hablar con tu novio. -Dijo Ibriel en un tono casual, desenfadado y me dio una mirada de irrelevancia que me confundió.
-Gracias, la necesito. -Antes de que pudiera pensar el resto de mis palabras las solté. - No creas ni por un instante que ocurre o podría ocurrir algo entre nosotros, nos necesitamos por un fin mayor, no hay nada más.
- Puede ser una perra, pero Darla ha sido la única humana en provocarme mirar hacia el lado. No dudo que seas una persona maravillosa, pero no estoy buscando algo más que salir de este lugar.
Por estúpido que sea sus palabras me dolieron. Llegaron a un lugar al que no pensé que podrían. Él fue mucho más amable que yo, pudo haberme llamado humana inmunda y no lo hizo., sin embargo Más con todo y su proeza al hablar, sus palabras calaron hondo en mi pecho.
-Tienes razón. - Balbuceé- Fue algo estúpido de mi parte, el estrés me provoca decir estupideces.
-No puedo juzgarte. Te conozco poco, sé que eres mucho más. Tampoco ha sido mi intención darte una idea incorrecta, nunca he pretendido cortejarte ni causarte incomodidad. No soy un hombre, Tara, no me malinterpretes, pero no es tan fácil que solo caiga ante ti o ante cualquiera.
Noté molestia en su voz. Me sentí estúpida. Me estaba convirtiendo en un dolor de cabeza para mi único amigo, compañero, lo que sea que fuera. Necesitaba concentrarme en salir viva, o al menos en entender lo que fuera que estuviera sucediendo.
-Saldré por un poco de aire, haré la llamada.
-¿Qué decisión tomaste?- Preguntó verdaderamente interesado en la respuesta.
-Te lo haré saber cuando vuelva.
Dejé a Ibriel parado en la sala y fui yo quien tomó camino hacia afuera. Quince minutos más tarde me encontraba bajo la luz tenue de un farol. No había encontrado la concentración para llamar a Dylan, para escuchar lo que fuera que iba a decirme, para reaccionar a ello, simplemente no había podido llamar. Tenía el celular en la mano, los dedos fríos y los ojos perdidos en el cielo oscuro, un cielo en el que no podía encontrar las estrellas.
Decidí terminar con esto de una vez y por todas. Tomé el teléfono, marqué a Dylan y antes del segundo timbrazo levantó su teléfono.
-Tenemos que hablar.- Me respondió una voz cortante, fuerte, molesta.
-También lo creo.- Respondí un tanto temerosa, lenta.
-Iré a verte esta noche. Seré yo quien vaya a ti.- Dice Dylan alterado y jadeante.
-Estaré sola, Helena tiene una conferencia esta noche y estará fuera de la ciudad. Ven a eso de las ocho.
-Daré la vuelta a eso de las 7:30. Necesito que estés sola, Tara. Te veo más tarde.
-¿Qué suce...- Mi voz se vio interrumpida por el sonido de la línea cuando se termina una llamada.
Fue una conversación abrupta. Me encontraba confundida; no entendía cómo había llegado mi vida hasta aquí. Tenía una relación perfecta, vivía bien con mi hermana y ahora tengo un ángel en la sala y un novio extraño a punto de terminarme.
Entré a la sala llena de confusión. Ibriel me miró con una cara que reflejaba miseria pero no me dijo lo que sucedía y yo tampoco le pregunté, al igual que él no me preguntó lo que sucedió en la llamada y yo tampoco le comenté nada al respecto.
-Te daré espacio. Saldré de la ciudad por un par de horas.- Me dijo Ibriel, cada palabra más serena que la anterior. - Me sentirás en la mañana, aunque no prometo que me veas. Sé inteligente, Tara, piensa en todo lo que haces y lo que acarrean tus acciones.
Ibriel se volteó y sin darme la oportunidad de responder caminó hacia afuera del apartamento. Solo pude tirarme en la butaca a esperar la devastación y confusión que no tardó en llegar. En un par de horas me enfrentaría con una de las cosas más sencillas en cuestión de todo lo que estaba afrontando. Sin embargo, era una de las cosas que más temía.
¿Por qué mi vida había dado un cambio tan drástico?
Ibriel
Mismo día, 6:00 pm. Afueras de la ciudad.
-¿Averiguaste lo que te pedí?- Le hablé con un tono fuerte y retante.
Edward era un chico flacucho y pálido. Tenía el cabello castaño y siempre que lo veía tenía una apariencia sudorosa y descuidada. El muchacho se movía frente a mí de una manera incómoda, aparentemente incapaz de controlar los temblores que le recorrían el cuerpo. No parecía ser el hijo de Gustave, el maleante francés que controlaba toda producción y distribución de drogas de la capital que a su vez utilizaba sus poderes de caído para lograr sus propósitos banales y mundanos. Era un idiota, pero tenía poder. Uno que su hijo parecía incapaz de heredar.
-Su hermana se encuentra en una conferencia sobre los músculos y tendones del cuerpo. Ellos han estado rastreándola y ahora mismo hay una mujer, no sabría decirle si humana, híbrida o caída, tras de ella, es rubia, alta y tiene los pómulos muy marcados.- Me dijo con una voz más segura de lo que habría esperado.
-¿Tienes idea de si hay posibilidad de que haya alguien más con ella?
-Creo que no. Algo me dice que la hermana no es un objetivo, siento que algo más grande está por suceder. Algo más que una sombra flácida acechando a Helena.
-Joder. - Resoplé malhumorado. Temía que mis peores temores se hicieran realidad.
-¿Vas a decirme lo que sucede?- Me preguntó como si creyera realmente que le debía alguna respuesta.
- ¿A ti que te importa?
-¿Cómo puedo serte de ayuda si no sé lo que verdaderamente ocurre? ¿Cómo sabré en qué debo fijarme?
-Limítate a decirme todo lo que ves.- Le dije y mis palabras no resultaron tan amenazantes pues el chiquillo resopló y aparentaba estar sumamente tranquilo conmigo ante él.
- ¿Quién es ahora?- Me preguntó con malicia en la mirada, pero no se veía maldad en ella.- Hay muchos rumores de ti, pero no te ves tan estúpido como para que todo haya sido tan real como lo pintan. Hasta me podrías parecer intimidante de no ser por las historias que me ha contado mi padre sobre ustedes dos hace muchísimos años.
La impertinencia e imprudencia del chico al hablar provocaron que inevitablemente algo de él me agradara. Sin entender bien el porqué, sentí que podría confiar en él. No sé si para algo tan serio como Tara, pero sí en el futuro.
-¿Quién sabe? Tal vez los rumores son ciertos y me estoy dejando arrastrar al infierno por alguna cosita humana y linda de por allí. Aléjate, dicen que lo malo se contagia.- Me alejé con una risa descarada.
Al instante volvió la verdadera preocupación: Tara.
Subí al sedán y me dirigí a la ciudad. Las próximas dos horas de camino serían eternas.
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Mi ángel
FantasíaSinopsis Una duradera relación, un novio encantador y romántico, una vida académica envidiable, una familia maravillosa, ¿qué podría salir mal? Tara es una chica estudiosa, guapa y muy inteligente. Acostumbra a compartir cama con su hermana, pero si...